Sean Anders, responsable de películas siempre dentro de los márgenes de la comedia comercial y moderadamente familiar (escribió 'Jacuzzi al pasado' o 'Somos los Miller', dirigió 'Desmadre de padre', 'Cómo acabar sin tu jefe 2' o 'Padres por desigual' y secuela), firma con 'Familia al instante' una producción decididamente chapada a la antigua. Lo cual no necesariamente es una mala noticia.
Las modas actuales imponen comedias más agresivas y desfasadas, centradas en sus estrellas y en hi-concept llamativos, y es relativamente reconfortante encontrarse con una que no adopta un tono blanco y conciliador como una pose de urgencia para ganarse una calificación por edades contractual, o como recurso sarcástico, sino que se nota que lleva ese estilo familiar muy a gala. En 'Familia al instante' se nota, además, que lo que cuenta procede de una experiencia personal de Anders.
Anders adoptó con su mujer unos niños más mayores de lo habitual, alguno incluso en la preadolescencia, y fue un auténtico infierno, al haber pasado todos ellos por sucesivas casas de acogida. Pero al final compensó, cómo no podía ser de otro modo, y ese proceso es el que cuenta 'Familia al instante', en el que Mark Wahlberg y Rose Byrne intentan hacerse con el afecto de un trío de hermanos hispanos de edades escalonadas y progresivamente más conflictivas.
El choque entre el matrimonio blanco y solvente y un trío de chavales cuya madre está en la cárcel y que se han visto obligados a no encariñarse con nadie, desarrollando formas de afecto absolutamente disfuncionales, es el núcleo de la película. En ella Anders maneja recursos aprendidos en sus anteriores producciones, pero también se adentra sin pudor en terrenos más emocionales.
De ese modo, Anders juega a veces con la comedia loca y gamberra, llegando a la caricatura grotesca en personajes como los de las abuelas o algunas de las otras parejas que quieren adoptar, y su potencia se ve incrementada, de forma muy interesante, precisamente por la cotidianeidad que impregna las secuencias dramáticas. Sin excesiva sensiblería, sin tragedias ni giros sorprendentes, tanto la comedia como el drama funcionan a baja intensidad, y es ese retrato sin estridencias de una familia normal con aspiraciones normales lo que da su principal valor a la película.
'Familia al instante': las penurias de la adopción
Aunque siempre es complicado determinar si una película de estudio con un mensaje tan claro y explícito como éste puede ser calificada de "honesta", lo cierto es que 'Familia al instante' juega bien sus cartas. Por ejemplo, en su segunda mitad se centra tanto en la mayor de los chicos adoptados (Lizzy, una estupenda Isabela Moner -futura Dora la Exploradora- a la que no cuesta predecir un futuro de estrella), como en un cambio en la situación de la familia que les obliga a decidir si es más importante el deseo sincero y generoso de ser padres o el futuro emocional de los chicos en adopción.
La respuesta es la predecible, pero sirve para dejar clara por una vía alternativa el auténtico mensaje de la película: reivindicar la utilidad del sistema de adopciones. Para ello usa herramientas como unas interpretaciones muy bien ajustadas al guión o personajes como la de la desternillante pareja de supervisoras (Octavia Spencer y Tig Notaro), que van instruyendo al espectador sobre procesos y problemas habituales de forma simpática y natural, sin que el film resulte artificial o discursivo en exceso.
El resultado es apacible y reconfortante, que es justo lo que busca la película. Curiosamente, 'Familia al instante' juega en una liga más dócil que comedias aparentemente más gamberras como la mencionada 'Padres por desigual', de temáticamente también familiar, pero enhebra su discurso de forma más coherente. Donde allí la moraleja funciona como un pegote, aquí discurre con naturalidad entre risas y dramas cotidianos. Sin ser nada del otro mundo, ya es toda una agradabilísima sorpresa.
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