Después del destacado paso de Asgar Farhadi a competición el año pasado con 'A Hero', la Sección Oficial de Cannes este año vuelve a programar mirando hacia su país, presentando dos puntos de vista totalmente diferentes en cuanto a fondo y forma, aunque necesariamente complementarios en el trazado de la imagen del Irán actual, que intenta buscar un lugar para la tradición con el avance de la modernidad.
Dos directores relativamente noveles y jóvenes con voces cinematográficas diferentes. Ali Abbasi, director sueco de origen iraní, que nos volaba la cabeza hace un par de años con esa rareza dramática de elementos fantásticos que fue ‘Border’ desfila por primera vez por la Croisette entre tan altas expectativas que hace que su nueva ‘Holy Spider’ parezca demasiado convencional a la espera de una digresión de género que no llega, pero a cambio entrega un sólido thriller con un final brutal que mezcla intriga, corrupción, política y religión. Junto a ella, el melodrama familiar del cineasta Saeed Roustayi, que arrastra al espectador desde su óptica de seguimiento y ambientes opresores.
‘Leila’s Brothers’ (Saeed Roustayi)
Una enorme fábrica con imponentes cadenas de producción repleta de obreros alineados en serie anuncia su cierre, dejando en la calle a cientos de trabajadores que ante las primeras reacciones de protesta son violentamente reprimidos y expulsados de sus barracas entre fuegos y disparos. Con este imponente punto de partida, rodado de maravilla en unos pocos planos, comienza el peregrinar de Alireza en busca, más que de un nuevo trabajo, de una nueva vida.
De retorno al hogar paterno, se reencuentra con sus cuatro hermanos y Leila, su única hermana y también la única con un sentido pragmático de la lógica capaz de pasar por encima de las tradiciones más enraizadas, que tratará de convencerle de emprender un negocio propio con el que emplear al resto de sus hermanos y así acabar con esa autoproclamada pobreza que arrastran como una maldición que los impulsa a tomar las peores decisiones posibles.
De lo particular a lo general, la historia de la familia de Leila representa con poco el funcionamiento de la sociedad iraní actual, a caballo entre la tradición más venerada y el avance de la economía con sus aspiraciones. Un choque frontal entre la honra a las costumbres y la practicidad del día a día, en una sociedad construida sobre el honor como base de la vida, pero que no da de comer.
Bebiendo de grandes referentes como el Asgar Farhadi de ‘A Hero’ sobre las vueltas de unos personajes en constante peregrinar por encontrar soluciones en un laberinto de callejones sin salida y recordando también en buena medida al Cristi Puiu de ‘Sieranevada’, en la caótica relación de los protagonistas con su ambiente en familia, 'Leila’s Brothers' resulta un gran drama afectado, de gritos e histerias, reacciones impulsivas y decisiones emocionales.
Con algunas secuencias verdaderamente grandiosas, que incluye una escena final impresionante, el joven iraní construye un potente melodrama de casi tres horas en torno al dinero, con una empatía y un sentido del humor que en el fondo nos identifica con cualquiera de nuestras familias.
‘Holy Spider’ (Ali Abbasi)
Del otro lado de la misma moneda en ese retrato del Irán actual, 'Holy Spider' completa esa visión denuncia desde el cine negro para construir un drama igualmente potente y espeluznante, pero desde diferentes códigos cinematográficos. Un thriller criminal que acompaña la cruzada personal de una periodista iraní por capturar al denominado Spider Killer: un asesino en serie de prostitutas autoproclamado salvador de la pureza, cuyo objetivo abiertamente declarado es "limpiar las calles" de malas mujeres.
El director sueco y exiliado iraní, Ali Abbasi, utiliza las herramientas del género policiaco para tomar la distancia necesaria con la que apuntar a las atrocidades cometidas con la complacencia de las autoridades en pos del supuesto bien moral, que utiliza como guía la religión y de nuevo una tradición obsoleta mal interpretada.
Partiendo de un inicio verdaderamente prometedor, la óptica de Abbasi sigue de frente y en primera persona a un asesino confeso y convencido, designado por dios para ejecutar la honorable tarea y que cuenta con el apoyo de la opinión popular y las autoridades locales en un alarde de corrupción declarada y orgullosa. Se alterna el punto de vista con el de una periodista valiente y algo temeraria para la que ningún intento de coacción supone suficiente amenaza.
Un duelo interpretativo y conceptual entre asesino y perseguidora, abuso de poder y libertad, machismo entronizado y derechos de las mujeres, en esta intensa persecución en motocicleta que deja algunas imágenes potentísimas bajo las estrellas de la noche de la ciudad santa, a la vez que un final devastador que arrancaba una grandísima ovación.
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