El estreno de títulos como ‘San Andrés’ (‘San Andreas’) o, en menor medida, ‘Everest’ ha demostrado que en Hollywood existía al menos cierto interés en revitalizar el cine de catástrofes, pero parece que la cosa no va a tener la continuidad suficiente, quizá por miedo a que acaben convirtiéndose en sonoros batacazos comerciales al nivel de ‘Pompeya’ (‘Pompeii’), estrenada el año anterior a las dos mencionadas previamente.
En 2014 también vio la luz ‘En el ojo de la tormenta’ (‘Into the Storm’), una cinta que en su momento dejé escapar y que esta semana recuperé aprovechando una noche de insomnio al recordar que La 1 va a estrenarla esta noche en la televisión española. Tampoco esperaba gran cosa de ella, pero lo que acabé encontrando fue un insuficiente espectáculo destructivo y un soporífero drama humano.
Demasiadas debilidades
Una de las principales singularidades de ‘En el ojo de la tormenta’ respecto a otras propuestas de este tipo es que echa mano del cansino recurso del metraje encontrado. Una vez vista la película queda claro que hay dos motivos principales para ello: Abaratar el coste de producción e intentar añadir una capa extra de realismo al relato. En lo primero podríamos hablar de un éxito relativo -ya entraremos en ello más adelante-, pero en lo segundo es un fracaso absoluto.
Como suele ser habitual en este tipo de cintas, el gran culpable de ello es el guion firmado por Jon Swetnam, donde es justo reconocer que se toma su tiempo para intentar definir a sus personajes, pero eso es algo que importa tan poco si lo único que consigues así es dar más espacio al esquematismo y los tópicos utilizados para su construcción en lugar de darles cierto espacio para que respiren por sí mismos y que los actores puedan indagar un poco en sus rasgos característicos.
Todo ello da pie a pequeños dramas personales que deberían engatusarnos para meternos en la piel de los personajes y sufrir su angustia vital por ver si consiguen escapar de lo que en algunos casos parece una muerte segura -aunque luego se tiende más a las bajas por sorpresa que provocan un impacto nulo en el espectador-. El problema es que los personajes te dan absolutamente igual que lo más probable es que quieras que llegue el tornado y arrase con todo, porque así al menos te va a entretener hasta cierto punto.
Eso sí, parte de la culpa recae también sobre un reparto a caballo entre lo anodino -se nota que los productores quisieron gastarse poco en este apartado en lugar de potenciarlo para intentar matizar sus debilidades de guion- y lo perezoso -Richard Armitage demuestra tener cero interés en su papel-. Es verdad que sus personajes no invitaban a dar lo mejor de sí mismos, pero al menos podrían haberles dado un pequeño chispazo de autenticidad más allá de esos pobres diálogos y situaciones que han de enfrentar en lugar de dejarse llevar por la rutina.
Tampoco ayuda mucho la dirección de Steven Quale, quien no es capaz de dar el giro de tuerca necesario al metraje encontrado para que sea verdaderamente interesante y además realiza una serie de cambios de punto de vista un tanto arbitrarios que dificultan aún más cualquier tipo de identificación con los personajes. No llega a ser mareante como sucede en otras ocasiones, pero esperaba más de él tras la estimable ‘Destino final 5’ (‘Final Destination 5’).
El escaso espectáculo de ’En el ojo de la tormenta’
Una vez ha quedado claro que el drama humano de la película no funciona -su primer acto es especialmente insufrible-, nos queda la esperanza de ver si como espectáculo destructivo va a saciar aquello por lo que realmente todos hemos acabado viendo ‘En el ojo de la tormenta’. Ahí imagino que hubiera estado genial verla en 4D con efectos en vivo para sumergirte más en lo que sucede en pantalla, pero a mí no me ha quedado otra que un visionado normal y no me ha impresionado.
En este caso creo que la importancia de la puesta en escena queda en un segundo plano en beneficio del departamento de efectos visuales, la gran estrella de ‘En el ojo de la tormenta’ y está claro que el principal destinatario de los 50 millones de dólares de presupuesto. Como resultado de ello, hay un par de escenas y algún momento muy concreto con bastante fuerza visual, pero en general dudo que todo lo realmente conseguido no vaya más allá de los cinco minutos de metraje.
Más allá de eso, hay recursos con los que intentan llamar la atención y otras escenas centradas en el tornado y su evolución, pero tienen un sabor artificial -tampoco es que den el cante de forma evidente, pero es un toque que no desaparece- que limita su contundencia, en parte también por la presencia de los personajes -es todo más impactante cuando se centra en la mera destrucción-, y quizá también porque han ajustado tanto su metraje que no han sabido o podido recrearse en lo que funciona. Si al menos el ritmo acompañase, pero tampoco.
Al final, queda la sensación de que no ofrece lo suficiente como espectáculo cuando era ahí donde tenía su último clavo ardiendo para salvarse. Y es que un mal guion puede salvarse si el resto acompaña -bien reciente tenemos el último ejemplo- y también pueden salvarse los tópicos apostando de forma decidida por tu principal punto fuerte -como sucede en una reciente y salvaje tercera entrega-, pero aquí hay muchos aspectos endebles y hasta su principal fortaleza presenta debilidades.
En definitiva, ‘En el ojo de la tormenta’ no da la talla en ningún frente. Por un lado, las historias de sus personajes no podrían ser más anodinas e intercambiables, algo que tampoco solucionan los actores, mientras que el director tampoco muestra especial en revitalizarlos. La cosa mejora una vez se desata la oleada de destrucción, pero sabe a poco más allá de la solvencia de algún momento puntual y hasta agradeces que no dure ni 90 minutos. Mejor volved a ver 'Twister', la verdad.
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