Hubo una época en la que no tenía problemas en decir que mi género favorito era el terror, tanto por ser un adolescente con una gran debilidad hacia el mismo —hasta me lo pasaba en grande con películas que hoy en día considero flojas en el mejor de los casos— como por el hecho de que aún estaba descubriendo grandes joyas del género como ‘Al final de la escalera’ (‘The Changeling’, Peter Medak, 1980) o ‘El fotógrafo del pánico’ (‘Peeping Tom’, Michael Powell, 1960) —esta última la comentaré a su debido momento en mi ciclo sobre cine de psicópatas—, pero en los últimos años todo ha resultado mucho más monótono, por lo que he ido perdiendo progresivamente el interés en estas obras.
No me entendáis mal, siguen haciéndose películas de terror bastante estimables, pero muy pocas han conseguido apasionarme más allá de escenas muy concretas como me sucedió hace no mucho en el caso de ‘Sinister’ (id, Scott Derrickson, 2012) y cuando una lo lograba, siempre había algo que me dejaba con un sabor agridulce. Aún estaba por encontrar la obra que, sin llegarme a hacerme sentir miedo —eso lo doy por imposible, pues tendría unos 9 años la última vez que una lo consiguió—, realmente me hiciera sentir esperanzas en que el género podría alcanzar la grandeza lograda en multitud de ocasiones en el pasado. Pues bien, esa película ya existe, se estrena este próximo viernes en España y responde al título de ‘Expediente Warren: The Conjuring’ (‘The Conjuring’, James Wan, 2013).
La madurez de James Wan
La carrera de James Wan se había centrado hasta la fecha en la realización de películas de terror de bajo presupuesto que luego daban grandes alegrías a sus productoras. Con la salvedad de la estimable ‘Sentencia de muerte’ ('Death Sentence', 2007), seguramente la mejor película sobre justicieros urbanos de los últimos años, Wan había ido puliendo sus dotes para la puesta en escena a medida que su carrera iba progresando, y en ‘Expediente Warren: The Conjuring’ alcanza tal maestría que lo único negativo que puede extraerse de la misma es que ya ha dado todo lo que podía aportar al cine de terror y le toca pasar página —algo en lo que también apunta el hecho de haber aceptado encargarse de ‘Fast & Furious 7’—.
El primer logro de Wan en el caso que nos ocupa es una inédita combinación en los últimos tiempos entre una elegancia formal indiscutible y un elaborado diseño de cada uno de los planos sin por ello renunciar a una medida atmósfera en la que demuestra tener un control total de los mecanismos del terror. Es cierto que hay varios sustos de los que podríamos tildar de meras subidas del sonido, pero hay un cuidado extremo para que no sean excesivos y que resulten perfectamente naturales en la evolución de la historia. También sabe aprovecharse de sugerentes apuntes del guión de Chad y Carey Hayes —esa habitación repleta de objetos malditos— y da espacio suficiente a los personajes para conseguir que nos importen, y todo ello sin caer en altibajo alguno en la progresión de la historia. Intachable.
La intrascendente escasa originalidad de ‘Expediente Warren: The Conjuring’
Una cosa que cualquiera debería tener claro antes de ver ‘Expediente Warren: The Conjuring’ es que en ningún momento pretende ser una película revolucionaria a la hora de ofrecer algo novedoso al espectador, sino que su fortaleza reside en exprimir al máximo las posibilidades de una historia que ya ha sido contada, en mayor o menor medida, en múltiples ocasiones. Nunca he terminado de conectar con esa necesidad de encontrar algo distinto en una obra para realmente animarse a encumbrarla del todo, y es que lo realmente importante es dar lo mejor de sí mismo en todo lo que quieras ser, y ahí es donde resulta casi imposible ponerles pegas a la cinta que nos ocupa más allá de un epílogo ligeramente decepcionante.
Otra de las grandes fortalezas de ‘Expediente Warren: The Conjuring’ es un cuidado casting en el que no sólo no hay nadie que desentone, sino que hay espacio para que varios de sus protagonistas demuestren mucho más que su capacidad para ser eficientes en su trabajo. Llevo años diciendo que aún estoy por ver una actuación mala de Vera Farmiga y aquí ofrece una de sus interpretaciones más polivalentes, desde la empatía demostrada hacia la familia protagonista hasta el progresivo deterioro interior a medida que va haciendo terribles descubrimientos sobre lo sucedido en la casa.
El resto de protagonistas adultos tampoco se queda muy atrás, destacando especialmente el trabajo de Patrick Wilson como la roca que ha de sostener a Farmiga y al mismo tiempo demostrar sus habilidades para repeler al espíritu invasor y Lili Taylor como la víctima ideal para que dicha entidad vaya ganando fuerza de cara al milimétrico y estupendo clímax. Por lo demás, Ron Livingston demuestra su solvencia en un rol más secundario y, en lo que era uno de mis grandes miedos, todas las niñas cumplen con su cometido a la perfección.
El trabajo de ambientación refuerza la sensación de estar en los años 70 sin dejarse llevar por la peligrosa tentación de recargarlo todo en demasía y caer en el absurdo, algo a la que también ayuda el acertado tono visual introducido a través de la fotografía de John R. Leonetti. Por su parte, la música de Joseph Bishara no cae en grandes alardes y se limita a potenciar el cuidado trabajo en la creación de una atmósfera por parte de Wan. De nuevo, poco o nada que objetar.
No pasé miedo en ningún momento durante el visionado de ‘Expediente Warren: The Conjuring’, pero lo que sí comprendí perfectamente es que no me costaría entender que haya muchos cinéfilos, en especial los no muy curtidos en el género, que puedan pasar un mal rato viéndola. Aún hay esperanza para el cine de terror, su nombre es James Wan.
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