Después de un tiempo fuera, un investigador y diseñador de robots (Daniel Brühl) llega a su pueblo donde se reencuentra con su hermano (Alberto Ammann) y su esposa (Marta Etura) con la que tiempo atrás tuvo un romance. Convocado para que diseñe a un niño androide con emociones, las cosas se complicarán con prontitud y se perderá el control.
El debut de Kike Maillo viene auspiciado por la ESCAC y cuenta con una factura técnica que fue halagada por no pocos críticos y espectadores, además de un sólido reparto y un aspecto más o menos sorprendente para tratarse de una película de ciencia-ficción española, a caballo entre una estética europeísta y otra más norteamericana.
Empieza muy bien este relato de ciencia ficción y por bien no me refiero a que tenga grandes muestras de originalidad, puesto que la trama cruza, de manera bastante evidente, un triángulo amoroso propio del cine europeo, concretamente francés, con una historia de infantes androides con leves reminiscencias de 'Inteligencia Artificial' (AI, 2001). Ya mi compañero Caviaro mostraba un saludable escepticismo ante la propuesta.
Los problemas, por supuesto, no tardan en llegar y todos ellos pueden sintetizarse, quizás, en una escena, en la que un personaje, no diré cual, termina fatalmente muerto en un acantilado. Es, tal vez, la más ridícula muerte en precipicio, y mira que en el cine siempre hay una tendencia a ratos inverosímil a ponerse tensos al filo de vacíos, que yo recuerde y que dramáticamente está tan injustificada que termina por estropear el conjunto.
Y tampoco quedan claras las intenciones de su cineasta. Hay gestos que auguran un futuro prometedor para el cineasta Maillo, pero su mezcolanza, no del todo lograda, entre melancólico cuento de navidad y relato tradicional sobre doctor al que su Prometeo desencadenado le juega una mala pasada y no termina de funcionar, especialmente si atendemos a que el guión, firmado por Sergi Belbel, Martí Roca, Aintza Serra y Cristina Clemente pierde tiempo al entretenerse en un misterio que no es tal y que tampoco otorga grandes reflexiones sobre la naturaleza de la inteligencia artificial al conjunto.
Quedan, por supuesto, muchas cosas para el recuerdo. A un buen primer acto, y unas intimistas interpretaciones de su trío de actores, se le suma la joven y talentosa Claudia Vega, absolutamente brillante como la niña del título y llena de matices y carisma escénico y a su lado el veterano Lluis Homar da una interpretación excelsa, auto-consciente y británica de un androide-mayordomo de lo más peculiar y servicial.
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