‘Arirang’, descarnado autorretrato de Kim Ki-duk
¡¡Quiero hacer una película!!(Kim Ki-duk)
Hay muchas formas de valorar una película. ‘Arirang’ hay que valorarla teniendo en cuenta la experiencia y el riesgo. Porque si no, si nos fijamos en cosas como la trama o una sofisticada puesta en escena, es poco menos que una basura. Y una tomadura de pelo que haya sido incluida en la sección “Un Certain Regard” del Festival de Cannes 2011. Yo reconozco que estuve a punto de levantarme de la butaca un par de veces antes de que transcurrieran quince minutos, incluso llegué a convencerme de que podría aprovechar el tiempo para escribir aquí, pero me alegro de haberme obligado a permanecer sentado y dar una oportunidad a un cineasta de la talla de Kim Ki-duk, aunque haya perdido la cabeza y haya presentado una cosa amateur que cuesta tomar en serio.
Todo lo que os diga es poco, y ya supongo que los seguidores del coreano no os lo vais a poder creer (es un realizador difícil y desconocido para la mayoría, por lo que la minoría que le respeta lo defiende con entusiasmo), o al menos no del todo, pero voy a intentarlo, voy a intentar expresar qué es ‘Arirang’ y qué ha pasado con su director, que llevaba tres años sin estrenar una película, viviendo como un ermitaño desde que hiciera ‘Dream’ (2008). Para empezar, Kim lo hace todo en ‘Arirang’ (2011). Solo aparece su nombre en los créditos, es el guionista (si es que hay un guion aquí), director, productor, fotógrafo, montador, actor… Todo. Algo no tan complicado como parece cuando lo que ha hecho es filmarse a sí mismo en su casa, con una Canon 5D Mark II, haciendo cosas tan sumamente interesantes como tomar café, peinarse, comer, pasear, defecar en la nieve, mirar al horizonte, enfocar a su gato, cantar o hablar solo. No exagero lo más mínimo. Y tampoco cuando mantengo que es una experiencia cinematográfica intensa, desgarradora, extravagante, inolvidable.
Iba a abandonar la sala antes de tiempo, como hicieron muchos invitados y acreditados, porque pensé que no tenía sentido ver a Kim Ki-duk haciendo cosas corrientes o mirando a la cámara en silencio. Eso no tiene ningún mérito. Pero solo es un aperitivo, por así decirlo, pues lo realmente interesante viene cuando el autor se desdobla y empieza a liberar todo lo que lleva dentro, todo lo que le ha estado oprimiendo hasta hundirlo en una fuerte depresión. A través de un simple plano y contraplano, Kim se interroga a sí mismo, se obliga a reflexionar en voz alta y aclarar sus ideas, sus conceptos, sus críticas, sus obras. ¿Qué es el cine? ¿Quién es Kim Ki-duk? ¿Por qué no está haciendo películas? ¿Por qué vive solo en una triste cabaña, en una solitaria colina? Todas estas preguntas y muchas más son formuladas y contestadas, más o menos, en ‘Arirang’, una especie de confesión o diario filmado, un cóctel que mezcla documental, drama, comedia y fantasía.
Sin duda sobran muchos minutos (escenas comiendo o cantando), pero es fascinante ver a Kim, que “interpreta” a tres personajes (el otro es su sombra, que también plantea cuestiones), desnudar su alma ante la cámara, abrir su corazón al espectador, de manera absoluta, dolorosa, humillante, suicida. Es un salto al vacío sin paracaídas por parte de un hombre que ha tocado fondo, que se declara perdido, desorientado, ansioso por volver a hacer películas (habla sobre un proyecto muy interesante que no consigue financiación) y ser considerado un director de prestigio. Admite que no sería nadie sin los certámenes de cine y en la presentación del film aquí en Cannes ha llegado a declarar: “Estaba dormido, pero Cannes me ha despertado“. Quiero añadir que Kim Ki-duk presentó su película al público y se quedó a verla hasta el final, esperando el veredicto de los asistentes. Hay que tener muchas agallas y/o estar algo majara para exponerse de la manera que lo ha hecho el coreano y además quedarse a presenciarlo. Los pocos que quedamos le aplaudimos durante varios minutos, y él no pudo reprimir las lágrimas. En definitiva, un plato muy especial, muy difícil, no apto para todos los paladares.
‘Polisse’, tenso relato policial
“Basada en casos reales”. Con este mensaje da comienzo ‘Polisse’, el nuevo largometraje de la actriz y directora francesa Maïwenn Le Besco (‘Pardonnez-moi’, ‘Le bal des actrices’), uno de los 20 títulos que compiten en la sección oficial de esta 64ª edición. Y es fácil entender el motivo, la autora abarca un tema muy delicado y lo afronta de la manera más directa y cruda que puede, pese a que he leído por ahí que el enfoque peca de simplista (en general, por lo que sé, a la prensa no le ha gustado la película). Quizá lo es, no estoy tan al tanto como para afirmar o negar tal cosa, pero me parece innegable que Maïwenn ha intentado retratar con honestidad y exigencia a personas que hacen un trabajo muy complicado, muy duro, que puede marcar y alterar de manera profunda a quien lo ejerce apasionadamente, con mayor compromiso del estrictamente profesional. Los “héroes” de ‘Polisse’ (que es “policía” en francés) son individuos entregados por completo a su empleo, lo que repercute negativamente en su vida privada. El guion de Maïwenn y Emmanuelle Bercot intenta reflejar el conflictivo mundo de cada personaje, el desequilibro que caracteriza sus vidas; realizado en su trabajo, frustrado en su casa.
Drama coral que juega a imitar el estilo documental, ‘Polisse’ se centra en los policías de la Brigada de Protección de Menores (BPM), tanto en su actividad profesional como en su vida personal, si bien la diferencia entre ambas realidades se vuelve a veces muy difusa. Maïwenn ofrece un mosaico de casos sobre posibles abusos, subrayando la dificultad de los protagonistas para conocer la verdad o encontrar una solución satisfactoria, lo que desemboca en constantes situaciones de tensión. Los enfrentamientos profesionales y privados que se van sucediendo nos permiten conocer mejor a los policías, interpretados con mucha autenticidad y convicción (la propia directora forma parte de un elenco que completan Karin Viard, Joeystarr, Nicolas Duvauchelle, Emmanuelle Bercot y Riccardo Scamarcio, entre otros). También destaca el trabajo realizado con los niños, que se muestran muy espontáneos, dando la sensación de estar asistiendo realmente a víctimas (presuntas) de crímenes sexuales. Maïwenn ha declarado que visitó regularmente la unidad que retrata para documentarse, llegando a filmar unas 150 horas basadas en los casos que más le impactaron. No le ha quedado una obra redonda, le sobra metraje (por ejemplo, la escena de la discoteca debía durar menos) y subrayado de las ideas importantes, pero consigue entretener y contiene algunas escenas de impacto.
Juan Luis Caviaro desde Cannes, 15 de mayo de 2011.
PD: Mañana es el gran día. ¿Vendrá Terrence Malick a presentar su nueva película?
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