El estreno el pasado verano de ‘Los mercenarios 2’ (‘The Expendables 2’, SImon West) no sólo suponía la llegada de una secuela de la nueva franquicia de Sylvester Stallone, sino que era el primer paso de Arnold Schwarzenegger para regresar al cine por la puerta grande tras una etapa más centrado en cuestiones políticas.
‘El último desafío’ (‘The Last Stand’, Kim Jee-Woon, 2013) era el título que debía confirmar si el público aún estaba ansioso por más aventuras del protagonista de ‘El último gran héroe’ (‘Last Action Hero’, John McTiernan, 1993) o si sus años de gloria ya habían quedado atrás. Su pobre recibimiento en la taquilla americana invitaba a pensar en lo segundo, pero una vez vista queda claro que no estamos ante una película de acción al uso y que lo desigual que es ha sido un lastre tremendo para los que simplemente querían ver al ‘Chuache’ repartiendo estopa sin parar.
Un héroe crepuscular
Arnold Schwarzenegger se convierte aquí en Ray Owens, un sheriff de un pueblo fronterizo en el que nadie le toma en serio – lo cual da pie a una escena divertidísima en los prolegómenos del tramo final- y hasta sus ayudantes dedican parte de su tiempo a practicar el tiro con un lunático del pueblo – agradable sorpresa la presencia de Johnny Knoxville, al que siempre había tenido por poco más que un completo inútil- . Lo cierto es que Sommerton es esa clase de pueblo en la que nunca pasa nada, algo que se contagia a su forma de encarar el personaje, ya que en todo momento se nota cierta desgana en su actuación, como si no quisiera estar realmente ahí. Esto beneficia enormemente a ‘El último desafío’ cuando realmente comienza la acción, ya que Schwarzenegger sabe aprovechar las posibilidades cómicas de ese tópico cinematográfico popularizado por el personaje de Danny Glover en la saga Arma Letal de estar demasiado viejo para ese trabajo, y todo eso sin perder ni un ápice de su característico carisma – aún estoy por encontrar a un héroe de acción contemporáneo capaz de estar a su altura en esa faceta- .
Uno de los principales problemas de ‘El último desafío’ son los aliados de Schwarzenegger, ya que se ven contagiados por la manifiesta incapacidad de Jeffrey Nachmanoff y Andrew Knauer para la construcción de diálogos y personajes. Es algo especialmente preocupante en el caso de Forest Whitaker, ya que es un intérprete que siempre se ha caracterizado por su solvencia en productos de este estilo, pero aquí es al mismo tiempo una molestia y una mala forma de incidir en ese otro tópico cinematográfico de que la policía es una inútil, pero EL policía es un héroe venerable. La sobredosis de lugares comunes se extiende a sus ayudantes, en especial al interpretado por Zach Gilford, quien ya había demostrado su capacidad para ser convincente dando vida a buenazos que anteponen la felicidad ajena a la propia en la televisiva ‘Friday Night Lights’ (2006-2011) y que aquí da bastante pena, en especial en una insípida y delatora escena de lo que sucederá poco después.
Los villanos tampoco son gran cosa, pero Eduardo Noriega sabe jugar con los excesos de su personaje para hacer más llevaderas sus escenas en solitario y da muy bien la talla en el enérgico enfrentamiento final con Schwarzenegger. Por su parte, Peter Stormare cumple muy bien como lacayo de lujo y el resto, pues bueno, meros bultos con cara de malas personas – la excepción es el patético cómplice de Noriega al que interroga Whitaker- cuya única función es permitir tener más momentos de acción.
Los desequilibrios de ‘El último desafío’
Schwarzenegger consigue evitar las limitaciones del guión porque su mera presencia y algún inspirado one-liner – más por él que por ellos en sí mismos- ya le permite trascender la mediocridad del libreto cuando la calma es la nota reinante. Lo peor de todo es que eso es lo que caracteriza su primera hora de metraje, donde todos los problemas de ‘El último desafío’ quedan al descubierto: No nos interesan los personajes – sobre todo cuando forman parte del bando de los buenos-, tampoco lo que dicen – he visto malos telefilms con mejores diálogos- y lo que pasa está mal narrado por un Kim Jee-Woon que se deja llevar por la aridez característica de Sommerton.
Otro de los puntos de interés de ‘El último desafío’ era ver como se adaptaba Kim Jee-Woon al cine estadounidense tras varios años ganándose cierto prestigio con títulos como ‘Encontré al diablo’ (‘Akmareul boattda’, 2010) o ‘A bittersweet life’ (‘Dalkomhan insaeng’, 2005). El bagaje, como la propia película, es algo desequilibrado, pues Jee-Woon no consigue trascender las limitaciones del guión y hasta los saltos espaciales entre dos tramas condenadas a encontrarse al final son poco inspirados. Sin embargo, Jee-Woon reserva lo mejor de sí mismo para esos momentos en los que la acción explota, donde sabe navegar entre el exceso, el absurdo y el estado físico actual de su protagonista. No es que sea una clase magistral de cine de acción, pero sí momentos muy efectivos – estupenda la persecución en el maizal- que consiguen sacar al espectador del letargo provocado por el resto de metraje.
‘El último desafío’ no es una gran película y tampoco el estupendo entretenimiento que sí fue ‘Los mercenarios 2’ – que hubiera incluido entre mis películas favoritas de 2012 si hubiera ampliado la lista a 20 títulos-. Todo ello se debe a su – muy- mediocre primera hora de metraje, pero luego sí que se convierte en un espectáculo casi digno de las mejores cintas en las que ha participado Arnold Schwarzenegger. Algo es algo.
Ver 21 comentarios