Este pasado viernes llegaba a nuestros cines ‘Fast & Furious 6’ (id, Justin Lin, 2013), sexta entrega de la franquicia A todo gas que está arrasando en taquilla y consiguiendo críticas mayoritariamente positivas. Ya sabéis que yo disfruté con ‘Fast & Furious 6’ y no hubiera tenido problemas en calificarla como la mejor entrega de la saga, pero sería bastante inapropiado hacer una afirmación tan grandilocuente cuando apenas había visto tres de sus seis partes y tampoco tenía especial interés en ponerle remedio.
Motivado por varios comentarios apuntando hacia la necesidad de al menos visionar ‘Fast & Furious: Aún más rápido’ (‘Fast & Furious’, Justin Lin, 2009) para así hacerme una mejor idea sobre la transición que ha hecho la franquicia desde una descerebrada celebración del tunning y las carreras de coches ilegales hasta una muy disfrutable cinta de acción, me animé a verla dejando completamente de lado mi escepticismo hacia la película. El resultado fue que me encontré con una película más interesante que la lamentable ‘A todo gas’ (‘The Fast and The Furious’, Rob Cohen, 2001), pero claramente inferior a las quinta y sexta entregas de la saga.
Un nuevo comienzo
No es nada descabellado el pensar que Justin Lin buscaba reiniciar la saga con ‘Fast & Furious: Aún más rápido’, ya que de entrada se nos plantea poco menos que un reset de lo visto hasta ahora con O’Conner —Paul Walker demostrando de nuevo que lo suyo no es la actuación— volviendo a ejercer como agente del FBI con Toretto —eficaz Vin Diesel— en su punto de mira tras el regreso de éste a territorio americano para ejecutar su venganza contra un capo de la droga. Por fortuna, Chris Morgan, que ha ejercido como guionista de las últimas cuatro entregas, es consciente de que eso sería poco menos que una tomadura de pelo, por lo que se van desvelando paulatinamente detalles que complican las cosas y van allanando el camino para la futura alianza entre O’Conner y Toretto.
Lin demuestra con el potente arranque que era plenamente consciente de que el interés del público en una cuarta parte de ‘A todo gas’ no era especialmente alto, por lo que echa todo la carne en el asador ya de entrada con una tensa persecución en la que los tripulantes de un camión se resisten al abordaje a todo velocidad del equipo liderado por Toretto. En apenas siete minutos ya se marca el tono excesivo del relato, tanto a través de la puesta en escena —ese deleitamiento a través del ralentí en la forma que tiene Toretto de esquivar el tráiler en llamas— como del propio planteamiento de la historia —esa pendiente inacabable a la que se dirigen, Michelle Rodriguez luciéndose saltando al camión, etc.—. Un lo tomas o lo dejas en el que no hay lugar para la duda.
Demasiadas debilidades
Eso sí, el frenesí visual del momento también tapa ciertas carencias que luego jugarán en contra de la película. La más grave de todas es la total inconsistencia con la que se introduce y utiliza posteriormente al resto de integrantes del equipo de Toretto. Uno de los grandes puntos fuertes de las dos últimas entregas —en especial de 'Fast & Furious 6'— era la habilidad con la que mostraban a todos como una especie de gran familia en la que todos se preocupaban entre sí, pero aquí son meros peones entre dos grandes enfrentamientos personales, el primero entre Walker y Diesel y el segundo entre este último y Braga. Esto tampoco favorece a la película, ya que el primer duelo ya lo habíamos presenciado y ni siquiera la primera vez fue especialmente estimulante, mientras que el misterio alrededor de quién es Braga impide crear un villano con suficiente envergadura que añada una emoción más humana al tramo final de la película.
También es fácil detectar deficiencias en la puesta en escena de Lin que en cierta medida iría limando posteriormente, pero hay un detalle especialmente molesto que casi me saca por completo de la película. Me estoy refiriendo a esos momentos en los que Lin echa mano de una especie de GPS de última generación que nos sitúa en la acción como si todo fuese un videojuego de segunda categoría. Con esto quizá buscase apelar a los más bajos instintos de los seguidores de la serie Grand Theft Auto, pero a mí sólo consiguió provocarme una profunda irritación ante el hecho de que Lin muestra incapacidad o desinterés en mostrarnos esos momentos únicamente a través de recursos puramente cinematográficos.
Desperdigados a lo largo de la cinta hay otros momentos satisfactorios, ya sea por el afortunado efectismo ocasional de Lin tras las cámaras o por la fuerza de la escena —reconozco que sentí placer al ver a Toretto dando de tortas a O’Conner—, y también se detecta un mayor interés —aunque no esperéis grandes milagros por aquí— en que los personajes femeninos destacados trasciendan la categoría de simples foreros. Lo que mata a la película es su falta de consistencia incluso dentro de las singulares reglas de la saga, ya que una cinta de estas características no se puede permitir el tener dudas a la hora de pisar el acelerador.
Se agradece que ‘Fast & Furious: Aún más rápido’ haga claros esfuerzos por iniciar una transición en la saga para que las carreras de coches sean una excusa para dentro del cine de acción abordar diferentes temas como los justicieros urbanos aquí, los robos perfectos en ‘Fast & Furious 5’ ('Fast Five', Justin Lin, 2011) o la lucha contra el terrorismo en la sexta entrega. Lo malo es que eso sirve de poco si no tienes las cosas muy claras y en el caso que nos ocupa hay una indecisión que trae como resultado una maximización de sus no escasos puntos débiles, algo que sus dispersas fortalezas están lejos de poder compensar.
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