Nada más lejos de mi intención que querer parecer un "abuelo cebolleta" cuando suelo aseverar que el cine de terror no es lo que era, pero lo cierto es que en los últimos tiempos —y entendamos como tales casi las dos últimas décadas— la esencia del miedo que se podía palpar en la pantalla ha ido dejando espacio cada vez más a los sustos facilones, esos que vienen precedidos por un súbito golpe de efecto en la música y que provocan, sí o sí, el griterío general en la sala de cine por parte de las féminas más impresionables. Atrás quedan pues los tiempos en los que el género se dedicaba a escudriñar los orígenes de nuestros miedos y fobias y los explotaba con efectivas producciones que hacían de la opresión y la creación de ambientes malsanos sus más efectivos valores.
Tanto es así que, amante desde tiempos inmemoriales del terror cinematográfico, conforme la evolución del género daba más importancia a los nuevos patrones y casi relegaba al olvido los antiguos, he ido abandonando el acudir a las salas cada vez que se estrena una nueva cinta de "sustos" y 'Expediente Warren. The conjuring' ('The Conjuring', James Wan, 2013) no habría sido una excepción de haber hecho caso omiso a la vehemente crítica que mi compañero Mikel publicaba sobre ella hace unos días. A la vista de los soberbios resultados de la última producción del responsable de 'Saw' (id, 2004) ahora sé que, de cara al género, puedo confiar plenamente en su criterio.
Dejémoslo claro desde el principio, 'Expediente Warren' no sólo se las apaña ella sola para devolver al género de un plumazo gran parte del prestigio que ha ido perdiendo durante el transcurso de los años sino que, y ahora abundaré en ello, es una de las cintas más terroríficas que he tenido la oportunidad de ver a lo largo de mis más de tres décadas de cinefilia, un logro que se hace aún más evidente si se considera que James Wan consigue transmitir auténtico terror a la platea haciendo gala de una espléndida contención de formas y de un permanente y consciente aislamiento de formulaciones actuales.
Es por este último motivo por el que podríamos comenzar afirmando que, en lo que al cine de género respecta, 'Expediente Warren' es un filme de factura y modales clásicos, descubriéndose su realizador como un perfecto conocedor de los resortes que, activados uno a uno, y de muy sutiles maneras, son capaces de ir construyendo situaciones que terminen por hacerse insoportables de cara al respetable. Tanto es así, que si en los últimos años uno podía saber que estaba viendo una película de miedo por el desgaste de las gargantas de los vecinos de butaca, lo atenazante del pavor que destila Wan provocaba —al menos en la sala donde acudí a verla— un estado de conmoción perpetuo en el que no se llegó a escuchar ni un sólo grito de pánico.
Tamaño logro —porque, no nos equivoquemos, es un logro en toda regla— se traduce en la paulatina creación de un ambiente insoportable que transpira por cada fotograma del metraje; o, en términos más llanos, de un "mal rollo que te pasas" de principio a fin, no dejando Wan nada al azar en la precisa narración de un relato que, sorpresa, no cuenta con ningún elemento novedoso que no hayamos visto ya cientos de veces en otros tantos filmes.
Paren de leer cuando les suene algo de la lista siguiente: muñeca poseída con el rostro completamente deformado, casa encantada, familia que se muda con mucha ilusión a la misma, fenómenos paranormarles inexplicables, un sótano que estaba misteriosamente tapiado, una fuerte presencia demoníaca, la intervención de unos expertos en limpiar casas, algo de historia antigua sobre la misma en la que interviene una bruja y algún que otro sacrificio ritual...y no sigo. Que ¿dónde se han detenido? Lo que les decía, todo, absolutamente todo en este filme está extraído de otros —y no me voy a entretener en citar a esos otros, cualquiera de vosotros podría darme diez ejemplos de los mismos sin pestañear—.
¿Cuáles son pues las razones que hacen que 'Expediente Warren' funcione a la perfección? Para empezar, la soberbia puesta en escena de Wan, un realizador que hace de la claridad expositiva su máxima y que huye, como ya he afirmado hasta el hastío, de golpes de efecto, montajes rápidos y engañosos o de la dependencia excesiva en la hemoglobina y la casquería y que, además, se apoya constantemente en el ajustado reparto de la cinta, un reparto que, con nombres como Lily Taylor, Patrick Wilson o Ron Livingston encuentra su punto álgido en la inquietante presencia de Vera Farmiga, una actriz que confirma aquí lo que ya muchos hemos ido intuyendo este año en los capítulos de 'Bates Motel': que sus bellas facciones y azulada mirada esconden una determinación con la que muy pocas actrices cuentan hoy en día.
Uniéndose a la labor de dirección e interpretación, el guión escrito a cuatro manos por Chad y Carey Hayes utiliza todos los citados arquetipos a su alcance para jugar con ellos de tal manera que la constante sensación de familiridad con lo que está a punto de ocurrir sea el mejor arma arrojadiza contra el público: la anticipación del miedo, y la lenta pero segura construcción de cada momento es lo que provoca que los nervios de los asistentes a la proyección estén expuestos durante todo el metraje al antojo de los maquiavélicos manejos de la pareja de guionistas.
Por todo esto, y todo aquello que la letra nunca será capaz de capturar, resulta comprensible el porqué del éxito que 'Expediente Warren' ha conseguido en su primer fin de semana en la taquilla americana, logrando recaudar cerca de 42 millones de dólares, una cifra que supera con mucho las grandes expectativas que Warner tenía puestas en el filme y que hablan, desde otro ámbito, de las ganas del público de pasar miedo en los cines. Pero no cualquier tipo de miedo, miedo de verdad. Uno del que este filme puede alardear tener a manos llenas.
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