Aún recuerdo el estreno de ‘Buenafuente’ a comienzos de 2005 en Antena 3, el espacio con el que Andreu Buenafuente dio el salto a la televisión nacional tras varios años de éxito en Cataluña. No tardé en conectar con el humor del programa y pronto se convirtió en poco menos que de obligado visionado. Por desgracia, tampoco tardé demasiado en empezar a perder interés en él, lo cual fue a más con su salto a laSexta, perdiendo ya casi todo interés con ‘En el aire’.
No obstante, he de reconocer que el fichaje de Berto Romero ayudó a reactivar momentáneamente mi interés hacia la obra de Buenafuente, y digo momentáneamente porque también me cansé con cierta rapidez del humor de su nuevo colaborador. Por ello, la idea de verles juntos en la película ‘El pregón’ no me llamaba demasiado, pero lo que tampoco esperaba es que fuera a convertirse en uno de los desastres más lamentables de los últimos años.
La peor cara del cine español
Creo que todos somos conscientes de que el sentido del humor es algo increíblemente personal, y que lo que algo puede conseguir tanto que una persona se parta de risa como que a otra se le caiga la cara de vergüenza ante lo que acaba de presenciar. Este hecho impacta de forma indiscutible la valoración que se puede hacer de una película, pero es que en el caso de ‘El pregón’ simplemente creo que no tiene ni puñetera gracia.
Su principal arma para intentar hacernos pasar un rato divertido es un cruce entre ridículo y patetismo, uniendo la problemática relación de los dos hermanos interpretados por Buenafuente y Romero con la ranciedad propia de unas fiestas de pueblo. Sobre el papel parece un material con bastantes posibilidades y también un choque entre dos realidades distintas pero hasta cierto punto complementarias, pero la realidad es bien diferente.
Por un lado, el guion de David Serrano y Diego San José no logran dar con el equilibrio adecuado para que Super Galactic sea divertido, ni en los excesos propios de los 90 del pasado ni en su inexistente relación actual. Ese primer desequilibrio supone un lastre que impedirá que el resto del despliegue cómico funcione en momento alguno, pues prácticamente todo está supeditado a las reacciones de los personajes de Buenafuente y Romero.
Además, se nota mucho que Buenafuente no es realmente actor -hasta ahora apenas había hecho algunos cameos- y eso daña tanto a la química con Romero, muy inferior a la esperada -creí que iba a ser el gran punto fuerte de la película y no es el caso-, como a sus gags. Es cierto que hay varios que veo directamente insalvables, pero es que ni siquiera logró arrancarme alguna sonrisa. Con Berto tampoco mejora mucho la cosa, pero algo sí.
’El pregón’, coqueteando con la vergüenza ajena
Lo peor de todo es que hay varias situaciones en las que la película está tan pasada de rosca -hay un momento relacionado con una cabra especialmente lamentable- que directamente sentía vergüenza ajena ante el espectáculo que tenía ante mí. Tampoco me olvido del pobre trabajo realizado tanto para definir a sus dos protagonistas por separado como, sobre todo, de la cansina y previsible evolución de la relación entre ellos.
Eso también afecta a todo lo relacionado con las fiestas de pueblo, pues lo limitan a pasar un poco por encima de todo -y es una pena, porque plantean una idea de la que creo que se podrían sacar cosas interesantes, pero que no va más allá de decirlo para pasar a otra cosa-, cayendo en el error de supeditarlo casi en exclusiva a los deseos del alcalde de Proverzo -correcto Jorge Sanz- para recuperar a su antigua novia -la últimamente omnipresente Belén Cuesta-.
Todo ello está aliñado con un humor demasiado facilón que tampoco prepara demasiado bien los momentos más brutos, y eso provoca que los momentos más bajos de la función coincidan con ello. Ahí creo que Dani de la Orden podría haber hecho algún esfuerzo desde la puesta en escena para matizarlo, pero me da la sensación de que debió pasárselo tan bien con sus dos protagonistas en el rodaje que confió en que ellos pudieran solucionarlo. Grave error.
Al final lo que queda es una propuesta con nulo interés cuando aborda cuestiones dramáticas -Buenafuente y su hijo en la ficción-, lo cual resta efectividad a su lado cómico. Un desequilibrio constante que al menos no hace sufrir al espectador alargándose más de la cuenta. Es un poco triste que esto sea lo mejor que puede decirse de ‘El pregón’, pero la verdad es que llegó un punto en el que simplemente quería que se acabara.
En definitiva, ‘El pregón’ es un excelente ejemplo de la peor cara del cine español, esa que provoca que algunos espectadores no quieran dar una oportunidad a películas de mucho nivel por el mero hecho de estar hechas en nuestro país. Por mi parte, os recomendaría huir de ella y si queréis acercaros al cine estos días, será mejor que deis una oportunidad a ‘El regalo’ (‘The Gift’) o a ‘Calle Cloverfield 10’ (’10 Cloverfield Lane’).
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