“Está pegajoso. ¿Qué es?”-Frodo
A la hora de película, o casi, tiene lugar la batalla en la que Faramir y sus hombres pierden Osgiliath, en un ataque orco inesperado y brutal. El combate es feroz y está bien narrado, sin falsos espectáculos ni demasiada complacencia: violencia salvaje. Hay una tensión muy bien sostenida en este ataque, y el trabajo de cámara es hábil y fluido. Lástima que como con la mayoría de los momentos clave de esta historia, Jackson decide partirlos en dos (algunos en tres) segmentos, y pierde mucha de la fuerza inicial. Decisión, cuanto menos, cuestionable.
Además, en una elección de montaje que no hay por donde cogerla, decide alternar este ataque con el encendido de las almenaras de Gondor. Hasta siete cortes tenemos de almenaras encendiéndose, extendidos en más de dos minutos, para terminar con una escena ridícula de Aragorn corriendo para avisar a Theoden de que Gondor está siendo atacado, que desdibuja completamente su personaje. Pero Jackson se dedica más a hacer grandilocuente el momento, que no transmite nada, en lugar de mantener la tensión, algo que no le preocupa demasiado.
Parten, pues los rohirrim, y presenciamos la enésima discusión entre Eowyn y Aragorn, sobre temas parecidos a los de ‘Las dos torres’. Muy aburrido. También aburrimiento con Merry, que sufre la misma situación con Theoden que Pippin con Denethor. Cierto, está en la novela, pero los guionistas han cambiado cosas más importantes, y nadie ha protestado. Para colmo, llega una voz en off de los pensamientos de Denethor que no tiene justificación, y que añade más caos a la secuencia. Suerte que por fin volvemos con Faramir, en una secuencia muy bella.
Son los problemas del montaje, que deja totalmente deslavazada la estructura, restando fuerza a secuencias que, por sí mismas, funcionan bien, pero que unidas se molestan las unas a las otras. La huida de los supervivientes de Osgiliath es memorable, pero dura muy poco. Hay, sin embargo, varios planos muy bellos, de pura sensibilidad fantástica, y que dan una sensación de realismo indescriptible. Son aquellos que parecen (serán) filmados a caballo, y que siguen de muy cerca a Gandalf. Y qué hermosa suena la música cuando se enciende la luz de su vara. De pronto, la energía arrolladora de ‘Las dos torres’ parece asomar.
El sitio de Minas Tirith
Sin duda John Noble (Denethor) está en otra película, tanto en tono como en personaje, una pena, porque es un buen actor. Una cosa sí consiguen: estás deseando que muera de una vez. Antes de la batalla volvemos con Smeagol y sus dos acompañantes. El cambio que han practicado respecto a la novela está, a mi parecer, bastante bien armado: Smeagol consigue separar a los dos hobbits con engaños, y Frodo se vuelve contra Sam. Lástima que, en otra decisión lamentable de montaje, haya demasiadas idas y venidas, y aún volvamos con Pippin y su juramente a Denethor, antes de que Gollum consume su traición.
Elijah Wood está muy bien ese momento, cuando por fin Gollum lo consigue, deja de creer en su amigo Sam, y le manda a casa. No era una escena fácil. Y por supuesto, está basada en la adicción al anillo. Pero, en lugar de dejar que los acontecimientos sigan su curso, Jackson se inventa otra escena, que es el ataque de Faramir, en desesperada, para reconquistar Osgiliath, sobre la que se oye un cántico de Pippin (intercalado con una repugnante comida de Denethor…). La escena queda, creo, poco creíble, de un amaneramiento absoluto. Hacía falta más concisión, estoy seguro de ello.
Buena prueba de ello es que volvemos con Aragorn. Y nadie duda de que era necesario, pero había que acelerar las cosas, en lugar de meter diez minutos de paja innecesaria, hasta que por fin se decide a viajar por los Senderos de los Muertos. Sencillamente, una película no puede abarcarlo todo, hay que saber darle a cada cosa su tiempo. Algunos eventos se merecen más tiempo (y pueden ser menos importantes…) y otras menos (y no por ello perder relevancia). Pero el montaje, o el guión, o ambas cosas, son un caos. También la planificación de ese segmento, con Legolas, Gimly y Aragorn, me parece un error, carente de valor.
No sé a quién intenta impresionar Jackson con dantescos movimientos giratorios de cámara, pero parece un principante dispuesto a maravillar con trucos baratos. De pronto, parece que Sam Raimi se ha colado en la película, y que estamos viendo ‘Posesión infernal’. Un despropósito. Sin embargo, el ambiente del interior de los Senderos sí que es espeluznante, aunque le falta densidad: parece un cómic vistoso, pero sin vida. No hay verdad en estos espectros, sólo cáscara. Eso sí, muy lujosa. Pienso que la fantasía no debe perder el contacto con la realidad, sino crear otra realidad tan verosímil como esta.
Comienza por fin el asedio. Y la verdad es que comienza bien. Los orcos aterrorizan a sus enemigos lanzando las cabezas decapitadas de los soldados capturados. Denethor, viendo moribundo a Faramir, pierde definitivamente la razón. Se nota, sin embargo, falta de energía en la dirección de los extras que interpretan a ciudadanos sitiados, supuestamente aterrorizados a causa del lanzamiento de proyectiles y de la presencia enemiga, pero que por incompetencia o prisa, quedan po creíbles. También puede ser que la cámara de Jackson falle en fluidez buscando rostros del paisaje humano de la ciudad. No lo sé. En cualquier caso, el fondo, la gente, no queda creíble.
Tampoco me gusta el tratamiento que se hace de los soldados gondorianos, ya desde el papel. Parecen peleles que masacrar, nada más. Ni punto de comparación con la presencia que desprendían los jinetes rohirrim en la segunda parte. Es como si la cámara de Jackson estuviera agotada. De hecho, durante estas escenas, el director declaró sentirse mortalmente agotado. Sin embargo, los orcos están muy bien dirigidos, tanto cuando atacan, como cuando mueren, o gesticulan. La llegada de los nazgul, finalmente, termina por agregar más caos en la puesta en escena. Por supuesto que el objetivo es dar sensación de caos, pero no de caos en la realización.
Resulta curioso que la cámara de Jackson se mueva como una loca con la llegada de los nazgul, no tenga problemas en captar el rugido de la bestia, la salvajada de un golpe violento, y sin embargo sea incapaz de captar, crear vida. En fin. Volvemos con Aragorn, que ya ha convencido a los espectros de luchar por él. La escena de los barcos desmiente que ‘El retorno del rey’ sea lo más de lo más en efectos digitales, y prueba que estaban bastante desbordados y terminaron algunas cosas como pudieron, porque canta opereta, tanto en detalles como en conjunción de elementos creados por ordenador.
Volvemos con Frodo (no paramos…) y la crucial escena del triunfo de Smeagol, entregando a Frodo a Ellalaraña. Es una escena que da un mal rollo considerable, aunque la imaginación visual de Jackson, tan cacareada, no es nada del otro mundo, con los consabidos planos subjetivos, y falsos subjetivos, para acrecentar la tensión. Estoy convencido de que todos nos imaginábamos ese tenebroso túnel bastante más tenebroso y oscuro, y al monstruo mucho más temible. El diseño del mismo acaba siendo bastante normalito, sin querer aterrorizar demasiado. Le falta algo de tensión a la secuencia, aunque las telarañas están increíblemente bien hechas. Tiene su coña oir a Smeagol cantando, triunfante.
Lo cierto es que sabe a poco. Es muy bonito, eso sí, el momento en que Galadriel, una ensoñación casi real, le ayuda a levantarse. Y cuando por fin la araña le atrapa, hay una gran tensión contenida que por fin explota, perfectamente corporeizada en la figura de un Sam rabioso, el cual nos creemos, cosa rara, que pueda vencer al monstruo, aunque el combate es excesivamente largo y falto de ritmo. Eso sí, antes de ver eso, volvemos con el drama (poco interesante, mal tratado, mal escrito) de Eowyn, y con la grieta que por fin abren los orcos en Minas Tirith. Esa secuencia es bastante fiera y violenta. Está muy interesante.
Pero no salva esta primera parte de la batalla, por su cámara tan mecánica, tan fría, sin vida. A Jackson, de manera evidente, le fallaron las fuerzas filmando esta película.