Baz Luhrmann, el director australiano detrás de películas estilizadas como ‘Moulin Rouge!’ (2001) y ‘El gran Gatsby’ (The Great Gatsby, 2013) ha realizado con ‘Elvis’ su primer biopic, la más espectacular, grande y audaz visión del rey del rock hecha hasta el momento, con un presupuesto de 85 millones de dólares que deja en el pelotón a todos los demás intentos y se erige como la película de su género más vibrante y fragorosa hecha en lo que llevamos de siglo.
Ni la pulcritud con comedia británica de ‘Bohemian Rhapsody’, ni los creativos números musicales y la honestidad de ‘Rocket Man’ se acercan a la experiencia cinematográfica que propone el director de ‘The Get Down’ (2016), la suntuosa serie sobre el nacimiento del hip-hop que Netflix canceló tras una temporada y sirvió como campo de pruebas y experimentos para mucho de lo que propone en ‘Elvis’, que si bien conserva el tono característico de sueño de brillantina característico en su obra, aumenta el voltaje de la emoción y la sublimación de la iconografía sobre la narración.
Y es que se han hecho varios intentos de dramatizar la historia de la vida de Presley, destacando la versión con Kurt Russell de John Carpenter en 1979, también titulada igual. Otra versión más moderna fue ‘Elvis: El comienzo’ (2005) —que en su versión original también se llama Evis a secas— con Jonathan Rhys Meyers, que mantenía el formato de miniserie de la anterior. Lo cierto es que el gran icono americano del siglo XX seguía sin un tratamiento para a gran pantalla exclusivamente sobre su vida y obra.
Luhrmann fue contratado para contar la historia de la vida de Presley ya en 2014, y con un apellido así estaba claro que la precisión histórica no era la máxima prioridad. Quien espere una reflexión ponderada de su vida recogiendo los lados menos favorecedores de su perfil, o miradas como ‘En la cuerda floja’ (2005) que busque en otro lado, ‘Elvis’ es una fantasía dorada y artificial, una mirada manierista e impetuosa de los puntos clave de su leyenda que no evita representar zonas grises de su vida —infidelidad y drogas— pero sin explorar detalles escabrosos.
Un cuento de hadas excesivo e idealizado
De hecho, la opción para mostrarnos su historia es crear un villano para convertir al cantante en víctima, poniendo a Tom Hanks interpretando al coronel Tom Parker, el mánager que diseñó el ascenso de Presley a la fama mundial en la década de 1950, pero que acabó acusado de malas prácticas financieras y ser uno de los instigadores de la prematura muerte del cantante en 1977. Parker de hecho es verdadero protagonista de la historia, un narrador no fiable a través de quien observamos el ascenso y caída del mito.
Si bien el film culpa a Parker de todo lo que salió mal y convierte a Presley en un participante pasivo de su propia carrera, todos los clichés de las películas biográficas musicales aparecen en pantalla, pero amplificadas hasta niveles operísticos. De hecho, Hanks replica su papel de mánager mezquino de ‘The Wonders’ como una caricatura mefistofélica en clave redneck o villano de dibujos animados, una representación unidimensional que el actor entiende y defiende bajo una capa de maquillaje grotesco que funciona perfectamente en la representación exagerada de la realidad propuesta.
La pista principal de las intenciones de Luhrmann es el segmento en el que la infancia de Elvis se muestra animada al estilo de los cómics que leía Presley, y el actor infantil Chaydon Jay le interpreta con el logo de un rayo en un collar en homenaje a su superhéroe favorito, el Capitán Marvel, esto se traduce en una visión influenciada por la representación mitológica de los héroes, convirtiendo a Parker en un villano dentro de su casa, enarbolando una lucha a pulsos que compone toda la trama.
Auge y caída desde la sombra
Cada evento de la carrera de Elvis se ve como una respuesta a los movimientos maquiavélicos del mánager, una bofetada de ida y vuelta que genera una estructura de trampas y triunfo de la autenticidad y el talento del artista sobre los intereses comerciales, en el fondo no muy diferente a la tensión entre Salieri y Mozart en ‘Amadeus’, que también era narrada por la némesis del músico, contando las diferentes trabas que llevaron a un final miserable a un genio. Bajo este código, ‘Elvis’ comprime 20 años llenos de acontecimientos en dos horas y media.
Es imposible incluir todos los eventos de su vida, pero cada acto se vertebra en grandes secuencias a partir de sus primeros días de gira, su especial televisivo de "regreso" de 1968 y su residencia en Las Vegas, etapa que centra el mayor balance dramático del conjunto, que puede verse como la favorita de Luhrmann, que parece haber nacido para representar los días de brillos dorados y mono blanco. En su fase final hace una representación decadente de la relación de Presley con Priscilla Beaulieu, (que tenía 14 años cuando conoció a la estrella del pop de 23 años), mostrando como se iba deteriorando el matrimonio en los años 70, sin evitar las infidelidades del de Memphis.
‘Elvis’ funciona en gran parte gracias a Austin Butler, un actor de 30 años que se hizo famoso con papeles televisivos juveniles en Disney Channel y The CW, que se sobrepone a su poco probable elección para una biografía del Rey del Rock'n'Roll —su físico no tiene mucho parecido real— consiguiendo lo imposible al lograr una transformación impresionante en Presley, captando aún más al personaje desde el regreso a finales de los años 60, desde su voz a sus movimientos y su actitud.
Un espectáculo audiovisual vibrante
‘Elvis’ transmite la provocación sensual de ‘The Doors’ de Oliver Stone, incluso recreando una escena de escándalo público similar, pero con doble dosis de anfetamina, Luhrmann juega con el sentido del humor de ‘Cry Baby’ con el fenómeno fan y el poder erótico que desprendían los movimientos de la pelvis, jugando con disparos de montaje, transiciones, collages y todo tipo de recursos que transmiten de la mejor forma posible la sensación que causaron la irrupción de sus actuaciones.
Además, el director construye su imaginario desde el anhelo del cantante de convertirse en superhéroe, lo que no solo explica que sus atuendos con capa en sus shows recordaran a Shazam, sino que adopta una anárquica narrativa de viñetas en movimiento que recuperan el tono perdido de las adaptaciones de cómic actuales. De alguna manera, la película puede leerse como las historias a base de fotocromos de las revistas adolescentes dedicadas a los ídolos del pop.
‘Elvis’ es un biopic musical eléctrico y apabullante, una representación audiovisual estilizada de precisión que convierte a Presley en el rebelde afectado de las películas de James Dean al que quería parecerse sin dejar de pasear la cámara en sus perfiles, trajes e iconografía con la misma fascinación que sus fans e imitadores, mientras la tormenta de decibelios, remezclas y grabaciones empuja cada episodio a la épica más epidérmica y conmovedora. Soberbia.
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