Para quien esto suscribe McG es uno de los peores directores de cine que han pisado este planeta, firmante de bodrios del calibre de las dos entregas sobre los Ángeles de Charlie —films en los que su trío de actrices, Cameron Diaz, Drew Barrymore y Lucy Liu, están literalmente insoportables—, y ‘Terminator Salvation’ (id, 2009) —un insulto al universo creado por James Cameron, en el que también sus actores están insufribles—. Resulta curioso que por estos lares no se haya estrenado la que, a mi juicio, es su mejor película, ‘Equipo Marshall’ (‘We Are Marshall’, 2006), un modesto film —ojo,aquí los actores no están mal— que sobresale en lo que se podría denominar subgénero deportivo, tan de moda en los últimos años, y en el que las inquietudes de su realizador quedan mejor plasmadas debido al contexto.
Tres años después de su despropósito sobre Terminator ha tardado McG en volver a dar guerra —dejemos de lado sus tareas de productor en determinadas series de televisión—, y lo hace con un film palomitero puro y duro, pero en el mal sentido de la expresión. ‘Esto es la guerra’ (‘This Means War’, 2012) es una comedia romántica llena de escenas de acción, que mezcla los relatos clásicos de espías con la típica comedia sobre la guerra de sexos. El resultado no tiene gracia ni interés alguno, muy en la línea de lo que su director ofrece en este tipo de cine. Y todo bajo el control en la producción por parte de su estrella femenina, Reese Whiterspoon, quien se hace acompañar de los emergentes Chris Pine y Tom Hardy en el reparto para una premisa que se centra en un triángulo amoroso adornado con tiros, explosiones y desaprovechando todas las posibilidades de la trama.
Timothy Dowling y Simon Kinberg no se han esforzado demasiado en un guión —que bebe sobremanera de un trabajo previo de Kinberg, la infumable ‘Sr. y Sra. Smith’ (‘Mr. and Mrs. Smith’, Doug Liman, 2005)— que bien puede resumirse en tres líneas y que apenas desarrolla nada de su planteamiento. FDR (Pine) y Tuck (Hardy) son dos agentes de la CIA, sofisticados y los mejores en su trabajo, que por providencia se enamoran de la misma mujer (Whiterspoon), naciendo entre ellos, amigos del alma, una rivalidad que termina afectando a su profesión. No sé hasta qué punto resulta vergonzoso ser testigos de cómo ambos agentes utilizan todos los medios a su disposición —hablamos de agentes federales, preparados para la lucha, expertos en armas, y con todo tipo de juguetitos de espionaje— mientras compiten por la chica de sus sueños, a la que Tuck ha conocido gracias a una agencia de contactos y FDR en un videoclub en el que mantiene con ella una vergonzosa conversación sobre ‘Alarma en el expreso’ (‘The Lady Vanishes’, Alfred Hitchcock, 1938).
El guión jamás sobrepasa la premisa, quedando únicamente dos tipos guapos hasta rabiar intentando gustar a la chica de la película, también guapa a rabiar. De fondo una muy breve trama sobre un villano enfadado por la muerte de su hermano y que quiere venganza, algo que se soluciona en apenas cinco minutos de metraje. Tanto Chris Pine como Tom Hardy —que tienen en común haber participado en películas de la saga Star Trek— no tienen ni el más mínimo feeling con Reese Whiterspoon, con la que incluso se intenta alguna escena subida de temperatura dejando en realidad helado al espectador, puesto que la tensión sexual entre ellos es cero. Si nos ponemos críticos en exceso podemos entrever una palpable tensión, pero entre los dos hombres, que actúan todo el rato como si de un matrimonio se tratase. En el fondo nos da igual a quién de los dos elegirá la Whiterspoon porque prácticamente es muy fácil adivinarlo. Si de algo hace gala ‘Esto es la guerra’ es de ser endiabladamente predecible.
McG maneja los tópicos con desgana, y en su mensaje final resulta desagradablemente conservador. Ningún buen chico/a se quedará sin su premio en un mundo lleno de tíos malos —aunque en la película sólo vemos uno (Til Schweiger) y es tonto de remate—, porque el amor, la camaradería y la amistad pueden más que todo. El film jamás termina de arrancar y su final es atropellado, intentando reunir varias cosas. Whiterspoon, Pine y Hardy chupan más cámara que Tom Cruise en sus películas, y únicamente se esboza algo de esperanza en un personaje secundario interpretado por Chelsea Chandler, que da vida a la mejor amiga de nuestra indecisa protagonista, siempre abogando por el sexo como solución y dando consejos radicales. Una pena que su participación quede relegada a un par de ocasiones, y su personaje desaparezca de la función de forma repentina y absurda.
Películas como ‘Esto es la guerra’ no le hacen ningún favor al séptimo arte y empañan el injustamente maltratado cine de evasión. Ni siquiera las pocas escenas de acción que el film posee —hablamos sorprendentemente de una película de poco más de hora y media de duración— están filmadas con ritmo, o poseen algo de tensión o un mínimo de emoción. Para nada. Y la sensación de peligro totalmente inexistente, Pine y Hardy son dos tipos encantadores con problemas en el amor, pero absolutamente infalibles e invencibles como agentes del gobierno. Para colmo, la identidad secreta de ellos se desvela a los cuatro vientos, gracias a la todopoderosa televisión en una sonrojante escena que recuerda a una idéntica de ‘Armageddon’ (id, Michael Bay, 1998) con Will Patton en una situación parecida: su hijo pequeño se emociona al saber que su padre no sólo le quiere, sino que es una de las personas más importantes del planeta, en este caso un agente secreto. Si es que me río por no llorar.
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