La temporada 4 de 'Élite' es una prueba de fuego para la serie de Netflix. Algunos de sus personajes más queridos abandonaron el barco al final de la tercera tanda de episodios y está claro que el resto tampoco aguantará ya mucho a bordo. A fin de cuentas, sus personajes son adolescentes y su etapa en Las Encinas está llamada a acabar más temprano que tarde.
Hasta ahora, lo habitual en la serie era sumar algún nuevo personaje con cada temporada. Algunos cuajaron y otros pasaron más desapercibidos, pero era vital volver a dar en la diana para la cuarta y creo que, sin llegar a lo inspirados que estuvieron con los fichajes para la segunda temporada, han acertado, pero también que esa revolución a medias presenta también ciertas debilidades.
A saco
Comentaba Carlos Montero, cocreador de 'Élite', que la cuarta temporada de la serie iba a ser aún más descarada. Vistos los cuatro primeros episodios -los que Netflix puso a disposición de la prensa-, resulta imposible llevarle la contraria, hasta el punto de que en esta ocasión da la sensación de que el auténtico hilo conductor de la temporada son los vaivenes sexuales de los protagonistas y no ese misterio marca de la casa habitual en 'Élite'.
De hecho, no me sorprendería para nada que la llegada de los nuevos personajes se hubiese plantease no tanto como lo que pueden aportar por sí mismos a 'Élite' como por la subtrama romántico-sexual en la que podrían encajar. Y siempre estando vinculados al menos a un personaje veterano de la serie, seguramente buscando que así el espectador tenga una mayor motivación para ver qué le sucede a ese personaje que ya amaba de antes.
El resultado de eso es inevitablemente desequilibrado, tanto por cómo afecta a los viejos conocidos -sospecho que más de uno pensará que cómo esta o aquella persona pueda reaccionar así teniendo en cuenta todo lo que le había pasado anteriormente- como por las variaciones de interés de una historia a otra.
Luces y sombras
Tengo bastante claro que el punto más débil de la temporada es todo lo referido a Cayetana y Phillipe (Pol Granch), ya que no hay nada en su historia que sea especialmente estimulante, ni su lado de posible cuento de hadas con romance entre plebeya y príncipe ni en los detalles algo más oscuros que se introducen para darle algo más de vida a todo. Las intenciones no son malas, pero la ejecución es bastante discreta. Se siente un pelín forzado y encima desconectado del resto, casi como una historia aparte.
Menos pegas tengo con las llegadas de Mencía (Martina Cariddi), Ari (Carla Díaz) y Patrick (Manu Ríos), porque ahí la serie acierta desde el hecho de ser hermanos para ir escalonando sus personalidades, pero también para que su aportación a la serie vaya más allá de su vínculo con los veteranos. De hecho, si acaso choca más cómo reaccionan algunos viejos conocidos que lo que puedan llegar a hacer ellos.
Es cierto que ahí aplica que ese elemento más descarado deriva principalmente en un aumento de las tensiones sexuales, llegando a coquetear con tramas un tanto peliagudas. Sopesando lo que aporta el personaje y cómo se lleva la evolución de lo visto hasta ahora en la serie, tengo claro que Cariddi es la que ha tenido un impacto más estimulante en 'Élite'. Y además tiene una gran química con Claudia Salas.
No obstante, he de confesar que lo que más he disfrutado de esta cuarta temporada era lo fácil y maravilloso que era odiar al personaje de Diego Martín durante los dos primeros episodios -luego su actitud va cambiando y ya el brillo es menor-. Es cierto que no deja de ser el arquetipo de director cabrón, pero Martín lo maneja de lujo, sabiendo sacar todo el partido posible al personaje adulto que más presencia ha tenido en 'Élite' hasta ahora, y sin que parezca algo fuera de lugar.
Otros detalles de la temporada 4
Por lo demás, confieso que el hecho de que el misterio haya perdido algo de brillo no me ha molestado. Llega un punto en el que buscar el más difícil todavía por ese lado sería un error que podría hacer que 'Élite' se desmoronara, algo a lo que incluso se alude de forma indirecta a través del personaje de Martín, que llega a Las Encinas para poder orden tras todo el caos de anteriores temporadas.
Más allá de eso, quizá diría que más que descarada, es todo más directo. No es que 'Élite' fuera conocida por marear la perdiz, pero en esta cuarta temporada los preámbulos pierden cualquier tipo de importancia para ir a saco a por todas. Algo en parte provocado por la llegada de los nuevos personajes, pero sobre todo por un cambio al frente de la serie, ya que Darío Madrona dejó su lugar como showrunner a Jaime Vaca.
Esto puede chocar especialmente tras el enfoque más íntimo que tuvo 'Élite: Historias breves', ya que el contraste es aún mayor, pero el exceso siempre ha formado parte del ADN de la serie. La cuestión cuál es el punto en el que la mayoría del público va a seguir disfrutando con él o se va a parar más a pensar en lo descarado que sean ciertos momentos de publicidad no tan encubierta o en cómo de reconocibles sigan siendo los personajes veteranos.
En resumidas cuentas
Por mi parte, sigo disfrutando lo suyo con 'Élite' -no por nada llegué a decir que me parecía la mejor serie española de Netflix-, pero esta cuarta temporada es la más irregular hasta ahora. Alterna grandes aciertos con soluciones menos inspiradas en su intento de equilibrar ambas generaciones. El bagaje es positivo, pero también invita a mirar con cierto recelo el futuro de la serie.
Ver todos los comentarios en https://www.espinof.com
VER 3 Comentarios