Comentaba el pasado viernes en la entrada correspondiente a 'The Fall. El sueño de Alexandria' ('The Fall', Tarsem Singh, 2006) que la dualidad fundamental que caracterizaba al cine del realizador indio hasta el momento era la de que todos sus filmes a excepción del que entonces repasábamos, ostentaban un guión con una premisa de partida original que después se perdía irremisiblemente en la nada adornado con un envoltorio visual de una belleza cuanto menos arrebatadora.
No presente en 'Eternal' ('Self/Less', 2015), no sería muy exagerado incluso afirmar que dicha dualidad ha sido completamente obliterada en la mitad que hacía tan atrayente al cine de Singh, manteniéndose incólume aquella que lo lastraba sin remedio. En otras palabras, que nada hay en el filme protagonizado por Ryan Reynolds y Ben Kingsley que resulte de lo más mediocre en términos visuales y que, en lo que a guión se refiere, esta reimplementación de 'Plan diabólico' ('Seconds', John Frankenheimer, 1966) podría ser más convencional y predecible, pero sería difícil.
'Eternal', thriller hacia ninguna parte
Y no crean que el poder anticiparse en TODO momento a lo que una trama estirada hasta lo indecible va desgranando depende del visionado previo de la cinta firmada por Frankenheimer. De hecho, las concomitancias con ésta resultan inexistentes hasta tales extremos que sino fuera por que ambas cuentan con una premisa inicial que parece calcada en la que hoy nos ocupa, sería harto difícil —sino imposible— relacionar a tan dispares propuestas: la una, un thriller psicológico que no pasaba de parecer un muy bien filmado y estirado guión de cierta serie legendaria de Rod Serling; la otra, una inclasificable mezcla entre thriller de acción y ciencia-ficción que no lleva a ningún lado.
Es precisamente la total y absoluta falta de personalidad la que, llevada al extremo en 'Eternal', termina jugando en contra de la percepción que el espectador se lleva de ella. No en vano, no hay nada aquí que hable en ningún sentido de quién es el cineasta tras el objetivo, y lo mismo hubiera dado que Singh se sentara en la silla de director que lo hubiera hecho cualquier recién salido de la escuela de cine al que los productores de este desaguisado hubieran confiado sus dineros y la viabilidad de un proyecto roto desde su concepción.
Con Singh asumiendo dichas funciones, que la frialdad sea la tónica reinante de las a todas luces excesivas dos horas de metraje es algo imperdonable que, esperemos, el artista sea capaz de remediar con su próxima incursión en la gran pantalla: ni en términos narrativos ni en encuadres, transiciones o algunas de las imaginativas soluciones que le habíamos visto en el pasado se llegan a caracterizan ciento diecisiete minutos que nada dicen al respetable, no ya de quien es el artífice de los mismos, sino de que éste sea alguien capaz de todo lo opuesto.
Partiendo de tan bajos estándares, a lo que asistimos aquí es a un amplio despliegue de constantes naderías, recursos manidos y giros legibles a la legua que convierten a la producción en un viaje carente de estímulos más allá de la sucinta intervención del gran Ben Kingsley y de algún que otro apunte notable de un Ryan Reynolds que hace de la apatía su mayor virtud. De nada sirven los intentos de 'Eternal' de parecer querer emular puntualmente a la trilogía de Jason Bourne —por aquello de ciertas habilidades físicas latentes en el personaje— o de plantear un misterio, el que rodea a Matthew Good, que no podría ser más evidente. Una pérdida de tiempo.
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