No son pocas las ocasiones en las que hemos echado mano en este blog del argumento de las expectativas. Que si es mejor no llevarlas muy altas a la sala de cine, que si así se hace probablemente jueguen en contra de lo que uno espera del filme, que si en estos tiempos de internet parece casi imposible no creárselas con toda la mercadotecnia que rodea a cualquier filme de presupuesto...en fin que, como siempre, hay opiniones sobre el asunto en cuestión para todos los gustos. Y si bien la mía va muy en sintonía con intentar llegar al visionado de una película completamente desprovisto de juicios previos para con el mismo, tengo que admitir que, en lo que respecta a 'Epic: El mundo secreto' ('Epic', Chris Wedge, 2013) no esperaba absolutamente nada.
Cierto es que, aunque no lo haya dicho a voz en grito como si lo he hecho en otras ocasiones, mi filia por el cine de animación plantea siempre que cualquier película de "dibujitos" parta con ventaja a la hora de ser valorada de forma positiva por el que esto suscribe. Pero igualmente cierto es que, tras ver algún que otro trailer, la clara impresión acerca de lo nuevo del director de 'Ice Age. La edad de hielo' ('Ice Age', 2002) y 'Robots' (id, 2005) era que nos íbamos a encontrar con una mezcla poco afortunada entre 'Ferngully. Las aventuras de Zac y Crysta' ('Ferngully', Bill Kroyer, 1992) y 'Arthur y los Minimoys' ('Arthur et les Minimoys', Luc Besson, 2006) considerando, por supuesto, que el filme francés ya estaba claramente inspirado en el de animación de principios de los noventa.
Validando una vez más las afirmaciones de que, hoy por hoy, la imaginación no es algo que abunde en Hollywood, el guión de 'Epic' es, efectivamente, un calco casi directo de la premisa de partida de 'Ferngully': a un bosque amenazado por la putrefacción —en el caso de la cinta de 1992 era la polución, aquí es el ansia de poder y control sobre la naturaleza de cierto personaje llamado Mandrake— y poblado por diminutos seres que conforman una avanzada civilización, llega un humano reducido de tamaño por accidente que, obviamente, será determinante para vencer la amenaza que se cierne sobre unos pacíficos seres que mantienen el equilibrio de la naturaleza.
Sólo sutiles diferencias y el obvio salto que la animación ha sufrido en los últimos veinte años separan a los ejes que articulaban 'Ferngully' —y, como he dicho, 'Arthur y los Minimoys'— de aquellos que el guión firmado a ¡¡diez manos!! de 'Epic' va utilizando para hacer avanzar la trama. Tanto es así, que por temor a errar en su enunciado dado el tiempo que hace que vi por última vez 'Ferngully', no me atreveré a afirmar de forma categórica que en lo que importa, ambas cintas no se separan en lo más mínimo.
Ahora bien, sería injusto para con los esfuerzos de los animadores de los estudios Blue Sky reducir la crítica de 'Epic' a un mero "si has visto 'Ferngully' has visto 'Epic'", más que nada porque, como es de esperar de un filme de animación digital de hoy en día, el diseño de producción, la animación y el 3D son poco menos que espectaculares: la imaginación visual que derrocha el filme en lo que al diseño de criaturas se refiere sólo se ve superada, y cómo, por la creación de los entornos por los que se mueve la acción, de una perfección asombrosa que las tres dimensiones potencian para provocar una inmersión alucinante entre los árboles, las hojas y las briznas de hierba.
Muy positivas resultan también las decisiones del reparto de voces —aunque para ello, claro está, haya que ver la cinta en versión original—: a la extrema dulzura con la que Beyoncé caracteriza a la reina Tara, se unen el espléndido trabajo que hace Colin Farrell como el rudo Ronin, el de Amanda Seyfred como M.K o el de Josh Hutcherson en la "piel" de Nod; aunque si alguien se lleva la palma aquí es el inmenso Christoph Waltz como el villano de la función, un personaje hecho a la medida de las modulaciones e impostaciones del actor vienés y con el que el artista se lo pasa bomba.
Decía al principio que no esperaba nada de 'Epic. El mundo secreto' y he dejado para el final el poder aclarar que, en dichas circunstancias, he disfrutado con la cinta "como un enano": vale que para un adulto la trama sea previsible hasta decir basta y que, a poco que uno tenga un par de luces, vislumbrar los acontecimientos finales sea tarea de niños; vale que el humor del que hacen gala el caracol y la babosa aluda sólo a los más pequeños de la casa y que, como siempre suele pasar con los alivios cómicos, su papel real en los acontecimientos fundamentales de la trama sea irrisorio pero, aún teniendo en cuenta tales "males", creo que es innegable que la cinta funciona, que entretiene y que sus personajes resultan la mar de simpáticos. No es Pixar, pero todo no tiene por qué medirse mediante el rasero de la casa de Luxo Jr., ¿no?.
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