‘Fase 7’ (Nicolás Goldbart, 2010) es una película que llega muy tarde a la cartelera española, concretamente cuatro años después de su realización, y de forma muy limitada. El propio director bromeaba con un servidor en su cuenta de Twitter a cerca de los 55 euros por sala recaudados el fin de semana. Desde luego el film no es merecedor de tan mala suerte, y mucho menos tratándose de un film de género que entra temáticamente en una moda muy actual, la de las pandemias, y se aleja milagrosamente de las formas que reinan en el llamado cine moderno.
La carrera de Nicolás Goldbart se caracteriza sobre todo por haber sido montador en un buen número de películas desde que debutó por primera vez en dicha tarea con ‘Mundo grúa’ (Pablo Trapero, 1999). En la presente también se encarga de ello, mientras debuta doblemente en las facetas de director y guionista, esto es, controla los tres aspectos más importantes de cualquier película. El resultado no es para tirar cohetes, pero descubre a un director que esquiva con cierta inteligencia algunos de los males del cine actual de género.
El film da comienzo con la compra que realiza una pareja, a punto de tener un hijo, en un supermercado mientras discuten —ese tipo de discusiones que tienen las parejas— y a su alrededor la gente actúa como loca, movidos por una prisa sobre la que no se nos aclara nada, pero no hace falta por los hechos que ocurrirán a continuación. En el edificio en el que viven pronto serán puestos en cuarentena debido a un virus. En la mejor tradición de John Carpenter, el cineasta el que Goldbart parece evocar en muchos instantes, un grupo se verá “en peligro” encerrados en su propio edificio y del que supuestamente no pueden salir.
Sobriedad narrativa
Si las pandemias es uno de los contextos más concurridos del cine de género en estos momentos, ya sea para hablar de zombies, perdón, infectados, ambientes apocalípticos, o sencillamente el fin del mundo, lo que realmente hay que agradecerle a Goldbart es alejarse por completo de las formas actuales de narración. Nada de cámara subjetiva y tambaleante y apuesta por cierto clasicismo. Así tenemos momentos más o menos inspirados como el del enfrentamiento en el parking, con apenas luz, que logran dotar de cierta atmósfera claustrofóbica la película, mientras se codea con la comedia. ‘Fase 7’ es también una película cómica en muchas de sus situaciones.
A ese humor, bastante equilibrado, hay que decirlo, sin cargar demasiado las tintas, hay que sumar una labor más que correcta de todos sus actores, especialmente Federico Luppi —su momento “fuerte” es toda una sorpresa— y Yayo Guridi, que logran hacer de sus roles algo más interesante que lo que el guión propone. Daniel Hendler está en clara desventaja, aunque parece evolucionar con su personaje; empieza pareciendo idiota y poco a poco se gana la simpatía del espectador, aunque su brusco cambio final parece metido a calzador.
Ese es uno de los principales males de ‘Fase 7’. Su premisa está muy alargada y los diez minutos finales son atropellados y un poco ilógicos argumentalmente hablando. El humor ha desaparecido y sólo queda un incierto futuro para los sobrevivientes a la fase del título, clara denuncia política. Por otro lado, en situaciones con explosiones, disparos, y unas gotas de agradecido gore, pecan quizá de repetitivas, más el extraño comportamiento del personaje de Jazmín Stuart, mera comparsa femenina, con el futuro de la humanidad en su vientre. Con todo, un digno entretenimiento, que se permite el lujo de homenajear la única película como director del gran Saul Bass.
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