Por lo general, las historias de amor en el cine acaban de dos maneras: la pareja supera los obstáculos y se casa (en teoría, el final feliz) o toman caminos separados ante el fracaso de la relación. Habitualmente, las películas norteamericanas se decantan por la primera opción, respondiendo aparentemente a los deseos de la mayoría del público, así que da igual lo difícil que lo pongan los responsables del casting (emparejando actores sin química) o los esforzados guionistas, uno sabe que los protagonistas acabarán casados. ‘Eternamente comprometidos’ (‘The Five-Year Engagement’, 2012) llegaba a las carteleras el mes pasado —con escasa fortuna— como una propuesta inusual dentro del género romántico.
La peculiaridad de la trama radica en que los dos personajes principales ya están felizmente comprometidos en los primeros minutos de la película, y de hecho el director, Nicholas Stoller, confesaba que le interesaba plasmar ese limbo en el que se encuentran algunas parejas, afianzadas pero no casadas. Tom (Jason Segel) ha llevado a Violet (Emily Blunt) a ese lugar especial que marcan los cánones, se ha arrodillado, le ha entregado un anillo, le ha pedido ser su esposa y ella ha dicho que por supuesto. Todo resuelto, entonces. Casi. Mientras preparan todos los detalles de la boda se les presenta un conflicto: una gran oportunidad laboral para Violet que la obligaría a trasladarse durante un par de años a otra ciudad (¡menuda desgracia!). Ni siquiera hay discusión. Tom deja su empleo (como cocinero en un buen restaurante) y la pareja se marcha a vivir a Michigan, posponiendo el matrimonio para cuando regresen a San Francisco. Siguen felices, enamorados.
Pero en la fría Michigan comienza la crisis. Los problemas exagerados, nimios, previsibles, que abundan en el género. A Tom no le gusta la ciudad ni el trabajo que ha tenido que aceptar, se deja barba —que ya sabéis que en Hollywood eso es señal de crisis personal— y se viste como un psicópata de pueblo de montaña. Violet tiene al fin la posibilidad de desarrollar una carrera en la universidad pero cuando llega a casa ve que su relación sentimental se está deteriorando. Y el sexo tampoco arregla nada, él incluso tiene que fingir un orgasmo —a lo Meg Ryan—. En un momento de debilidad, ella tontea con su jefe (Rhys Ifans), y Tom, al enterarse, borracho perdido, se busca a otra. No os cuento más, el final es fácil de adivinar. Y no tendría ningún problema si no fuera porque los protagonistas no sufren ningún cambio, no evolucionan, no han aprendido nada, excepto que es mejor no pensar las cosas y hacerlas. Como sea. Actuar por impulso. Suena bien, como esos consejos que se leen en los azucarillos, lástima que en la vida real las cosas sean un poco más complicadas…
No me entendáis mal, no le pido a ‘Eternamente comprometidos’ que sea un crudo drama europeo, pero al guion escrito por Segel y Stoller —quienes previamente colaboraron en ‘Paso de ti’ (‘Forgetting Sarah Marshall’, 2008), ‘Los viajes de Gulliver’ (‘Gulliver´s Travels’, 2010) y ‘Los Muppets’ (‘The Muppets’, 2011)— le falta ingenio y valentía a la hora de retratar el desarrollo y los vaivenes de la relación, que nunca parece realmente en peligro; sí, la espera les afecta pero de un modo superficial y fácilmente corregible. Los guionistas parten de que Tom y Violet están hechos el uno para el otro, los sacuden con un par de conflictos y se supone que debemos quedar intrigados por si volverán a estar juntos y terminarán casándose, o no, si por el contrario optarán por ser infelices emparejándose con otras personas por las que no sienten nada especial ni tienen tanto en común. Al igual que los protagonistas, el espectador se cansa de esperar a que suceda lo inevitable.
No sorprende encontrar entre los productores a Judd Apatow, principal representante de esa vertiente cómica que apuesta por la incorrección, la improvisación y el excesivo metraje como maquillaje para los tópicos y el conservadurismo de las historias. ‘Eternamente comprometidos’ ofrece algún detalle inusual en este tipo de propuestas pero al fin y al cabo es otra más que se amolda a la manida fórmula. Indudablemente, lo más destacable del film es la irresistible Blunt, mientras que Segel vuelve a repetir el popular rol de Marshall Eriksen —‘Cómo conocí a vuestra madre’ (‘How I Met Your Mother’, 2005-2012)— pero es un tipo gracioso, que tiende a ridiculizarse, y se le disculpa. De los secundarios cabe rescatar a Ifans —aunque se le podría haber sacado más partido—, Chris Parnell —el tronchante doctor Spaceman de ‘Rockefeller Plaza’ (‘30 Rock’, 2006-2012)—, y la pareja formada por Chris Pratt y Alison Brie —una de las protagonistas de la imprescindible ‘Community’ (2009-2012)—. Los fans del género la encontrarán deliciosa y a los demás les puede servir para pasar el rato en una tarde aburrida.
Ver 11 comentarios