Cuando la primera 'The Fast & The Furious' llegó a nuestros cines en un ya lejano 2001 bajo el subtítulo de 'A todo gas' y con la forma de una suerte de remake apócrifo de la fantástica 'Le llaman Bodhi' de Kathryn Bigelow en clave tunera, fue completamente imposible sospechar que supondría la primera piedra de una franquicia cuya evolución podríamos etiquetar, cuando menos, de sorprendente.
Con el paso de los años y las secuelas, lo que empezó como un thriller de acción al uso —horteradas dosmileras aparte— y con los pies en la tierra fue abandonado progresivamente lo terrenal hasta terminar alcanzando literalmente la estratosfera; abrazando sin pudor el absurdo y desafiando las leyes de la física hasta convertirse prácticamente en una suerte de autoparodia.
22 primaveras después de su debut, las aventuras de Dominic Toretto y compañía enfilan su última carrera con una 'Fast & Furious X' que marca el inicio del fin llevando aún más si cabe al extremo la deriva que empezó a tomarse en la determinante 'Fast Five'; brindando un fascinante y divertidísimo pastiche a medio camino entre el cine de superhéroes y el thriller de superespías más internacional.
El resultado, como no podía ser menos, son 140 minutos con regusto a despedida y que reúnen todas y cada una de las señas de identidad que han hecho grande la licencia, incluyendo su gusto por el melodrama de saldo y las setpieces más delirantes, y que se enriquecen por dos elementos determinantes: su desquiciado villano y una narrativa que no escatima en efectismos para mantenerte pegado en la butaca.
Delicioso absurdo
A estas alturas de la película, tanto la licencia 'Fast & Furious' como sus responsables saben perfectamente a qué juegan y, lo que es más importante, qué líneas han cruzado previamente que les impiden volver atrás. De esto modo, después de robos en rascacielos, batallas contras submarinos nucleares, viajes espaciales y otras lindezas, lo único que queda es volver a abrazar la autoconsciencia, jugar a la metarreferencia casi rompiendo la cuarta pared y jugárselo todo a una sola carta.
Así, esta décima parte, tras un farragoso primer acto que pone sobre la mesa la hilarantemente solemne ñoñería marca de la casa con frases lapidarias sobre la fe y la familia extraídas de un libro de autoayuda, reinventa una de las secuencias más míticas del ahora decálogo; abriendo la puerta a su trama más ambiciosa hasta la fecha en términos de escala y de saltos mortales con triple tirabuzón que, increíblemente, logra aterrizar sin problemas.
Reuniones imposibles, parentescos inesperados, sucesos traumáticos, alianzas forzosas, cliffhangers casi televisivos, giros de telenovela... el repertorio de conejos que saca 'Fast X' de la chistera para atraparte y hacerte salivar por devorar su continuación es casi infinito, y se ve potenciado por unos personajes tan encantadores como de costumbre. Mención especial para el Dante de un Jason Momoa totalmente desmadrado; un antagonista a medio camino entre el tropo bondiano y el Joker de marca blanca que cumple con su rol de gran amenaza para el clímax de la saga.
Pero está claro que aquí no se viene a ver diálogos propios de Aaron Sorkin ni arcos dramáticos propios de una tragedia shakespeariana. Si algo te lleva a sentarte ilusionado frente a una cinta de los rápidos y furiosos son sus escenas de acción, y 'Fast & Furious X' cumple sobradamente con las expectativas arrasando ciudades europeas, desatando el caos en autopistas y apilando cadáver en peleas y tiroteos mientras tira por el desagüe las enseñanzas de Sir Isaac Newton sobre la ley de la gravedad.
El desembarco de Louis Leterrier en la dirección como sustituto del veterano Justin Lin ha sido impoluto. El francés, curtido en el género con filmes como 'Transporter', ha moldeado unas setpieces vistosas, vibrantes y caóticas; no estando esto último reñido con un magnífico sentido de la causalidad que las hace funcionar como complejas máquinas de efectos encadenados al servicio de la destrucción y del disfrute del público más entregado a la causa. Los aplausos y las carcajadas están asegurados.
'Fast & Furious X', entre codazos y guiños cómplices, y sin ser necesariamente la mejor de la serie —tampoco importa— es un sueño hecho realidad para los que, como un servidor, hemos entrado en el juego de la saga y disfrutado su mutación hacia un tono y un estilo que entiende la esencia comiquera mucho mejor que muchas adaptaciones de la viñeta a la gran pantalla.
Y es que, probablemente, estemos ante la mejor película de 'Los Vengadores' con cochazos, camisetas sin mangas, olor a gasolina y superpoderes de andar por casa que podamos llevarnos a la boca. Si lo que está por venir tras el coitus interruptus de su tercer acto va a mantener este nivel, bienvenido sea.
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