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'El solista'. El buen hacer de Joe Wright al servicio de una nimia anécdota

Este viernes se estrena ‘El solista’ (‘The Soloist’), una película de Joe Wright, director de ‘Orgullo y prejuicio’ y ‘Expiación. Más allá de la pasión’. Este nuevo trabajo del londinense está basado en la novela autobiográfica de Steven López, un periodista (Robert Downey Jr.) que descubrió a un virtuoso (Jamie Foxx) entre los vagabundos de los Ángeles. La historia, pequeña y emotiva, no me interesa especialmente, pero todos demás aspectos del film están muy logrados.

La estética y los actores

Joe Wright ya se ha caracterizado en sus anteriores films por ofrecernos una preciosa luz y exquisitos encuadres. La novedad en este caso reside en que es capaz de encontrar la misma belleza que en aquellas narraciones de época en los lugares menos acogedores de un Los Ángeles contemporáneo: redacciones de periódicos, túneles de hormigón, albergues para indigentes… Wright es un artista en este sentido y todo lo que atañe a la realización en esta película está impecable. Otra de las facetas que más destacaban en sus anteriores obras era la música. Aquí, este elemento deja de ser una banda sonora para convertirse en la protagonista. Si acaso, se podría decir que esa predominancia es algo excesiva, pero en general está integrada de forma muy armónica con lo rodado.


El elenco supone el otro gran aliciente de ‘El solista’. No es necesario informar ahora de que Robert Downey Jr. es un enorme intérprete y, aunque quizá esté menos extendido, el reconocimiento que recibe Jamie Foxx es similar. Ellos ofrecen toda la calidad que el fondo no pone de su parte. Sus personajes están retratados con acierto y sus interpretaciones completan esta definición proporcionándonos toda la emotividad que esta escasa anécdota nos podría contagiar. Catherine Keener es una actriz cuya presencia aporta elegancia a cualquier película y, en este caso, está igual de bien que en otros de sus trabajos o que sus partenaires masculinos. En papeles terciarios, también se encuentran buenos actores.

El contenido

Así, uniendo las interpretaciones a la realización, podemos ver que nos encontramos ante una película cuyo exterior es válido al ciento por ciento. Por desgracia, este conjunto se pone al servicio de un relato autocomplaciente, sentimentaloide y facilón, que aburre en la mayor parte de su metraje. Incluso aunque no resulte nada original, no me parece mal el planteamiento de descubrir una gema en las calles de una ciudad hostil. Pero partiendo de ahí, se podría haber llegado más lejos. López investiga la vida de este hombre y, antes de descubrir nada sobre él, ya publica artículos a su respecto. Por lo tanto, el músico, más que suponer un buen material periodístico, significa una forma de apelar a la fibra sensible de los lectores, que se apiadan de él por caridad cristiana. Quiero decir que su historia carece de interés argumental: no es sorprendente, no es única, no supone una reivindicación…

(SPOILER) Cuestionaría también la decisión de no intervenir en su tratamiento. Se le ha diagnosticado que es esquizofrénico —diagnóstico que no sé muy bien de dónde sale— y, como él se niega a ser tratado o a aceptar que sufre una enfermedad mental, a quienes le rodean les parece lo más adecuado hacerle caso. No sé en qué escuela psiquiátrica existe la noción de que sea el paciente quien decida si es o no tratado para curarse o mitigar sus síntomas. El evitar intervenir no es una decisión altruista, sino cómoda, pues siempre resulta más fácil no discutir que forzar a internarse o medicarse a alguien que lo necesita. A lo que voy aquí no es a esto, lógicamente, sino a cómo ello afecta a la trama de la película: la cuestión está en que la no intervención provoca una no evolución en el personaje del Sr. Ayers. (FIN DEL SPOILER)

Pero claro, esto está planteado de esta forma porque lo que interesa en el libro y en la película es cómo los sucesos afectan a López, no al músico. La única evolución de personaje que desean mostrar es la del protagonista, cuando lo poderoso habría sido ver ambas en paralelo y presenciar cómo una influye en la otra. Sin embargo, esta correlación no queda nada clara en el desarrollo y es necesario comunicarla explícitamente en una voz en off del final. Si bien imaginamos que los hechos han provocado que la personalidad del periodista se suavizase, lo que no llegamos a percibir es qué tuercas en concreto ha aflojado y qué resortes ha puesto en marcha. Todo queda en lo que suponemos, más que en lo que percibimos.

En un film de duración excesiva para su contenido, se hacen superfluos los flashbacks al estilo de ‘Caso abierto’. Si nada se va a descubrir en ellos, mejor sería prescindir del recurso por completo y dejar toda la película en el momento presente, que tiene una fuerza dramática mayor. Los interludios musicales son asimismo fútiles y contribuyen a la falta de ritmo de la obra.

Los letreros finales se centran en el aspecto social de ‘El solista’, que hasta entonces se había tocado circunstancialmente. De esta forma, se hace aparentar que la película tenía una carga crítica de la cual en realidad carece. Podría parecer que la historia de Nathaniel es un vehículo para protestar sobre las condiciones de los pobres en EE. UU., pero eso no es cierto desde el momento en el que el músico optó por retirarse del mundo por su propia voluntad o bien por una enfermedad mental y no fue la pobreza, el racismo ni ningún otro tipo de injusticia lo que le llevó hasta la mendicidad.

En definitiva, diría que me parece una pena que un autor tan capaz como Wright se haya decantado por una historia tan poco atrayente y de la que tan poco partido se podía sacar. Afirmaría, sin haber leído la novela que, dentro de todo, probablemente haya llevado a cabo la mejor adaptación posible de ‘El solista’, ya que el escalafón siguiente lo ocuparía un telefilme para la sobremesa. Y es que hoy en día quien no publica un libro es porque no quiere.

Mi puntuación:

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