Cualquier duda que pudiera sobrevolar acerca del resultado de la nueva versión de 'Sabrina' en Netflix se disipó cuando se hizo público que su responsable sería Roberto Aguirre-Sacasa. El guionista y productor ha estado implicado tanto en 'Glee' como, sobre todo, en 'Riverdale', la serie que corrobora que el escritor entiende tanto las sensibilidades y mitologías teen actuales como, más específicamente, el Universo Archie del que proceden tanto los personajes de 'Riverdale' como los de 'Sabrina'.
Pero además de algunos episodios muy celebrados de 'Supergirl', Aguirre-Sacasa tiene en su curriculum un par de obras que le convierten en alguien especialmente indicado para este trabajo: sus guiones de comics de Archie centrados, sobre todo, en temáticas terroríficas. Empezó con 'El más allá con Archie', un comic en el que los personajes de Riverdale se enfrentaban a un apocalipsis zombi. Su éxito fue de tal envergadura que se ganó el puesto de Jefe Creativo de la editorial Archie Comics.
Su obra maestra como creador llegaría con los guiones de la nueva serie de comics de 'Sabrina', publicada en 2014: un personaje muy querido del Universo Archie, popular sobre todo por la famosa sitcom de los años noventa. Esta había extirpado todo el componente de terror que potencialmente poseía un personaje así, una adolescente medio humana medio bruja que tiene que compaginar una vida como hechicera con otra absolutamente cotidiana. La serie de Aguirre-Sacasa, recién editada en España por Norma, es extraordinaria, con un apartado gráfico de Robert Hack absolutamente inusual y escabroso, muy distanciado del baño colorista y pop habitual en los tebeos de Archie.
La adaptación de Netflix, de la que hemos podido ver los cinco capítulos iniciales, no tiene el estilo casi feísta de los comics, pero la historia, como es lógico al compartir a Aguirre-Sacasa como guionista, va por los mismos derroteros. Y afortunadamente, el tono también, quizás aflojando un poco las tuercas al humor negro y dándole más importancia al angst adolescente, lo que conecta más con 'Riverdale' (con toda lógica: el proyecto inicialmente iba a ser para The CW, y ambas series estarían interconectadas). Pero la base, una historia de brujas para todos los públicos pero sin renunciar a la parte más negra de la mitología de las hechiceras, está ahí.
'Las escalofriantes aventuras de Sabrina': ¿La nueva Buffy?
Las primeras impresiones están empezando a llegar a la red, y la comparación con la influyente serie de Joss Whedon es constante. No es de extrañar: ambas radiografías de la vida de instituto emplean tropos del fantástico para hablar en paralelo tanto de monstruos del averno y rituales ancestrales como de códigos de comportamiento en los pasillos y enfrentamientos con las autoridades docentes. El uso de elementos de terror que ya conocemos (aquí los pactos con el diablo y la brujería, allí vampiros y demonios) para dar un giro autoconsciente también está en las dos series. Los actores carismáticos y creíbles y los diálogos punzantes y con retranca ligan definitivamente a las dos producciones.
Como han pasado ya no años, sino décadas, 'Sabrina' es aún más oscura y violenta que 'Buffy'. Los personajes mueren con más facilidad y ya no hay monster of the week (aunque a veces sí, en un episodio que es casi una mini-película de episodios), lo que da a 'Sabrina' un toque de imprevisibilidad muy estimulante. Pero hay más: 'Sabrina' se esfuerza en algunos momentos por ser asombrosamente impía y provocadora. Porque el diablo, como se suele decir, está en los detalles: aunque el argumento básico es el señalado más arriba, propio de sitcom, las cuitas de Sabrina (espléndida Kiernan Shipka) arrancan porque no está dispuesta a casarse con el mismísimo Satán, y lo dice a las bravas, en un akelarre y delante del mismísimo chivo de la mano cornuda.
En este arranque de temporada, 'Sabrina' se revela como una serie que ha cuidado extremadamente los detalles para satisfacer, por supuesto, al público juvenil, pero también a los devotos de las sirvientas del maligno: la casa de la protagonista y sus tías está decorada con pinturas de Goya (un guiño obvio si eres español, no tanto para los estadounidenses). Y la serie entera está filmada con una especie de iris blur que deforma tremendamente todo lo que no está en el centro de la pantalla, lo que le da un sello estético muy reconocible a la vez que una atmósfera de horror indescriptible oculto en las sombras.
En estos primeros episodios se plantea el tema de arranque de la serie (la dualidad del alma de la bruja humana), se marcan distancias con los comics y la sitcom (sorprendente, por ejemplo, en el caso de las tías, caracterizadas aquí de forma mucho más siniestra -sobre Salem aún no me pronuncio, porque cómic y serie aún no convergen-). Y se afianzan sus puntos fuertes: es decir, estupendo reparto (a las brutales Lucy Davis y Miranda Otto como Hilda y Zelda se suma una increíble Michelle Gomez en un registro de villana que los whovians conocemos bien); y un lado oscuro que promete seguir creciendo. Seguiremos muy pendientes de la evolución satánica de esta sorpresa estimulante y oscura.
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