El primer error que podemos cometer a la hora de adentrarnos en 'Exterminad a todos los salvajes' ('Exterminate all the Brutes') es creer que lo nuevo de Raoul Peck ('I am not your Negro') es un documental al más puro estilo de la palabra. Y no lo es. Ni lo pretende. Es un ensayo y de aquí vienen las mayores virtudes y defectos de los cuatro episodios que entre hoy y mañana llegan a HBO España.
Una vez asumido esto —y, creedme, no se tarda nada en que quede claro— la exposición sobre el colonialismo, sus orígenes y consecuencias, del cineasta afroamericano es imparable. La sosegada narración de Peck deja constancia de dos cosas. La primera es que, para él, esta historia es muy personal, un proyecto de pasión. La segunda es que esto es su opus magnum y nadie trastea con él.
"No existen los hechos alternativos"
Acompañado por múltiples recursos visuales (desde imágenes de archivo hasta animaciones y reconstrucciones/dramatizaciones), el discurso de Peck salta (quizás demasiado abruptamente) de momento a momento y punto geográfico a punto geográfico en la historia del colonialismo moderno. Tan pronto está hablando del Congo belga en el s. XX como de la matanza de la tribu Seminole en Florida del siglo XIX o de la Europa del XV provocando cierta sensación de dispersión en el relato.
Pero, aunque disperso, el documental va muy de frente con sus intenciones de reivindicar los hechos (y discernir su sentido) frente a lo que se cuenta en los libros de Historia. "No existen los hechos alternativos" será la primera gran máxima de todas las que lance el cineasta en su propuesta de exponer la Historia tal y como ocurrió y no tal y cómo nos la cuentan. Considerando que quien narra la Historia oficial es el vencedor, el hombre blanco.
Y el peligro no es tanto lo que es la Historia oficial, sino la oficiosa: el relato popular, lo que se queda en la memoria. Peck contrasta ciertos episodios históricos con cómo se cuentan en el cine (en el segundo episodio, por ejemplo, se detiene en El Álamo y su adaptación de John Wayne).
Dominar el relato es importante y consciente de ello, el cineasta infunde una fuerza inmensa en su disertación. El ensayo es duro y no ceja en su empeño y crítica hacia la violencia y la supremacía inherentes en los diversos episodios de colonialismo que se han ido viviendo a lo largo y ancho del mundo y de la historia de la humanidad. Pese a esta dureza, la infusión poética de la narración aligera el tono.
Llama la atención la elección de Josh Hartnett como el rostro del colonizador anónimo al que vemos en distintos escenarios y épocas. En estas dramatizaciones se encuentra lo que más puede llegar a sacar del ensayo ya que no termina de estar claro qué estamos viendo exactamente en tal o cual escena.
Peck, además, acompaña el documental con su propia vida: cómo de pequeño huyeron de Haití, vivió en el Congo, regresaron a Estados Unidos y cómo se fue fraguando sus intereses y su obsesión, por decirlo de una manera, por explorar la experiencia negra/indígena en diferentes puntos del mundo.
Un relato algo disperso y pretencioso
Si bien eso añade una buena capa de sabor al documental, hay cierta pretenciosidad en la exposición del cineasta. Como si no tuviese en cuenta que vivimos en una era de revisionismo histórico y él fuese el único ser de luz que viene a quitarnos las vendas y abrirnos los ojos a una realidad. Tampoco digo que esté "predicando al coro", como dice la expresión anglosajona, pero el punto de vista "no blanco" del que presume el documental no es tan raro de ver.
Quizás esa sea la mayor magia de la obra de Peck que, incluso cuando no nos descubre nada (poco o mucho dependiendo del grado de conocimiento de cada espectador), usa su obra para plantear una tesis de la humanidad devorándose a sí misma y cómo esa historia no para de repetirse (de aquellos polvos vienen los lodos del auge del neonazismo).
En definitiva, 'Exterminad a todos los salvajes' es tan potente como algo manipuladora (tramposa, si lo preferís), un encomiable dominio de la narrativa logra que estemos cada entrega pegados a la pantalla con el hipnótico balanceo de las imágenes, la voz y la exposición infatigable de la tesis del documentalista.
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