Cuenta la vida del rapero Xatar y es el mayor éxito de taquilla de Fatih Akin: 'Oro puro (Rheingold)' nos sitúa en una Alemania carcomida por el racismo y la corrupción

El alemán Fatih Akin es un director siempre digno de interés, con una loable afición por el riesgo, aunque no siempre esté a la altura de las expectativas creadas. A pesar de que han pasado casi veinte años del éxito crítico y popular de la conmovedora 'Contra la pared' (2004) y que está continúe su mejor película, el cineasta sigue estrenando regularmente en España, despertando posiciones enfrentadas entre los especialistas y consiguiendo, lo que no es poco, que cada película sea diferente a la anterior sin perder una suerte de sello autoral.

Desde entonces, sus películas sus irregulares, a veces insatisfactorias, a veces irritantes, otras veces simplemente fallidas y olvidables. Entre ellas, destacan la ambiciosa 'Al otro lado' (2007), premio del jurado y mejor guion en Cannes; la decepcionante 'Soul kitchen' (2009) y la tramposa e ideológicamente confusa 'En la sombra' (2017), protagonizada por Diane Kruger.

Su penúltima peripecia, 'El monstruo de St. Pauli' (2019) se inspiraba en la historia real de Fritz Honka para hacer una aproximación al psychokiller en forma de una grotesca comedia negra que no siempre caía de pie. Tres cuartos de lo mismo puede decirse de 'Oro puro (Rheingold)'.

No se trata de una película especialmente lograda, sí interesante, pero su retrato de la vida del rapero Xatar en forma de relato criminal de caída y redención se las ingenia para escapar del molde del típico biopic hollywoodiense.

'Oro puro (Rheingold)' posee buen ritmo pese a su duración excesiva, a ratos trepidante, algo tramposa, algo lastrada por el peso de su ambición y que al final termina traicionándose a sí misma (¿de una forma similar a 'En la sombra'?) pero lo suficientemente sugestiva como para merecer una reflexión y un comentario pormenorizado.

Es decir, una obra cien por cien Akin, este autor al que ante todo hay que reconocer una estimable y casi obsesiva perseverancia en retratar la cara más sucia e incómoda de su país, lejos de su imagen como la potencia más poderosa de Europa.

Crudeza, dolor y redención a ritmo de rap callejero

'Oro puro (Rheingold)' está armada a partir de un largo flashback que narra la vida de su protagonista hasta su ingreso en prisión a raíz de un atraco frustrado. Esta es, sin lugar a dudas, la parte más valiosa del film. Akin se aproxima a la historia de este delincuente de poca monta relatando sus peripecias con un aura épica y una urgencia pertinente en la que también tiene espacio lo simbólico.

Akin se guarda bien de mostrar a su antihéroe como alguien simpático o cómplice, eliminando casi todos los lazos que el espectador pueda establecer con él, historia de amor a parte. Más interesante resultan siempre sus episodios poseídos por una violencia física y contundente, que recuerdan a los mejores títulos de Van Damme, que su devenir en las convenciones de la "heist movie". El alemán no es Scorsese; tampoco el Hanson de '8 millas', de cuyo modelo consigue alejarse a base de la crudeza de las imágenes y los códigos del género.

Habla del criminal como un producto de una sociedad enferma y decadente (más para un kurdo en la Alemania de la década de los ochenta), y para ello, utiliza las formas y los clichés, que usaron otros tantos cineastas hasta convertirlos en lugares comunes, arquetipos y recursos habituales: de Howard Hawks a José Antonio de la Loma, de Mervyn LeRoy a Jack Hill, de W.S. Dyke a Eloy de la Iglesia, de Michael Campus a Peter Medak, de Robert Benton a Gordon Parks Jr, de Michael Karbeinikoff a Sheldon Lettich.

Y entre todos ellos, Fatih Akin, con su habitual energía, a veces moviendo sus piezas por inercia, otras con relativo acierto, pero siempre apoyándose en demasía en la fuerza de sus efectismos.

'Oro puro (Rheingold)': una oda antisistema... o tal vez todo lo contrario

La película, y su protagonista con ella, vuelve entonces al encierro carcelario de Xatar (un convincentemente furioso Emilio Sakraya) tras intentos infructuosos por hallar el oro del título, que le ha llevado a su celda y en el que no es difícil encontrar resonancias a la cultura y a la mitología alemanas. Akin parece aquí más precipitado y desganando que nunca, más dócil al libro de estilo del biopic, mostrándonos la redención del protagonista entre rejas mediante el rap, la conclusión feliz y predecible de su historia de amor y su progresiva rehabilitación.

Asume la película, con cierta vergüenza, su principal contradicción: ni que sea por el descubrimiento del arte, un superviviente de un sistema corrupto se acaba adaptando al mismo prefiriendo voltear la mirada ante la injusticia medular del mismo.

Fatih Akin intenta redimirse, como el mismo Xatar, con una huida final al realismo mágico (con sirena incluida) que muestra lo obvio de su moraleja y que, pese a intentar ocultar los principales defectos de la película, solo logra hacer más evidentes sus debilidades. No obstante, 'Oro puro' ha triunfado en la taquilla alemana y se ha convertido en el mayor éxito de la carrera de Akin.

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