‘Fences’ es una obra de teatro de 1983 del dramaturgo August Wilson, que volvió a tomar vida en 2010, en Broadway, cuando el mismo texto ya fue protagonizado por Denzel Washington y Viola Davis. El actor vuelve a meterse en la piel de Troy y asume la tarea de volver a dirigir desde hace casi diez años. El resultado, como ha comentado la crítica, y la impresión que casi cualquiera que la ve tiene al acabarla, es que parece una obra de teatro rodada y editada.
Esto, claro, implica que apenas haya narrativa cinematográfica que apoye el empaque dramático de algunas escenas con ayuda de música etc… es innegable que el trabajo como director del protagonista se queda en anécdota. Ni se percibe ningún sello apreciable de autoría ni se intuye el menos esfuerzo para transmitir auténtica urgencia de cine el conjunto. Si nos atenemos a ello, podemos establecer comparativas con otras adaptaciones de teatro como ‘Hurlyburly’ (1998) o ‘Glengarry Glen Ross (Éxito a cualquier precio)’ (Glengarry Glen Ross , 1992).
Claustrofobia narrativa
En aquellas, su condición era consciente y el peso recaía sobre la fuerza del guion y las interpretaciones, y su componente teatral ayudaba a crear una limitación claustrofóbica necesaria en ambas. Parece que ‘Fences’ está en consonancia con esa estrategia, e ingresaría en ese club selecto en el que se perdona ese racaneo visual a modo de reverencia solemne a su libreto original. Pero no podemos obviar que Películas como ‘Reservoir Dogs’ (1991) hacen exactamente lo mismo pero son mucho menos planas en ese aspecto.
‘Fences’ recrea la sensación de los barrios obreros de Pittsburgh de los años 50 en un barrio específico en el que todo el mundo trata de llegar a fin de mes para pasar el día a día. La pequeña casa de dos pisos en la que vive la familia Maxson se convierte en otro personaje. Su trama general es convincente, pero no le faltan valles en los que sus dos horas y pico se resienten de la cantidad de diálogo comprimido, que no deja de estar bien escrito, pero pierde bastante efecto emocional en el tempo apresurado.
La manera en la que se recita la escritura de dramaturgia hacia un guion para pantalla grande tiene matices y suenan diferente en ambos medios, por lo que un repaso al libreto habría justificado más la producción de una película. Afortunadamente, esta se remienda con explosivas interpretaciones de su dúo protagonista. El Troy de Denzel Washington expone a la perfección el enigma del hombre obsesionado con el deber que al mismo tiempo no acepta las responsabilidades de algunos de sus actos.
Víctima de sus propios muros
Un hombre que solo ve en blanco o negro mientras esconde una gran cantidad de grises. Como en ‘El Vuelo’ (Flight, 2012) o ‘Training Day’ (2001), el actor borda su rol de héroe gris, de hombre con muchas contradicciones y zonas oscuras. Junto a él Viola Davis, justa merecedora de su Oscar, interpreta a la mujer abnegada de Troy, un ejercicio de contención y ligeros gestos que indican que su procesión va por dentro. Cuando finalmente sale de su burbuja, es un momento para presenciar.
Washington intenta capturar la axfisia social a través del microsmos familiar, estableciendo la acción casi exclusivamente en el patio trasero de los Maxson. El mundo de Troy se reduce a esa parcela cuadrada de libertad comprada mes a mes, creando un universo encerrado en él mismo. Sus sueños rotos, a causa del color de su piel, definen su posición de cascarrabias frente al mundo, y su máxima aspiración es crear una valla bonita, cara y construida por él, para proteger todo lo que ha conseguido en su vida, y encerrar a los demás junto a ello.
‘Fences’ logra una representación creíble de las dinámicas de un matrimonio que ha sobrevivido a las duras y a las maduras. Cuando los actores brillan, la película está cerca del vuelo, pero su compromiso con su origen escénico crea una auténtica cerca narrativa, una mala comprensión del ritmo, cuya incesante conversación desluce sus momentos climáticos y agota por su falta de espacios para respirar. Algo que quizá se podría haber maquillado con un poco más de inventiva visual para encajar mejor el texto en la pantalla.
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