Tratándose de una de las dinastías políticas más longevas de la historia reciente norteamericana, y teniendo siempre en consideración el innegable atractivo extra que aporta su oscura historia, no es de extrañar en absoluto que la alargada sombra de la familia Kennedy haya sido representada en la gran pantalla en múltiples y diversas ocasiones —con mayor o menor fortuna—, y siga siéndolo hoy día.
Aunque el legado y conmoción que dejó John Fitzgerald tras su asesinato en 1963 hayan impulsado a la industria cinematográfica a explorar con mayor ahínco la figura del presidente número 35 de los Estados Unidos, la estirpe Kennedy esconde capítulos menos populares pero igualmente proclives a ser dramatizados en otros de sus miembros; y como buena muestra, tenemos el incidente de Chappaquiddick, que John Curran ha diseccionado en su notable 'El escándalo Ted Kennedy'.
Pese a compartir código genético y recorrer los no pocos lugares comunes por los que han deambulado otras producciones de este corte —especialmente las centradas en la familia que nos ocupa—, 'El escándalo Ted Kennedy' logra desmarcarse de la inmensa mayoría de sus congéneres gracias a su sorprendente falta de escrúpulos y miramientos a la hora de tratar con la mayor frialdad —e, incluso, sorna— el mortal desliz sobre el que pivota la película.
Curran, que ya ha demostrado sobradamente su valía en largometrajes como 'El velo pintado' o 'El viaje de tu vida', retrata los entresijos, corruptelas y manipulaciones del gabinete del senador protagonista con una solvencia narrativa y formal envidiables; relatando con un ritmo incesante —que no atropellado— y una factura técnica cautivadora que no logran camuflar cierta falta de nervio y un exceso de academicismo que podría pecar de frío.
Este cariz más gélido de la cinta se diluye gracias a la interesante combinación de tonos y géneros que muchos podrían encontrar desafortunada, pero que otros sabrán apreciar como un elemento distintivo de una obra que no teme en hibridar el thriller político con el drama familiar y existencialista salpimentándolo con no pocas pinceladas de un humor negro velado y lleno de personalidad.
Aunque, si algo merece ser reverenciado en 'El escándalo Ted Kennedy' más allá de la labor de su máximo responsable, es el trabajo de un reparto encabezado por un Jason Clarke impecable en el papel principal y en el que destaca un inesperado Ed Helms al que le sienta de maravilla alejarse de la comedia —mención especial para el siempre magnífico Bruce Dern en el rol del patriarca de los Kennedy, capaz de helar la sangre con una mirada—.
Sin ser una auténtica revolución, ni brillar con un especial fulgor en cómputo global, 'El escándalo Ted Kennedy' se las apaña para brindar al respetable un entretenimiento pasajero ampliamente efectivo, rodado con buen gusto e interpretado con maestría que, por desgracia, y al igual que su protagónico, quedará oculto bajo la enseña de sus hermanos mayores, en este caso cinematográficos.
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