Sara mira la vida desde la carnicería de sus padres mientras aguanta los insultos, el bullying y el acoso cotidiano. Sueña con ser como aquellas que la persiguen, atrapada en una vida gris de la que necesitaría un príncipe azul para escapar, se masturba viendo porno, come bollos para calmar la ansiedad y toma decisiones precipitadas que pueden cambiar su vida. Sara es uno de los personajes más descarnados, tristes, repletos de conflicto y rotos por dentro del cine español moderno, aunque quizá la conozcáis más por el nombre que le dan sus compañeras de clase: Cerdita.
Cosas de chavalas
Por mucho que el cine haya tratado de mostrar el bullying de forma realista, nunca lo ha terminado de conseguir del todo. A veces se pasan de frenada y cambian el foco incorrectamente ('Un pequeño mundo', 'Cobardes') y otras es un simple complemento de los protagonistas que se trata como un camino de superación en lugar de como un drama. Pocas son las que lo muestran como tal: una lacra que ya lo era hace cuarenta años (cuando se llamaba "cosas de chavales" o "es que no se adapta") y lo sigue siendo ahora, solo que con el añadido maquiavélico e insistente de las redes sociales. Ni te hace más fuerte, ni te convierte en alguien valiente, ni sirve para nada más que para tener una infancia que nadie debería vivir. Y 'Cerdita' lo entiende de inicio a fin, sin traicionar en ningún momento su propio espíritu ni el de Sara.
Este slasher a la española trata el género con respeto, pero también con ansias de innovación: en un mundo sin blancos ni negros absolutos, también las víctimas y los asesinos pertenecen al universo de la escala de grises. Por mucho que nos lo pasemos pipa con un buen machetazo de Jason o con un renacer de Michael Myers, sabemos que en la vida real ya no existe ese mal absoluto: en el caso de 'Cerdita' tiene motivación, ansia de justicia y, por qué no destacarlo, consentimiento, en una cinta juguetona con la moral.
La película no sería tan rematadamente buena si no fuera por su magnífica ambientación, que no teme al apostar por la opresión rural representada por Villanueva de la Vera. Este pueblo extremeño parece creado expresamente para 'Cerdita': una piscina bajo un puente, un cuartel de la Guardia Civil bajo la frase "Todo por la patria", las verbenas, los bosques, los coches de hace treinta años, la carnicería familiar, los vecinos chismosos... Esta misma historia solo tiene sentido en un lugar tan opresivo y tradicional que, cuando la luminosidad del verano se deja entrever por los fotogramas, casi parece el anverso del nuevo cine rural español. Pero aquí no hay ni 'La inocencia', ni 'Secaderos', ni 'Alcarràs' que valga: cuando los cuchillos aparecen, el último en esconderse se queda sin campo para correr.
Asesinatos a la española
El slasher siempre ha tenido mala suerte en nuestro cine moderno, bien porque la idea era francamente loca ('Tuno negro', 'La monja') o bien porque intentábamos, sin mucho éxito, copiar los sajarajas yanquis, esos que cuchillo en mano asedian fraternidades universitarias, partidos de béisbol y campamentos adolescentes. Y en España, sin tener esa iconografía, siempre nos sentimos con un poco de vergüenza y timidez a la hora de entrar en el género.
Por suerte, 'Cerdita' decide empezar de cero, sin deberle nada a nadie. Puro asesinato rural entre chorizos y morcillas, cenas con vino tinto y telediario, Seat Terras y escopetas. Y si pensáis que por el hecho de ser una película que se adentra de lleno en la moralidad de los personajes y se pregunta si no tendremos todos un poco de víctima y verdugo, según la situación, no habría casquería, pensad otra vez, porque Carlota Pereda ha sacado la hemoglobina a pasear.
No penséis mal: 'Cerdita' no es un baño de sangre, pero sí tiene la suficiente como para crear con Sara una imagen tan icónica como la de Leticia Dolera vestida de novia en '[REC] 3' o el hermano de Verónica cantando el eslogan de "Centella", sin desdeñar sus buenas amputaciones, apuñalamientos y desmembramientos. Puede que este no sea el slasher que te esperas, pero es el que necesitas, ¡incluso aunque no te guste el género!
Atracón final
Y es que 'Cerdita' entiende el género de una manera muy diferente a la que estamos acostumbrados: no es ni lúdica ni terrorífica (aunque tiene partes de ambos), sino un mecanismo dramático para hacer un estudio de personaje tan superado por su propia vida que, cuando tiene que hacerse cargo de ella, ni siquiera puede reaccionar con palabras. Es lógico que en su tercer acto la película no termine de explotar del todo, pero aunque nunca se traiciona a sí misma, y los actos de Sara tienen perfecto sentido con el resto de la película, es inevitable echar de menos un par de momentos de aplauso general en el cine.
No importa: el camino que nos deja la película es tan apasionante que se perdona una pequeña falta de foco en sus minutos finales. La dirección de Carlota Pereda, que crea un tono tan sórdido como natural y tan familiar como extraño, confirman a la directora, que ya prepara la adaptación de otro corto suyo, 'Las rubias', como uno de los talentos en alza a tener más en cuenta de la actualidad... y no solo de las cintas de género o patrias. Lo tiene todo para llegar muy alto.
No tengo ni la menor idea de cómo se ha podido colar 'Cerdita' en un festival tan -a veces- encorsetado como el de San Sebastián, que suele driblar las comedias, el cine de terror o la ciencia-ficción, pero ha sido todo un placer que esta película, a medio camino entre el Sitges más delirante y el Zinemaldia más costumbrista, haya encontrado un hueco en ambos lugares. Y es que fascina allá por donde pasa: 'Cerdita' es una de las mejores películas del año por méritos propios, pese a quien pese.
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