Mientras todos esperamos ansiosos a ver cómo Harrison Ford se pone de nuevo bajo la piel de Han Solo en uno de los regresos más esperados que puedan producirse en el cine moderno, comprobamos que la más reciente filmografía del actor que no ve cine es abundante en films poco destacados y en los que su figura prácticamente vive del recuerdo de una época mejor. No voy a negar que Ford me acompañó en mi formación como cinéfilo desde que, con siete años asistí al estreno de ‘La guerra de las galaxias’ (‘Star Wars’, George Lucas, 1977) —visioando cuyo impacto sigue haciendo mella en mis recuerdos—, para más tarde disfrutar de la carismática presencia del actor en películas que no necesitan presentación de ningún tipo.
Han Solo, Indiana Jones, Rick Deckard, John Book, Richard Walker y Richard Kimble son algunos de los estupendos personajes de un actor que ha hecho como los vinos, pero cuyas últimos intentos por cambiar algo de imagen en su madurez no se ha visto recompensado ni por la crítica ni por el público. Evidentemente es un actor que ya no necesita demostrar nada, pues su lugar en la historia del cine por haber dado vida a dos de los héroes más admirados de todos los tiempos está más que justificado, pero su carrera no es la que era porque los tiempos son otros. Esperemos que volver a dar vida al bribón Solo y su incursión en ‘Los mercenarios 3’ (‘The Expendables 3’, Patrick Hughes, 2014) le devuelva algo de la dignidad que los tres personajes que comentaremos a continuación no han hecho.
'42', la esperanza negra’
‘42’ (id, Brian Helgeland, 2013) es una película que no ha conocido estreno en nuestras salas editándose directamente en DVD tras su exitoso paso por las carteleras estadounidenses. ¿La razón? Probablemente la historia de uno de esos buscadores de sueños, tan del gusto yanqui, y que por aquí no conocemos y que la película está ambientada en ese deporte que también demostramos no conocer —los españoles somos únicos únicamente en conocer muy bien la palabra desconocimiento—, el béisbol. Se trata de la historia real de Jackie Robinson, el primer jugador negro que jugó en los Broklyn Dodgers en contra de lo que pensaba medio país. La típica historia de superación personal, con algunos toques de crítica hacia el racismo, no demasiados que Helgeland, estadounidense, no es Steve McQueenn, británico, y no tiene huevos a escarbar en el pasado oscuro de su país.
Harrison Ford da vida a Brach Rickley, el jefazo que vio una oportunidad de oro al permitir que Robinson jugase en un equipo de blancos. Una especie de padre espiritual que encuentra en Ford su mejor baza al sobresalir en la película como uno de esos personajes secundarios tan típicos del cine clásico y que eran capaces de levantar una película. El actor además se presta a un cambio de imagen total y absoluta y a demostrar que quien tuvo, retuvo, en este caso derrochando carisma y buen hacer. El resto no es más que tópico tras tópico en una película de lo más olvidable.
'El poder del dinero', thriller de baratillo
‘El poder del dinero’ es el título que lleva en nuestro país ‘Paranoia’ (Robert Luketic, 2013), otra de esas películas que nos llegan con un buen retraso y que se aprovechará de la segunda reunión entre Harrison Ford y Gary Oldman tras la entretenida ‘Air Force One’ (id, Wolfgang Petersen, 1997) para sacar algo de provecho en taquilla. Pero mucho me temo que el trabajo de Luketic está destinado al fracaso en nuestros cines, pues el aparente duelo interpretativo entre ambos actores, que dan vida a rivales empresariales antes amigos ahora odiosos contrincantes, nunca llega a producirse más allá de unos cuantos gritos y gestos histriónicos varios, sobre todo por parte de Oldman, al que le encanta pasarse.
Liam Hemsworth, que convierte a su hermano en el mejor actor de la historia, da vida a un joven ambicioso y emprendedor, que se mete en un pequeño lío con su jefe al que le devolverá el favor de un forma muy especial: infiltrarse en la competencia para robar el revolucionario diseño de un teléfono móvil que será la bomba en cuestiones del control de la información. Tópico tras tópico y ausencia del suspense, además de una historia de amor que deja a las mujeres a la altura del betún y desaprovecha por completo la crítica a la falta de privacidad cada vez más creciente en nuestra sociedad. Ford, cambiando de nuevo de imagen luciendo una poderosa calva, no queda demasiado bien en el papel de villano sin remordimientos y manipulador. Una pérdida de tiempo absoluta.
'El juego de Ender', la batalla por el planeta
‘El juego de Ender’ (‘Ender’s Game’, Gavin Hood, 2013) que a mi compañero Sergio le devuelve a su niñez, y a mi compañero Mikel deja indiferente, es la adaptación de una de esas novelas que suelen llamar inadaptables, y que sin embargo goza del visto bueno de su autor, Orson Scott Card, que se ha hecho de oro con una saga alrededor del personaje. Un proyecto por el que se han paseado los nombres de Wolfgang Petersen y Ridley Scott y actores como Jake Lloyd —Anakin Skywalker de crío—, y que ha encontrado en el impersonal Hood a un guionista y director quizá poco adecuados, por las mismas razones que Helgeland en el primer título comentado, para una historia con no pocos elementos interesantes.
Harrison Ford da vida al superior de Ender, aquel que considera que es el elegido y que deberá liderar la batalla definitiva contra los Formics, raza alienígena que quiso invadir el planeta. Su aspecto va a ser lo más cercano que veamos al actor en un ambiente de película de ciencia-ficción antes de codearse de nuevo con el personaje creado por George Lucas. Mentor y consejero de Ender, se pasea por el film con mucha naturalidad aunque con menos acción de lo que algunos quisiéramos. De Ben Kingsley mejor no hablar. El film contiene para mí un punto muy interesante en cuando a educación, y es aquel instante en el que Ender no se deja avasallar por un compañero que se mete con él, y le da una brutal paliza con la intención de que no vuelva a molestarle. Es un detalle pedagógico con el que estoy completamente de acuerdo: lo mejor en esta vida es evitar todo enfrentamiento físico, pero si no queda más remedio que sea para eliminar al adversario por completo. Eso más el hecho de visionar una batalla espacial como si fuera un videojuego es lo mejor del film. Y Asa Butterfield tiene futuro.
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