'Star trek, la película' ('Star trek, the motion picture', Robert Wise, 1979) es de todas las once cintas que hasta ahora se han estrenado de la saga galáctica la que, probablemente, menos de acuerdo pone a las opiniones que sobre ella se vierten. Hay un inmenso bloque de opinión que nunca ha aceptado el paso de la ligereza de la serie de televisión a la gravedad que revistió la puesta de largo en la gran pantalla de las aventuras del Enterprise; mientras que otras posturas siempre han salido en rápida defensa de la apuesta de Gene Roddenberry por dejar atrás el tono camp de su universo televisivo y, al mismo tiempo, establecer una franquicia que no pudiera ser comparada con la que, dos años antes, había comenzado George Lucas con 'La guerra de las galaxias' ('Star wars', 1977).
El espacio, la última frontera
Cancelada tras tres temporadas que fueron emitidas entre 1966 y 1969, la idea de hacer una película sobre 'Star Trek' se le ocurrió a Gene Roddenberry en 1968, siendo la pretensión inicial del productor y guionista la de acercar al público la historia de cómo se conocieron en la Academia Kirk, Spock y Bones —una idea que, huelga decirlo, sería la que retomara J.J.Abrams para su reboot 30 años más tarde—.
Deshechada por la cancelación del serial televisivo, sería a mediados de los setenta, con el renovado interés por el universo galáctico que había elevado a 'Star Trek' a la categoría de culto, cuando la Paramount decidiría poner en marcha la producción del primer filme, una decisión que la primera entrega de 'Star wars' precipitaría, anunciando la productora en 1978 a bombo y platillo —en la mayor rueda de prensa convocada por la major desde la que organizara de Mille para 'Los diez mandamientos' ('The ten commandments', 1956)— el estreno de la misma para diciembre del siguiente año con la inesperada elección de Robert Wise como director de la cinta. Poco podían imaginar los implicados, la infernal y frenética producción que les quedaba por delante.
Presupuestada en 15 millones, la cinta acabaría costando 46, un presupuesto desorbitado que puso en tela de juicio la capacidad de Roddenberry para asumir las tareas de producción —algo que le terminaría pasando factura de cara a la segunda parte—, derrochándose dinero en la inmensa cantidad de (innecesarias) secuencias de efectos visuales que terminarían siendo uno de los aspectos más criticados de una cinta con una acusada debilidad, que el caos de la post-producción obligó a estrenar sin pases previos y a la que Wise calificaría como un "montaje previo de la película que realmente quería rodar".
Los viajes de la nave estelar Enterprise
Reuniendo de nuevo al reparto original de la serie, con lo negativo —un William Shatner que nunca ha sabido bien qué hacer delante de una cámara— y lo positivo —Leonard Nimoy inconmensurable, como siempre, en su papel como Spock— que ello implicaba, y con las puntuales adiciones de la actriz india Persis Khambatta y un atractivo aunque poco efectivo Stephen Collins como los intereses románticos de la cinta, 'Star trek, la película' acusa un grave problema que terminará afectando como un cáncer a todos los brillantes aspectos técnicos de la producción: su historia.
El relato de cómo el libreto llegó a ser lo que es, daría para un artículo por sí solo, y baste decir aquí que tras incontables bosquejos previos en los que se vieron implicados nombres como los de Ray Bradbury o Harlan Ellison, sería la idea que Roddenberry tenía para el piloto de 'Star trek: phase II', una serie cuya pre-producción había comenzado mientras la Paramount decidía qué hacer con el filme y que el anuncio de la cinta terminaría cancelando, la que terminaría convirtiéndose en el germen de la historia que el guión desarrollaría.
(Atención, spoilers) Dicha idea, la de una sonda espacial de la NASA que regresa a la Tierra tras haber adquirido consciencia propia, sería la que terminaría desarrollando Harold Livingstone, guionista cuyas declaraciones sirven de perfecto punto de partida para poner de relieve el principal problema argumental de la cinta:
Teníamos un maravilloso antagonista, tan omnipotente que poder vencerlo, comunicarse o tener cualquier tipo de relación con él invalidaba el concepto inicial. Nos encontrábamos con una máquina que es un millón de veces más avanzada que nosotros. ¿Cómo íbamos a tratar con ella? ¿En qué nivel?. Conforme la historia desarrollaba la historia todo funcionaba menos el final. ¿Cómo lo resolvías? Si los humanos eran capaces de vencer a tan magnífica máquina, es que no era tan magnífica. Y si realmente lo era, ¿qué podían hacer los humanos para vencerla? ¿Debían vencerla? ¿Quién era el héroe de la historia? (...) Experimenté con gran variedad de aproximaciones...no sabíamos que íbamos a hacer con el final. Siempre terminábamos dándonos contra una pared.
Larga y próspera vida
Si bien durante sus dos tercios iniciales 'Star Trek, la película' avanza correctamente, con un buen arranque —que de paso mete con calzador a los klingon para contentar a los fans de la belicosa raza—, una atractiva exposición y una acto central que funciona de forma intermitente —deteniéndose demasiado en la vida a bordo del Enterprise—, la carencia de acción durante la aproximada hora y media que el Enterprise tarda en contactar con V'ger, la citada sonda —que no es más que una Voyager—, termina provocando un sumo desinterés de cara a lo que el tramo final está a punto de ofrecer.
Festival de efectos visuales de fuerte componente lisérgica —coordinados por Douglas Trumbull y John Dykstra, que creían que no llegaban a tiempo de entregar la copia finalizada— sin ningún tipo de fundamento más allá de alargar la duración de la cinta, el discurrir del Enterprise por el interior de la inmensa nube que V'ger genera a su alrededor toca a su fin cuando los protagonistas bajan en una nave de reconocimiento al núcleo de la entidad y el guión se acerca al temido momento que Livingstone citaba en sus palabras.
Y es aquí cuando todo se desploma. Por más que se haya justificado de manera somera gracias a Illia y a las explicaciones de Spock, el encuentro con V'ger y la fusión hombre-máquina consiguen en el público una expresión de atónito asombro ante la desubicada componente pseudo-metafísica que adquiere el clímax del filme. Un final que pone de manifiesto las equivocadas decisiones que tantas injerencias habían terminado provocando en el desarrollo de la historia y su ulterior traslación al guión.
Y si el efecto rebote de la conclusión para con el resto de la producción queda paliado en parte es gracias, de un lado, a la dirección de Wise y su personal manera de entender lo que 'Star Trek' necesitaba, que demuestra que la decisión de contratarlo fue más que acertada por mucho que le costara incontables disgustos —dicen de él que llegaba todos los días al rodaje con espíritu optimista y una sonrisa en el rostro y se iba a final de la jornada cabizbajo y harto de Shatner y sus constantes intromisiones—; y, del otro, a la maravillosa partitura de Jerry Goldsmith, que también merecería todo un análisis aparte aunque sólo fuera para desgranar el bellísimo tema de amor y aquél que compuso para el Enterprise.
Pese a todo, 'Star Trek, la película' será, hasta la llegada del filme de Abrams, una de las tres mejores entregas de una franquicia que incurrirá no pocas veces en el tedio, lo inane o lo directamente infumable. Pero no adelantemos acontecimientos, quedan once semanas por delante y mucho que desgranar con respecto a lo que las sucesivas secuelas nos irán ofreciendo.
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