Hace poco os hablaba de tres muestras de cine de terror moderno que más bien era un falta de respeto al género. En los comentarios de dicho post uno de vosotros decía una gran obviedad y por lo tanto una gran verdad: que lo mismo podría aplicarse al resto de géneros. Hace poco, en unas de esas sesiones caseras de cine servidor se merendaba dos films que se corresponden, o eso pretenden, al género fantástico y el de ciencia ficción —que como sabéis, no son lo mismo—, siendo en fondo y superficie dos muestras más de la ineptitud existente dentro del actual panorama hollywoodiense cuando se trata de hacer películas para estallar en taquilla. Los engendros a los que me refiero son ‘Dragonball Evolution’ (James Wong, 200) y ‘G.I. Joe’ (G.I. Joe: The Rise of the Cobra’, Stephen Sommers, 2009). Lo sé, no tengo perdón de Dios.
Claro que lo de la taquilla en este caso es relativo. El film de Stephen Sommers, basado en una línea de juguetes de exitosa venta, sí obtuvo excelentes resultados en taquilla, pero el de Wong, basado en una popular serie manga de Akira Toriyama con millones de fans de todas las edades en el mundo entero, se la pegó en su estreno. No me lo esperaba de la primera, sí de la segunda. La de Sommers luce un presupuesto exagerado, la de Wong es bastante cutre. Tal vez menos aparatosidad en la primera y más compromiso en la segunda, hubieran equilibrado un poco la cosa. No hablaríamos de buenas películas, o sí, pero en cualquier caso no estaríamos hablando de dos de los más grandes bodrios perpetrados en los últimos años.
‘Dragonball Evolution’, insultando a diestro y siniestro
Creo que no exagero si me atrevo a asegurar que todos estaremos de acuerdo en calificar a ‘Dragonball Evolution’ como una completa basura. Sí, este tipo de adjetivos utilizados para denominar a una película no quedan bien pero hay veces en las que tenemos que llamar a las cosas por su nombre y dejarnos de tonterías. Que la obra en la que está basada, y que no debemos mencionar para olvidarnos de que tiene relación con este atentando cinematográfico, tenía enormes posibilidades para ser llevada al cine en estos tiempos de grandes avances técnicos que demuestran que ya no hay nada no adaptable, es algo que no hace falta ni mencionar. Aún así, los responsables de este evento se lo han pasado absolutamente todo por el forro ése impronunciable.
‘Dragonball Evolution’ insulta no sólo a los fans de la obra original, sino también al resto de espectadores que buscaban al menos un sano entretenimiento. James Wong, en cuyo currículum está la excelente serie de televisión ‘Expediente X’ (‘The X-Files’), filma un batiburrillo de efectos cutres en escenarios aún más cutres y con personajes a los que lo de cutre sería hacerles un cumplido. Sin el más mínimo respeto por la historia, se nos presentan un montón de escenas muy tópicas y supuestamente espectaculares, dotadas a veces con un escaso sentido del humor como esos diálogos presumiblemente chistosos y que nos hacen preguntarnos si el guionista, un tal Ben Ramsey, no escribiría su libreto un día de descomposición intestinal.
El reparto es de completo chiste. Justin Chatwin logra algo que parecía imposible: que el personaje de Goku nos caiga rematadamente mal. Chow Yun-Fat nunca hizo tanto el payaso de forma tan insoportable; y todo lo que tuvo una vez de actriz prometedora Emmy Rossum aquí se ha perdido totalmente. Y a Stephen Chow, uno de sus productores y fan confeso de la obra de Toriyama, le creía más inteligente. A nosotros sólo nos queda bajar la cabeza, llorando la oportunidad perdida, pero mirando hacia ese horizonte lleno de reboots en el que podemos soñar con alguien con el suficiente valor e inteligencia para rehacer esta cosa.
‘G.I. Joe’, muñequitos saltarines
El caso de Stephen Sommers es verdaderamente preocupante. Tras una ópera prima —con idéntico título a cierta maravilla de Spielberg— de la que no se acuerda nadie, entró en los mundos de Mark Twain y Rudyard Kipling con pobres resultados, después de esa memez titulada ‘Deep Rising’ saborea las mieles del éxito con su primera película sobre la momia y que a más de uno le parece una obra maestra (¡¡!!), se la pega merecidamente con el despropósito de ‘Van Helsing’, vuelve con igual fortuna sobre la momia —para mí con más aciertos—, y ahora termina de perderse con su blockbuster ‘G.I. Joe’ que viene a ser algo así como la enésima prueba cinematográfica de que de dónde no hay no se puede sacar.
El gran Dennis Quaid dijo que había luchado por uno de los personajes por culpa de que uno de sus hijos era fan de los muñequitos de las narices, y es una verdadera pena ver metido a un actor de esta categoría en este producto tan demencial con un personaje absolutamente plano que no le deja a Quaid el más mínimo resquicio para la dignidad. A Channing Tatum y Marlon Wayans, las dos principales marionetas de la función, ya no se les pide tanto pues dan lo que se espera de ellos, nada. El personaje de Joseph Gordon-Levitt es delirante. Sommers juega a la autoreferencia con Arnold Vosloo a cargo de un personaje inconcluso que sugiere continuación, y la aparición de Brendan Fraser es para dejar de ver la película en ese momento.
El mayor problema de la cinta es que Sommers lo exagera absolutamente todo convirtiendo la esperada espectacularidad del film en aparatosas y ruidosas secuencias llenas de efectos digitales que hacen que el concepto credibilidad carezca de sentido. Para colmo, toda la parte final es un descarado plagio —algunos lo llamarán homenaje, sí, un homenaje de media hora— a las batallas estelares de Lucas y su conocida saga galáctica. Nada que no se les hubiera ocurrido a otros antes, pero aquí demuestra una falta de originalidad alarmante, al construir toda la parte final en base a ello.
Algunos os preguntaréis si no me veía venir el desastre, y lo cierto es que sí, pero mi hambre de cine me juega estas pasadas. por mucho tiempo que pase algunos no aprendemos, aunque lo cierto es que para opinar sobre una película al menos hay que verla, digo yo. Eso sí, la sesión se completó con el incompleto visionado de ‘Fast & Furious’ (Justin Lin, 2009) y ‘La momia: la tumba del emperador dragón’ (‘The Mummy: Tomb of the Dragon Emperor’, Rob Cohen, 2009), y digo incompleto porque mientras las veía el dios Morfeo me rodeó con su brazos, algo que no sabré agradecerle lo suficiente.
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