Hoy día es muy común encontrar en el cine a un periodista metido en problemas, ya sea porque ha descubierto una noticia importante y alguien no quiere que se publique, o porque de repente se ve metido en una operación de espionaje, o se le relaciona con un asesinato, o es el mismo periodista quien investiga dicho asesinato. Son muchas las situaciones que han llevado a considerar que un periodista es ya un elemento importante dentro del cine negro, uno de sus ingredientes. Hace años no era tan común, y 'El Reloj Asesino' ('The Big Clock', 1948) fue una de esas películas que jugaron con este elemento dentro del cine negro americano.
La película narra las peripecias de un imprescindible periodista que trabaja en una publicación especializada en crímenes. Las 24 horas del día está dedicado a su trabajo, por orden de su despótico jefe, quien no atiende a razones con nadie. Un día se produce un horrible crimen en el que una mujer es asesinada, siendo el principal culpable nuestro protagonista. Pronto se iniciará una carrera contrarreloj en la que tendrá que demostrar su inocencia y de paso descubrir al verdadero culpable.
'El Reloj Asesino' está dirigida por John Farrow, uno de esos grandes desconocidos por el público en general, que tiene en su haber un buen puñado de films con cierto estilo, y que la mayoría no iban más allá del mero entretenimiento. Ésta pertenece a ese grupo en concreto, un film apreciable en algunos aspectos, y demasiado facilón en otros. Farrow imprime ritmo a la historia y ésta avanza con fluidez, estando bastante bien marcada la angustia en los minutos finales cuando todo el pastel se descubre. Todo ello aderezado con una excelente fotografía en blanco y negro, obra de Daniel L. Fapp y John F. Seitz, que trabajaron juntos o por separado con directores tan prestigiosos como Mitchell Leisen o Billy Wilder. Por supuesto la fotografía es otro de esos imprescindibles ingredientes para obtener una mínimamente digna cinta de cine negro.
En el apartado interpretativo tenemos a dos antagonistas bastante distintos entre sí como actores: Ray Milland y Charles Laughton. Milland que era excepcional cuando lo sabían dirigir, compone el típico personaje cansado de su trabajo, aunque es enormemente eficiente en él, y al que todo parece salirle mal. Enfrentado a un tiburón como Laughton, quien prácticamente se lo merienda, y es que Charles Laughton era sencillamente uno de los grandes. Aquí resulta perfecto como el insensible jefe de nuestro protagonista, que no quiere ni el más mínimo fallo en nada, a todo el mundo pendiente de él, y no acepta un no por respuesta, y en caso de oírlo las consecuencias son catastróficas. Una de esas personas con tanto poder que pueden hacer lo que quieran. Un hombre tan minucioso en todo lo que hace que bien se puede emparejar con el gran reloj (el del título americano, y no del español) que tiene en el edificio de la publicación, y que es el reloj más preciso del mundo, en clara consonancia con la personalidad del dueño.
Es en las partes de Laughton en donde la película encuentra sus mejores momentos, tanto por la portentosa interpretación del actor, como por el estudio psicológico que el film hace de ese personaje. No existe el reloj perfecto de mecanismo perfecto que nunca falle, como no existe la persona perfecta sin ningún tipo de debilidad o fallo. El resto de la película se mueve por parámetros más predecibles y convencionales, incluso en el tratamiento del personaje femenino interpretado por la mujer de Tarzán, Maureen O´Sullivan, quien hace un papel bastante anodino y casi de relleno. También tenemos a Elsa Lanchester, casi de obligada aparición, por tratarse de la esposa de Laughton en la vida real (se casaron durante el rodaje de este film). Su aparición, como casi siempre, pone cierto punto cómico a la película.
Una película correcta, bastante entretenida, pero que no pasa de ahí. Si os interesa echarle un vistazo la tenéis editada por Suevia Films en excelente estado de audio y video, en esa colección titulada 'Clásios de Oro' en la que hay verdaderas maravillas, y en la que los chicos de Suevia están realizando un excepcional trabajo.