Si bien hay un poco de fatiga respecto al género (hubo un momento en el que prácticamente cada par de semanas había uno), de vez en cuando salen joyas incontestables. Es el caso de esta miniserie de tan solo cuatro episodios y que se puede ver en Filmin: 'El quinto mandamiento' ('The Sixth Commandment').
No hace falta ser un detective (sobre todo por el género con el que nos movemos), desde luego, para imaginar que el título de la serie se refiere al "no matarás" —y de ahí el cambio de título en español debido al desfase entre la numeración de mandamientos en el catolicismo y anglicanismo—. Un título bastante apropiado, de hecho, debido a la fe que comparten los protagonistas, tanto víctimas como verdugo.
Nos trasladamos a un pequeño pueblo a las afueras de Buckingham, Inglaterra, para adentrarnos en el caso real de la muerte de Peter Farquhar (Timothy Spall). Si al principio se dictaminó como accidental (pero con cosas sospechosas) no sería hasta algo después cuando todos los ojos se posaron en Ben Field (Éanna Hardwicke), con quien el anciano se había comprometido románticamente.
El true crime tranquilo
Es curioso cómo Sarah Phelps, su veterana guionista experimentada en dramas de misterio (y más en concreto adaptaciones de Agatha Christie), decide acometer este relato. De hecho es casi estremecedor cómo a la hora de contar la historia tanto de Farquhar como de Ann Moore Martin (Annabel Scholey), la otra víctima de Field, decide ahorrarnos (prácticamente hasta el final) el cómo se hizo, el qué pasó en realidad.
De esta manera, el centro está en las víctimas, solitarias pero vivaces, y el manipulador (y seductor) chico de ensueño que aparece en la vida y les llena, poco a poco, de ilusión. No, no es el Joe de 'You' y tampoco es la intención ni de guionista ni de actor de querer serlo en el sentido de que tenemos un retrato despojado de idealizaciones.
En ese sentido Phelps y el director Saul Dibb deciden poner de relieve la inocencia de las víctimas, en ese sentido de ser "bonachonas", que además comparten la importancia y el confort de la fe. Estas son las presas perfectas para los planes depredadores y parasitarios de Field, con quien comparten creencias. Y aquí tenemos una de las grandes virtudes de 'El quinto mandamiento': no busca manipular a la audiencia.
Sí, está claro que logra que el espectador no esté impertérrito ante esta crónica del hacer el mal a cámara lenta, pero la serie logra evitar caer en lo melodramático y exagerado. Esto se nota en otras decisiones narrativas como el qué mostrar, qué dejar para después y qué no contar. O más bien, hasta qué punto meternos en especulaciones en torno a las motivaciones. Aquí, creo, es el momento de hacer un breve paréntesis para hablar del Field de Hardwicke, que equilibra estupendamente una inquietante mezcla entre encanto y abyección.
Es verdad que no hace falta dar al espectador todo masticado y que la vida no da respuestas fáciles, pero el guion de Sarah Phelps decide no entrar en lo morboso. Ni en los detalles del crimen en sí (que hasta el final no lo veremos recreado) ni en la mente criminal. Esto deja cierta insatisfacción de nuestra morbosidad y raciocinio... y funciona.
En definitiva, 'El quinto mandamiento' ha sido toda una de las grandes sorpresas de este 2024. Una miniserie excelente que, en su búsqueda de ser todo lo natural posible (recuerda a la reciente 'Nos vemos en otra vida') a la hora de relatar unos hechos funestos logra ser aún más estremecedora de lo que, quizás, se proponía al principio.
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