Del ecocidio a las redes sociales o, como no podía ser de otro modo en una película de Amat Escalante, las radicales diferencias de clase del México actual. Todo eso (y más) cabe en 'Perdidos en la noche', el regreso del cineasta charro al largometraje tras siete años ausente después de haber firmado esa magnífica visión sci-fi erótica titulada 'La región salvaje' (2016).
Había expectación por saber si Escalante daría continuación a ese tipo de inquietudes, pero por desgracia, 'Perdidos en la noche' no nos devuelve al cineasta de letanías oníricas de aquel largometraje, porque su nueva obra se apuntala en algunas ideas y recursos de 'Sangre' o 'Heli' pero de tono rebajado y con miras a un público más amplio. Estamos ante un thriller social en formato qualité que, si parece perder en potencia narrativa, nos ofrece, por su parte, a una Ester Expósito practicando un acento mexicano intermitente que, a esta plumilla, le ha parecido sólida y convincente.
El deseo y la muerte, como sucedía, no obstante, en 'La región salvaje' también hilvanan la nueva cinta de Escalante. 'Perdidos en la noche' es la historia de Emiliano (Juan Daniel García), el hijo de una activista desaparecida, y su relación con una familia de gringos artistas y con acciones en la explotación minera de la localidad, de quienes sospecha, y cuya hija mayor, Mónica (Expósito), es una influencer de tendencias suicidas.
México, de nuevo un espacio asolado por la muerte
Una cita extraída de 'El sueño de un hombre ridículo', de Fiódor Dostoyevski, levanta el telón de 'Perdidos en la noche' para permitir que la cámara explore una lujosa y moderna mansión en un lago que está vacía. Más adelante sabremos que hay vivía la familia Aldama, pero antes de que eso ocurra Escalante corta la secuencia y nos lleva atrás en el tiempo, cuando varios vecinos de un pueblo discuten un dilema endemoniado: apoyar la construcción de una explotación minera o proteger su tierra.
En unos pocos minutos, la activista señora Paloma pasará de estar defendiendo públicamente su oposición al proyecto a ser apaleada por una pareja de policías que acaban por meterla en el interior de su vehículo para hacerla desaparecer por siempre jamás. Toda la escena del secuestro, captada desde una nocturnidad fantasmagórica que acaba derivando en un rojo sangre, es estremecedora y recupera al Escalante de sus primeras obras.
Cuando regresamos al presente tres años después de esos sucesos, seguimos al verdadero protagonista de la cinta en su investigación por encontrar a su madre y a los responsables de su desaparición. Las pesquisas le llevarán hacia la familia Aldama, artistas, performers y adictos a las pantallas, a que les presten atención y, muy especialmente, al dinero.
Mónica, por ejemplo, emite en directo desde su canal de streaming sus diversas tentativas de suicidio, acumulando miles de visionados. La misión de Emiliano en 'Perdidos en la noche' está predestinada, sin duda, a hacer resucitar pecados del pasado y sus muertos respectivos.
'Perdidos en la noche': gestos de ternura, caídas hacia el abismo
A pesar de que 'Perdidos en la noche' limite la violencia a dos o tres secuencias concretas, sí contiene el Escalante capaz de registrar bellos y tiernos gestos de afecto y de notables rimas visuales notables. El mexicano no ha perdido su habilidad para enternecernos con, por ejemplo, la estampa de dos jóvenes masturbándose mutuamente, como tampoco su interés por ofrecer historias que ahondan en la cara oscura del capitalismo, simbolizada aquí en dos imágenes de caídas hacia el abismo que hielan literalmente la sangre
Ahora bien, por no pocos momentos la trama de suspense de 'Perdidos en la noche' se ensimisma demasiado sin llegar a profundizar en los aspectos que propone. Hay deseo y hay muerte, pero Escalante no es capaz aquí de sacar todo el provecho posible de las ideas que va apuntalando. Hay una subtrama de unos narcos, pero pronto queda diluida hasta parecer apenas un pretexto.
Están los secundarios de la secta religiosa, también desaprovechados. Finalmente, tampoco se entiende el giro que toma el personaje interpretado por Maria Fernanda Osio. Del mismo modo, la fotografía de Adrián Durazo ('Nuestro tiempo') evoca tal vez demasiado la impronta de Emmanuel Lubezki, marca de estilo del nuevo cine mexicano representado por Carlos Reygadas, Alfonso Cuarón, Alejandro G. Iñárritu y demás; y, aunque el conjunto no sobresalga, es al menos un trabajo compacto enraizado con la realidad mexicana.
Algo necesitado de la furia a la que Escalante nos había acostumbrado, pero, en cualquier caso, un thriller en el que el cineasta parece ir en su propia contra, en tanto que más luminoso y esperanzador.
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