Dejando a un lado la evidente efectividad de una milimetrada, inteligente y a veces impostada puesta en escena, podríamos concluir que el diálogo —y el buen empleo de la palabra en términos generales— es el mayor nexo de unión entre dos universos tan alejados entre sí —o no— como son el cine y la política. Una extraña pareja que coincide en su necesidad de embaucar al público y atraparlo en sus redes mediante la articulación eficiente de un discurso más o menos brillante.
Es precisamente este dominio de la comunicación verbal y la interacción oral entre sus dos personajes principales el mayor responsable de que un largo, a priori, tan sencillo y austero como 'El viaje', haya terminado convirtiéndose en una grata sorpresa. Una travesía de lo más placentera que, a golpe de conversación, sabe cómo cautivar, transformando, como suele suceder en las cintas y en conflictos históricos más relevantes, una simple anécdota en algo mucho más trascendente.
Sobreponiéndose a las limitaciones de su planteamiento
Partiendo de una premisa tan arriesgada como interesante, edificada en torno a la idea de confinar en el interior de un vehículo a dos acérrimos enemigos políticos como el líder del Sinn Fein Martin McGuiness y el unionista Ian Paisley durante los que podrían ser las últimas horas para alcanzar la paz en una convulsa Irlanda del Norte, el director Nick Hamm se las apaña para sobreponerse a las limitaciones logísticas y espaciales y regalarnos una emocionante travesía a bordo una alegórica representación de la historia real.
'El viaje' parece plenamente consciente de cuáles son sus debilidades y fortalezas, centrándose en explotar en la mayor medida posible estas últimas y combatiendo la inevitable teatralidad derivada de su planteamiento con un guión preciso y casi de manual. Pero, por encima del libreto y la envidiable fluidez y naturalidad de sus líneas de diálogo, y a años luz de una realización de lo más correcta y funcional, lo que eleva al filme de lo simplemente aceptable a lo notable es la fabulosa labor de su reparto.
El dúo compuesto por dos grandes como Colm Meaney y Timothy Spall marca la diferencia, llenando de matices sus particulares traslaciones a la gran pantalla de dos piezas clave de la política norirlandesa y ayudando a transmitir con cierta emotividad los mensajes del largometraje; tal vez demasiado optimistas, pero totalmente necesarios y aplicables a los tiempos convulsos con los que estamos obligados a lidiar en la actualidad.
Una interesante pero poco incisiva mirada política
Las consecuencias y obligaciones derivadas del poder, el precio del perdón o las finas y aparentemente inquebrantables líneas que separan la convicción de la responsabilidad son algunos de los temas que 'El viaje' explora con acierto pero sin acidez alguna, destacando una mirada sobre la aproximación de las diferentes generaciones a la actualidad política que bien podría verse como un reflejo del calado que puede llegar a tener la cinta sobre los públicos de diferentes edades.
'El viaje', pese a sus muchas virtudes, no es una obra destinada a perdurar en la memoria cinéfila. Sus fugaces noventa minutos pasan como un delicioso rayo que deja un inmejorable sabor de boca, pero cuyo efecto se diluye progresivamente una vez ha terminado su visionado; algo que, probablemente, se deba a lo inocuo y blanco de su discurso. Es más que probable que para la parte del respetable que haya sufrido en sus carnes los efectos de la violencia en Irlanda del Norte, lo último de Nick Hamm tenga, para bien o para mal, un mayor impacto; pero, desde la distancia, no deja de ser una notable lección interpretativa que hipnotiza temporalmente con el poder de la palabra.
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