'En compañía de lobos', el fin de la inocencia

'En compañía de lobos', el fin de la inocencia
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Nunca abandones el sendero, nunca comas una manzana tirada por el viento y nunca te fíes de un hombre cuyas cejas se junten

-Abuelita

Una inquietante y bellísima partitura de George Fenton acompaña la carrera de un perro lobo a través de un umbrío bosque mientras surgen todo tipo de animales —cuervos, ranas, conejos…todos ellos sospechosos habituales de cuentos y leyendas— a su paso. Paralelamente, un coche llega a una casa en medio de un bosque. La edificación guarda un ensoñador parecido con una casa de muñecas. Una joven corre hacia ella en un virginal vestido de gasa blanca. Mientras, en el interior, otra chica duerme sacudida por pesadillas. ¿Es todo un sueño? ¿Hay algo real? El comienzo de este film nos prepara para la narración como niños ante el fuego a los que se les va a contar un cuento.

Hay películas en las que la atmósfera es fundamental para que el espectador entre de lleno en la historia que se nos pretende contar. ‘En compañía de lobos’ (‘The Company Of Wolves’, Neil Jordan, 1984) juega fuerte. Es un film que reedita varios cuentos clásicos en clave perversa y para un espectador adulto. Nos encontramos en el mundo de las leyendas, de la imaginación, por lo que sus imágenes necesitan de la complicidad y la fe del público mucho más que otras propuestas. ¿Lo consigue? Madre mía si lo consigue. De paso, Neil Jordan nos deja una Obra Maestra absoluta del cine fantástico. Atentos, así se crea un peliculón:

El realizador irlandés Neil Jordan ha protagonizado una de las carreras más erráticas e inclasificables en el mundo del cine. Tras debutar con un interesante film noir con el telón de fondo del conflicto del IRA (‘Danny Boy’, 1980), su segunda película, ‘En compañía de lobos’, sería también su cima. Pero ojo, el resto de la carrera del señor Jordan es cualquier cosa menos despreciable, como atestiguan títulos incontestables como ‘Juego de lágrimas’ (‘The Crying Game, 1992) o ‘Entrevista con el vampìro’ (‘Interview With The Vampire: The Vampire Chronicles’, 1994). El resto, bandazos sin control que a veces llegaban a buen puerto y otras se estrellaban contra el muro de la incomprensión de buena parte del público. Hoy sobrevive como soldado de fortuna realizando capítulos para la serie histórica ‘Los Borgia’.

La película se basa en un libro de cuentos de la escritora inglesa Ángela Carter, “La cámara sangrienta”. Una de las historias entrelazaba varias narraciones con un denominador común: los lobos. Pero al igual que en el film, las lecturas son múltiples. La chica que sueña es una preadolescente, en el crucial, extraño y mágico paso de la infancia a la juventud con todos los temores y deseos que eso conlleva. La película, una ensoñación de la protagonista, es un sueño dentro de otro sueño, en un fascinante juego de cajas chinas y con una estructura que bebe de “Las mil y una noches”, entre otros clásicos, donde los personajes se cuentan relatos en los que viven otros relatos y la niña que escucha se convierte a su vez en narradora. Esa niña, que juega a pintarse como una mujer, sueña que su hermana, ya en plena adolescencia, se pierde en el bosque de los cuentos, entre muñecas y peluches que cobran aterradora vida —ecos de Jan Svanjmaker— hasta que los lobos se la llevan. Podríamos decir que estamos en el sueño de la fase REM, aún hay elementos reales, tangibles dentro de él. Una vez desaparecida su hermana/rival —sí, el de los sueños es un mundo cruel—, la durmiente entra en un sueño más profundo.

Un maravilloso plano consistente en un trávelling hacia afuera en parte similar al de ‘Mar adentro’, va desde la ventana de la habitación de la soñadora hacia el tenebroso bosque exterior. Con este elegante gesto, repetido varias veces a lo largo del metraje, nos introducimos en el territorio de las leyendas. Estamos en una pequeña y piadosa aldea, en una época indeterminada. Nuestra protagonista asiste al funeral de su hermana, asesinada por los lobos. Los sueños se funden y dan paso unos a otros. Rosaleen, interpretada por una perfecta Sarah Patterson , tiene una abuela —espléndida Angela Lansbury— que le teje primorosamente una caperuza de color rojo. Familiar, ¿verdad? Los cuentos clásicos de autores como Perrault se retuercen y adquieren un claro componente sexual. Los hermanos Grimm se juntan con Freud y Jung. Bruno Bettelheim lo explicaba maravillosamente en su “Psicoanálisis de los cuentos de hadas”.

La abuela de Rosaleen le cuenta oscuras historias sobre hombres lobo con pelo por dentro que te arrastran al infierno si te muerden. Algunas de estas narraciones se visualizan, como la pieza de orfebrería en la que la esposa de un viajante descubre que éste es un hombre lobo, o el joven que hace un pacto con el demonio, que llega en un coche conducido por la ropia Rosaleen. Los tiempos y las épocas se confunden. Nos arrebujamos tras las mantas mientras oímos evocadoras frases como “...esperó y esperó y luego volvió a esperar”. Los efectos especiales son más artesanales que los de ‘Un hombre lobo americano en Londres’ (‘An American Werewolf At London’ John Landis, 1981), pero le sientan maravillosamente bien a esta película y aguantan con firmeza el paso del tiempo. Como ya dije, la atmósfera del film es vital, y el pequeño pueblo que vive bajo la constante amenaza del lobo está espléndidamente retratado: los niños juegan en corrillos mientras cantan “lobo, lobo, no puedes cogerme”; el sermón del cura habla de la connivencia de hombres y bestias; huevos de cuervo eclosionan y dan a luz a pequeños bebés; animales disecados vuelven a la vida mientras los adultos copulan y la pequeña Rosaleen insiste en alejarse del sendero, con el peligro que ello conlleva.

Como es de esperar, Caperucita acabará encontrándose con el lobo, un hipersexual aristócrata, con el que establecerá juegos nada inocentes. Pero aunque sus dientes son grandes, será él el desamparado en manos del poder de una joven, dueña de su vida y de su sexualidad. El cazador cazado. Al final, la niña se convierte también en narradora, pero es demasiado tarde: los lobos traspasan el umbral del sueño, y como en el cuento de Neil Gaiman y Dave McKean, atraviesan las paredes. Una película de inagotables lecturas e inextinguible capacidad de fascinación termina. Bienvenidos a la edad adulta.

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