‘El sueño de Ellis’ (‘The Immigrant’, James Gray, 2013) es la quinta película de James Gray, director que se prodiga menos de lo que muchos quisiéramos, y al igual que sus anteriores films no es una película para todos los públicos, y mucho menos para los que reniegan de un cine aislado en lo formal, y que rememora con milimétrica pasión un tipo de cine que se hacía hace cuarenta años, y también cien. El propio director considera la presente como su mejor película, y aunque personalmente no es mi preferida de él, no seré yo quien le lleve la contraria. El paso del tiempo ya hará su trabajo.
El germen del film hay que buscarlo en la imperiosa necesidad que el director tuvo cuando, viendo una ópera con su mujer, cayó en la cuenta de que ya no se hacían películas con personajes femeninos protagonistas y fuertes, en la onda a los films que protagonizaban Barbara Stanwyck o Greer Garson, por lo que su mujer le animó a escribir una. Así nació ‘El sueño de Ellis’ que su director escribió específicamente para Joaquin Phoenix, su actor fetiche, y Marion Cotillard. Un film a contracorriente, como el resto de su breve obra, y que lamentablemente está pasando desapercibida por el gran público.
Reproduciendo una época
El film da comienzo con la llegada a New York por parte de Ewa (Cotillard) y su hermana tuberculosa, que huyen de los destrozos y el horror que dejó en Europa la primera gran contienda bélica. La isla de Ellis, pasaje antes de legar a la tierra de las oportunidades, es el sueño de todo emigrante en pleno 1921. La Estatua de la Libertad se alza como promesa de un mundo mejor en medio de una niebla que todo lo rodea, presagio de lo que sufrirá Ewa en su llegada al Nuevo Mundo. Un drama que no carga las tintas, en la tradición del gran drama clásico, con una apuesta por el tenebrismo y lejos de la simpleza.
Con una labor en diseño de producción que quita el aliento —obra y gracia de Happy Massee, en el que probablemente sea su mejor trabajo— ‘El sueño de Ellis’ narra una historia en un lugar y tiempos concretos, que bien podría suceder paralelamente a lo narrado en ‘El padrino’ (‘The Godafther’, Francis Ford Coppola, 1972) o ‘Érase una vez en América’ (‘Once Upon a Time In America’, Sergio Leone, 1983), films de los que bebe, o con los que se hermana, a la hora de reproducir una época, en un milagroso matrimonio que alia crónica (Coppola) y fábula (Leone) al que sólo se le puede reprochar algo de su academicismo.
Gray tuvo muy claro desde el principio a Marion Cotillard como la actriz perfecta para el personaje de Ewa, siendo el primer papel protagonista de la actriz francés en una película de habla inglesa. Gray la mima con la cámara toda la película, un trabajo de dedicación y admiración absoluta hacia Cotillard, que borda su personaje con una sensibilidad fuera de lo común. El peculiar rostro de la actriz, que Gray compara con Maria Falconetti en ‘La pasión de Juana de Arco’ (‘La passion de Jeanne d'Arc’, Carl Theodore Dreyer, 1928) —comparación de lo más acertada— refleja el dolor, entrega y sacrificio de una mujer en una época muy difícil.
La oscuridad del mundo
Época que transmite con total contundencia uno de los deportes más practicados por el ser humano desde que usa el cerebro: los más débiles y necesitados siempre serán utilizados por gente sin escrúpulos, peligrosa e ignorante. Pero no es ‘El sueño de Ellis’ una película reivindicativa o política, sino un drama sobre almas perdidas en un mundo duro sin piedad, reflejo de una vida aún más mísera. Joaquin Phoenix, Marion Cotillard y Jeremy Renner conforman un triángulo —de nuevo en el cine de su director— tan fascinante como arriesgado. Almas que aman, necesitan y compadecen.
Llama la atención como Gray narra con emoción contenida, como si tratase de marcar cierta distancia con la historia hasta que hace acto de presencia el personaje de Jeremy Renner, un mago que insufla pasión y alegría al relato, y a partir del último encuentro entre el actor y Phoenix sacar toda la artillería dramática. Atención al impresionante trabajo de Darius Khondji, que va oscureciendo cada vez más el relato, acorde con el drama, creando secuencias de una iluminación que recuerda a Caravaggio.
Una exquisita puesta en escena que culmina con uno de los planos más conseguidos del cine reciente, en clara armonía con el cine mudo, el cual también evoca. Despedida y encuentro a través de una ventana y un espejo —como muchos que aparecen a lo largo del metraje—. La promesa de una nueva vida, el regreso a los infiernos como redención, y Gray que lo plasma todo como si de una pintura se tratase. Para ser observada y disfrutada detenidamente, sin prisas, el principal enemigo de cine actual.
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