La adaptación de George R.R. Martin puede ser heterodoxa, pero logra un tono propio pendiente en la primera
Hubo una vez que un crítico que asistía al pase de prensa de 'La Guerra del Planeta de los Simios', acabó abucheando al final porque esperaba algo así como una batalla de 'El Señor de los Anillos' pero con monitos y la obra maestra de Matt Reeves, trágica, clásica y paciente, tomaba una vía muy distinta a lo que se esperaba de un blockbuster de sus características. Terminada la temporada 2 de 'La casa del dragón' parece que vuelve a pasar lo mismo, una y otra vez, y hay una especie de cruzada de enfados porque la serie no les ha dado lo que esperaban.
No deja de ser paradójico que en el tramo final de ‘Juego de Tronos’, con la que esta ha mostrado sus primeras conexiones directas, se criticó que no había oxigeno entre movimientos, que todo resultaba acelerado y sin el suficiente tiempo para cocer cada una de las impactantes vueltas de tuerca que quizá George R.R. Martin no se hubiera atrevido a macerar tan vertiginosamente. Hoy, este final de 'La casa del dragón' parece uno de aquellos de los de la primeras temporadas, en las que los episodios finales tenían un poso anticlimático, amargo y con más posibilidades abiertas que resoluciones.
Algo bastante similar a lo que ofreció, en general, todo el recorrido mejor recordado de la adaptación de HBO, aunque esta no esté siempre a la altura de ese germen. En realidad, la primera temporada estuvo muy lejos de los mejores momentos de la original, con una producción llena de cartón piedra, pelucones, fotografía por debajo de lo esperable y efectos inferiores. Sin embargo, su éxito ha creado unas expectativas que quizá no se han calibrado antes de arremeter contra ella.
Lo cierto es que, con sus subidas y alguna bajada, la temporada 2 ha sido mucho más sólida, entretenida y engrasada que aquella, incluyendo el episodio 8, un estupendo final sobrio que para nada supone una vuelta al punto de inicio. Es posible que muchos esperaran batallas, fuego y destrucción, pero el resultado ha sido la conclusión de una excelente partida de ajedrez entre dos personajes cuya lucha de poder viene marcada por sus propias limitaciones dentro de sus respectivas cohortes.
Esto es 'Juego de Tronos'
El toma y daca ha sido apasionante, pero la acusación principal es de que solo "hablan mucho", por lo que parece que ya no hay distinción entre diálogos bien escritos y mal escritos. Sí que hay que reconocer que la subtrama de Daemon debería haber sido comprimida, lo que pasó exactamente igual en la segunda temporada de ‘Juego de Tronos’ con Arya en Harrenhal, escenas redundantes y estiradas que llevan a lo sumo 10-15 minutos de la mayoría de capítulos, pero desesperan en comparación con el resto, precisamente por haber sido brillante.
Es normal cuando tienes tantas ramificaciones alternativas aturullarse al sincronizar todo, porque en el libro puedes olvidarte de un personaje y volver a él mucho más tarde, la diferencia aquí es que, discúlpenme, Matt Smith es divertidísimo de mirar y es fácil acabar adorando el bicho raro que es. Además, la temporada se beneficia de tener solo ocho episodios en vez de diez, se pasa volando y no se echan en falta más, en todos los aspectos, desde la dirección y puesta en escena o la fotografía, es una mejora constante de la anterior.
Aquella tenía una neblina “de media” en el objetivo, insufrible e inexplicable para una producción de 20 millones por capítulo, pero además, todos esos primeros episodios eran una inversión muy paciente para poder disfrutar de esta lucha de estrategia: juegos de bloqueo, envíos fuinos de comida para el manejo de las masas, con muerte pública otros... El desarrollo ha sido un juego de tortura de pellizco y movimientos bajo bambalinas deliciosamente perversos que recuerdan incluso a algunos libros posteriores de la saga ‘Dune’.
El punto de inicio, opuesto al final
Tampoco se entiende la sensación de que “no ha pasado nada” al final cuando tenemos a Alicent ofreciendo el trono y aceptando que Rhaenyra consiga la cabeza de su hijo, con tremendas escenas a nivel interpretativo, con una Emma D'Arcy a un nivel exquisito. Es imposible que esto sea una vuelta al mismo punto de partida porque cambia la dinámica y es ahora Alicent la que se acerca... una progresión lógica que muestra a la Targaryen más dura que nunca.
Y es que parece que muchos olvidan que el episodio empieza con Aemond suelto, destrozando pueblos en el minuto uno, lo que fuerza las posturas de cada una, en especial a la madre del rey, que acepta un sacrificio porque ella quiere salvar al menos a Halaena de la locura de su hermano, lo que está planteado previamente. Pero el hecho de que una madre venda a su hijo... el cómo ha hincado la rodilla ante esa exigencia, es al mismo tiempo un cierre devastador, más que potente para un final, y un mecanismo abierto, porque no sabemos si es una trampa…
Puede que todo esto no sea suficiente porque la gente está esperando, por supuesto, dragones, pero parece que nadie entiende que su presencia es como la bomba atómica en la guerra fría nuclear. En cualquier caso, la lucha de poder ha pasado a una nueva fase y desde la danza de los dragones a la elección de los bastardos todas las apariciones han sido un verdadero espectáculo, con más mitología y escenas rayanas al terror con FX mejorados respecto a la anterior.
Con calma pero hacia adelante
Las escenas "de acción" con las criaturas hacen contener el aliento ante la majestuosidad terrible de bestias imponentes que entiendes por qué se consideran casi dioses, siendo el episodio cuarto es uno de los mejores de todo el recorrido de JDT. Pero, de nuevo, la esencia original fluye, puesto que la idea es que haya más intriga de palacio que otra cosa. Los dragones son poder, y la serie trata sobre cómo no tener que usarlos. Con todo, muchas decisiones a priori pequeñas son más que trascendentes, porque cambian la jerarquía.
Por mucho que se repita que en la temporada no ha pasado nada no se va a hacer cierto. Al menos han tenido lugar muchos, muchos más eventos que en la anterior, en la que lo que más pasaba era el tiempo. Tenemos la coronación de Aegon, el cambio a Aemond, las matanzas de Riverlands, bloqueos de mar, infanticio, intento de asesinato de Rhaenyra, motines y esos dos momentos clave con los dragones, donde se cambia de Rey, muere una princesa o se toma una ciudad. Por tener hasta ha tenido una felación explícita, que nadie había pedido pero ha roto una línea roja de la serie.
Terminar temporadas con la típica muerte inesperada de una personaje o la batalla que toque porque sí ya cansa, o peor, puede caer en la caricatura. Aquí se ha visto más ‘Juego de tronos’ que en las últimas temporadas de ‘Juego de Tronos’ y el final del recorrido dibuja un escenario absolutamente diferente en todo, desde la inversión de papeles absoluta, movimientos de tablero fríos y con una falsa sensación de que el poder se ha acumulado a un lado, que nos va a dar un bofetón a la vuelta, en esa temporada 3 que ya han anunciado como la que mostrará esa guerra de dragones que todos queremos ver. Pero recordemos lo importante que es tener todo colocado en su lugar y lo frustrante que sería un polvorín hecho con prisas por exigencias de los fans.
En Espinof | Las mejores series de Max en 2024
Ver todos los comentarios en https://www.espinof.com
VER 19 Comentarios