'El exorcista del Papa': el carisma de Russell Crowe revienta la pantalla en una aventura de terror y posesiones vista como cine espectáculo de Semana Santa

'El exorcista del Papa': el carisma de Russell Crowe revienta la pantalla en una aventura de terror y posesiones vista como cine espectáculo de Semana Santa

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El cine de terror tiene un apartado especial para dos géneros que nunca dejan de tener películas, sea la década o clima político que sea, uno es el de los tiburones asesinos, y el otro el de las posesiones católicas y los exorcismos romanos, por ello no sorprende que se estrene en fechas señaladas de Semana Santa una película comoEl exorcista del Papa’, una versión lujosa y sin remilgos fantásticos de un concepto muy dado a la explotación de un mismo clásico: ‘El exorcista’ (1973).

Como las películas de zombies de George A. Romero, pocas obras pueden responsabilizarse de crear todo un género que parece no agotarse nunca. Probablemente, salvo la única secuela oficial, ninguna ha estado a la altura de la de William Friedkin. Pero al público, y a las productoras de cine les da igual. El género de las posesiones es tratado con honores y pocas películas de terror de estudio reciben un presupuesto digno y el tratamiento comercial a lo grande como estas. No por casualidad esta está protagonizada por Russell Crowe.

Lejos de ser un subproducto en el que te encuentras a un actor en horas bajas, la película le da la oportunidad de hacer uno de sus mejores papeles de los últimos años, probablemente desde que mostró su vis cómica en ‘Dos buenos tipos’. Aquí encarna al jefe de los exorcistas del Vaticano Gabriele Amorth,—sobre quien Friedkin hizo un documental–, lo que hace que la película tenga sobre los hombros cierta responsabilidad, puesto que es una figura respetada y conocida dentro de la iglesia. Esto hace que el presupuesto sea holgado, la producción llena de localizaciones y el concepto de la película de gran escala.

Más 'Posesión infernal' e 'Indiana Jones' que hechos reales

Algo se huele Hollywood con el reboot-secuela de ‘El exorcista’ de Blumhouse que no dejan de aparecer películas de exorcismos con gran presupuesto. Si el año pasado teníamos la versión femenina de la idea con 'Reza por el diablo' —y su prima mexicana, ‘La exorcista’—, que se quedaba un tanto tímida en ofrecer una visión para adultos, en España hemos visto la más crítica con el proceso en la muy infravalorada ’13 Exorcismos’, la cara real de la controversia del ritual y el problema de sus posibles víctimas, con un caso español que, en realidad, es una tragedia.

‘El exorcista del Papa’ también tiene un caso en Castilla, supuestamente sacado de las memorias del sacerdote, pero su enfoque no puede ser más diferente. Si Hollywood tiende a ponerse solemne cuando trata casos reales de exorcistas que cuentan su historia, como cuando Anthony Hopkins fue un maestro exorcista en la más sutil ‘El Rito’ (2011), aquí el cineasta Julius Avery toma la vía del gran espectáculo circense, convirtiendo a Crowe en un peculiar Indiana Jones con Sotana en un enfoque aventurero que ya puso en práctica Demián Bichir en ‘La monja’.

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Y algo del universo Warren hay en esta nueva película de posesiones, principalmente en el hecho de convertir a un protagonista casi en un superhéroe de tebeo, aunque lejos de centrarse en los sustos como las producciones de James Wan, prefiere la exhibición teatral de fuerzas malignas, la representación del bien contra el mal como un zarandeo de efectos paranormales, luz, fuego, explosión y levitaciones imposibles, centrando el proceso del exorcismo en vencer alucinaciones pirotécnicas y de imágenes de impacto.

Un personaje del que veríamos una serie

Sin embargo, lo que realmente marca la diferencia con las películas Warren es que el personaje principal está mucho más trabajado. Crowe es un torrente de carisma, realmente está muy bien escrito y consigue que el pasado de partisano del Amorth real juegue a favor para acaparar todas las simpatías del espectador, que además puede disfrutar del actor montando en Lambretta por las calles de Roma, con su sotana y calcetines rojos. Además repite su hazaña de recorrer Europa hasta España y de vuelta a Roma que hizo en ‘Gladiator’ en tiempo récord.

El exorcista italiano está a medio camino entre el Van Helsing de ‘Drácula de Bram Stoker’ y el padre Vergara de ‘30 Monedas’, pero además, la película entra también en luchas intestinas vaticanas que recuerdan a aquella y la añorada serie de ‘El Exorcista’. Esta subtrama esconde un fondo interesante sobre la expiación de los pecados de la iglesia que funciona como dardo envenenado, dejando en el aire la idea de que la inquisición y otras controversias de la iglesia son obra del diablo, que quiere destrozarla desde dentro.

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Un comentario nada gratuito en una época en la que las facciones más conservadoras de la iglesia parecen conjurarse contra “el Papa progresista”, que aquí puede virtualizarse en la figura de Franco Nero como el Santo Padre, una elección de casting que es toda una declaración de intenciones. Pero la idea no acaba ahí, y el clásico “trauma” del exorcista cambia aquí un exorcismo que sale mal por desatender el grito de auxilio de una víctima de abusos sexuales eclesiásticos. Dirán que esta es otra película de propaganda religiosa, pero vaya con la propaganda.

Madera de gran franquicia de terror

Afortunadamente ‘El exorcista del Papa’ es de esas películas que no sostienen demasiado sus momentos solemnes y nunca deja que la gravedad contamine su representación mitológica del propio ritual, la lucha con el demonio que se apropia de formas y maneras de las exploitation italiana más despreocupada, con maquillajes grotescos, cuellos que se tuercen, fluidos volando y una cinética de los poseídos que recuerda en muchos momentos a la saga ‘Evil Dead’. Como en su ‘Overlord’, Avery ofrece una visión del terror de gran presupuesto con alma pulp, aunque le falta ese mismo punto de poderse volver más loca y quedarse a las puertas.

Sin embargo, la dirección es impecable y a cambio de una relativa contención nos regala un diseño de producción asombroso, con pasadizos llenos de cráneos, cámaras ocultas como osarios malditos que sigue la tradición de cine con el mal escondido en subterráneos o muros de viejas iglesias presente en el episodio de la serie de la Hammer ‘Misterio’, llamado 'And the Wall Came Tumbling Down' (1984), 'El Príncipe de las tinieblas' (1987), ‘El engendro del diablo’ (1989) o, por supuesto, las dos precuelas de ‘El exorcista’ aparecidas en 2004.

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‘El exorcista del Papa’ es una verdadera sorpresa que toma todos los elementos conocidos del género y los sube de volumen en un tono pulp con levitaciones, fuego y acción que funcionan gracias al humor sardónico y siempre presente de su personaje principal, una apuesta de terror y aventura de estudio que no se corta con el gore y que en un mundo cabal debería convertirse en una franquicia que podría serializarse como una novela gráfica de Vértigo, con Crowe y su alumno buscando puertas del infierno por el mundo como el James Wood de ‘Vampiros’ de John Carpenter. David Gordon Green tiene el listón muy alto.

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