'En los límites de la realidad', terror en pequeñas dosis

¿Quieres ver algo realmente terrorífico?

-Dan Aykroyd

En mi crítica de hace unos días sobre 'Buried' rememoraba un capítulo de la mítica serie ‘Alfred Hitchock presenta’ que venía muy al hilo del tema que tratábamos. Esto me hizo recordar una serie aún más legendaria si cabe—y vergonzosamente no editada en nuestro país—creada por el productor y guionista Rod Serling: la maravillosa ‘The Twilight Zone’. En ella, la ciencia-ficción y el terror se aunaban para componer pequeñas perlas de menos de media hora de duración. La calidad de los guiones—basados algunos en relatos de autores como Ray Bradbury, Richard Matheson o Ambrose Bierce—era muy alta, y la serie pronto se convirtió en un verdadero objeto de culto, de forma que a día de hoy, son legión los directores que se reconocen influenciados por sus imágenes. La serie se prolongó durante cinco temporadas y 156 episodios, entre 1959 y 1964. También dio lugar a otras ficciones basadas en el mismo patrón, como ‘The Outer Limits’ o ‘Night Gallery’ (del mismo Rod Serling, pero más orientada al terror puro y duro), y ya en suelo patrio, nuestras castizas ‘Historias para no dormir’ del inefable Chicho Ibáñez Serrador.

La serie original conocería más tarde nuevas versiones en los años ochenta, operación idéntica a la realizada con ‘Alfred Hitchock presenta’ , amén de una película estrenada en salas, ‘En los límites de la realidad’, (‘The Twilight Zone, The Movie’, 1983) que es de la que hablaremos en este post. Cuatro de los directores más potentes de la época, cuatro primeros espadas, todos ellos con experiencias anteriores en el cine fantástico y/o terror, se embarcaron en una nostálgica recreación con este film. El resultado fue desigual, como suele ser norma en las películas de episodios, pero rayando un nivel alto. Ahora que se acerca Halloween, es un buen momento para que me sigáis a una quinta dimensión, más allá de lo que el hombre conoce, a medio camino entre la luz y las sombras, entre la ciencia y la superstición, entre el abismo de los terrores del hombre y la cima de su conocimento. Una zona en los límites de la realidad.

El film comienza con un fantástico prólogo de John Landis. Dos personajes, un coche y una carretera oscura definirán el territorio por el que nos moveremos de aquí en adelante: la irrupción de lo extraño en la realidad, el abc del terror, más terrorífico cuanto más inexplicable, como es el caso. La peculiaridad de esta pequeña miniatura es su metalenguaje, su intertextualidad—no, Tarantino, esto tampoco lo has inventado tú—: los dos protagonistas hablan de la serie ‘En los límites de la realidad’ como una moderna manera de contarse historias de miedo, y al final ellos mismos acaban formando parte de la “Zona crepuscular”.

El episodio de John Landis

Un Landis en plena forma también es el autor del primer segmento de la película, que asimismo cuenta con el único guión que no se basa en un capítulo ya existente de la serie madre. El director de la fantástica ‘Un hombre lobo norteamericano en Londres’ (‘An American Werewolf In London’, 1981) era una de los realizadores más exitosos e interesantes del momento. Desgraciadamente, faltaba muy poco ya para que se le agotara la mecha de la creatividad.

En este episodio asistimos al retrato—de trazo grueso, todo sea dicho—de un perfecto racista interpretado por Vic Morrow que conocerá lo que es sentirse discriminado de manera drástica: viajará desde el presente a la Alemania nazi transfigurado como judío, a la América profunda como negro asediado por el Ku Klux Klan, y a plena guerra de Vietnam transformado en “amarillo” (sic) y tiroteado por sus propios compatriotas. El ritmo del capítulo es bueno y la sensación de pesadilla, lograda, hasta el punto de que lleguemos a sentir compasión por un personaje tan mezquino como el que interpreta Morrow, aunque su condición de historia con “moraleja” hace que pierda buena parte de su efectividad. Pero el episodio será recordado por motivos extracinematográficos: un accidente de helicóptero acabó en pleno rodaje con la vida de Vic Morrow —murió decapitado por las aspas—así como con la de dos niños vietnamitas que trabajaban como extras. De esta trágica manera, ‘En los límites de la realidad’ pasó a formar parte del fúnebre grupo de películas de terror con negra leyenda, junto a ‘Poltergeist’ (id, Tobe Hooper, 1982) o ‘La Profecía’ (‘The Omen, Richard Donner, 1976). Con esta información en las manos de los espectadores, el plano final donde presente y pasado se solapan y Vic Morrow desaparece en un vagón camino de Auschwitz, adquiere un dramatismo aún mayor.

El episodio de Steven Spielberg

Junto con Landis, Steven Spielberg fue el principal valedor de esta nostálgica recreación de la serie, y su gusto por el formato haría que más tarde pusiera en pie una nueva versión de la misma: ‘Cuentos asombrosos’ (‘Amazing Stories’, 1985-87). Digamos ya desde el principio que, sin llegar a ser un desastre, nos encontramos ante el peor episodio de la película. Y si no naufraga completamente es porque la narración clásica y sin fisuras de Spielberg hace que nos interesemos hasta el final. Pero el tema elegido roza la cursilería: unos afables ancianos ven pasar la vida desde las ventanas de su residencia olvidados por sus familias y olvidadas sus ilusiones. Allí conocerán a un trasunto de genio de la lámpara—el inolvidable Scatman Crothers de ‘El Resplandor’ (‘The Shining’, Stanley Kubrick, 1980)—que les brinda la oportunidad de volver a ser jóvenes. Este argumento hace que Spielberg dé rienda suelta a su sensiblería y la pretendida “magia” del relato quede malherida por un discurso tópico y profundamente conservador. Uno no puede evitar reconocer en el grupo de viejos-niños al director.

El episodio de Joe Dante

Hablando de directores en forma, Joe Dante venía de dirigir dos gamberras películas renovadoras del género de terror, como fueron ‘Aullidos’ (‘The Howling’, 1981) y ‘Piraña’ (‘Piranha’, 1978). Su propuesta fue la más lúdica y perversa: un niño con el poder de hacer realidad todo lo que su mente de diez años imagine, retiene secuestrados en una enloquecida casa a una “supuesta” familia que vive aterrorizada ante los caprichos del pequeño tirano. Las medidas de castigo que éste inflinge a los habitantes de la casa están tomadas de los salvajes dibujos de Tex Avery y similares, y descubrimos de forma cruel que en la vida real, los “cartoons” no tienen ninguna gracia. De una comicidad negrísima, este segmento nos brinda algunas de las imágenes más inquietantes de toda la película.

El episodio de George Miller

Contra todo pronóstico, George Miller, el director de ‘Mad Max’ (id, 1979) nos brinda la joya de esta película: a falta de ver el episodio original en que se basa, ‘Pesadilla a 20.000 pies’ es una pequeña Obra Maestra. Jugando de manera magistral con la claustrofobia de un espacio cerrado—un avión— y el miedo a volar, la historia de un pasajero que descubre un diabólico ser que intenta sabotear la hélice del aparato es un prodigio de crescendo dramático. La historia desarrolla implacablemente una de las grandes convenciones del género: sólo el protagonista —y los espectadores— saben lo que está pasando realmente, por lo que la sensación de paranoia e impotencia multiplica por diez la fuerza del relato. Un fabuloso John Lithgow encarna al sufrido héroe. Este capítulo tiene una perversa coda que une al film con el prólogo de nuevo con Dan Aykroyd como nexo, cerrando así de manera más que limpia el film. En resumen, la película es en líneas generales un estupendo divertimento que recupera el espíritu de la serie original de manera brillante. En breve hablaremos de una terrorífica película de episodios mucho más reciente y mucho más desconocida. Dulces pesadillas.

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