Las temporadas estivales suelen llegar acompañadas de estrenos fuertes, con blockbusters cargados de millones y apuestas de estudios por el público infantil, que es carne de cañón en los meses del año en el que no hay colegio. Hasta ahora, el verano no ha tenido mucho éxito con las endebles propuestas de, por ejemplo, 'La Torre Oscura' ('the Dark Tower', 2017) o ‘Rey Arturo: La Leyenda de Excalibur' ('King Arthur: Legend of the Sword', 2017).
Quizá por ello no sorprende que el estreno número uno en Estados Unidos en esta recta final de agosto haya sido para 'El otro guardaespaldas' ('The Hitman's Bodyguard'), una aparentemente ligera buddy movie con una calificación R, es decir, con bastante más sangre y violencia de lo esperable en una de estas semisátiras del cine de acción protagonizadas por caras conocidas. Un presupuesto ajustadito y una pareja quizá sin la química de Danny Glover y Mel Gibson en ‘Arma Letal’ ('Lethal Weapon', 1987) pero sí mucha más que los que protagonizan la serie homónima.
Sangre, tiros y blues
Y es que Samuel L. Jackson pocas veces decepciona en este tipo de papeles. En ‘El otro guardaespaldas’ hace de un asesino profesional llamado Darius Kincaid totalmente letal, indestructible y malhablado. Si John Wick merecía una secuela, este hombre merece un Spin-off. Pero la cara guapa del poster la pone Ryan Reynolds, que sigue haciendo su papel de tipo simpático, algo decadente y con una vis cómica que nadie le puede afear.
Otra cosa es que la presencia del actor empache a algunos. Sin embargo, la combinación de ambos nombres ha propiciado una fluidez inesperada, cuyo timing para las líneas de guion es excelente. La presencia de Reynolds y el tono sorprendentemente violento hacen pensar inmediatamente en el éxito de ‘Deadpool’ (2016) y se intuye una intención del estudio en tratar de encontrar un producto en el que dar salida a los ingredientes que tenía aquella.
Así, efectivamente, hay sangre y humor idiota que no huye de lo escatológico y que además es, ocasionalmente, mucho más salvaje y oscuro de lo que parece. No es de extrañar que tras los mandos está Patrick Huges, responsable de la última entrega de ‘Los Mercenarios’ (The Expendables, 2010) que tenía un sanísimo tono de acción tangible pero inverosímil que vuelve a poner aquí en práctica. Sorprende de Huges, sin embargo, que la fotografía esta vez sea bastante paupérrima.
'El otro guardaespaldas': entretenimiento intenso y volátil
Sorprende en especial, en su caso, puesto que él mismo fue responsable de la extraordinaria ‘Red Hill’ (2010) cuya paleta de claroscuros y todo su aspecto visual eran hipnóticos. Es probable que con esos grandes nombres de reparto, a los que hay que añadir a Gary Oldman, perfecto como villano de Bielorrusia, se haya quemado buena parte de su ajustado presupuesto, por lo que el apartado visual le da un aspecto de producto de consumo fast food que desmerece a su ritmo sin cuartel.
Y es que aunque tiene detalles de acabado feísimos, como partes de la banda sonora que parecen sacados de catálogo o archivo, ‘El otro guardaespaldas’ es tremendamente entretenida. Tanto por sus gags de humor como por sus explosiones de sangre en cada lluvia de tiros. Por su humor gañán y sus canciones de rhythm and blues, muchos fruncirán el ceño, otros no comulgarán con su gamberrismo fuera de época y su tono tontorrón, no muy distinto a de otra operación de Jackson similar, como fue la olvidada ‘Negocios sucios’ (the 51st state, 2001).
Pero si uno se dejar llevar por sus estupideces, su salvaje espíritu slapstick y la efectividad de sus escenas de acción, descubrirá una de las películas más divertidas del año, una especie de versión, a los ‘Dos Policías Rebeldes 2’ (Bad Boys II, 2003), de la aventura contrarreloj en la magnífica ’16 Calles’ (16 Blocks, 2006). ‘El otro guardaespaldas’ es intrascendente, lo sabe y quiere hacerte partícipe de su orgía de personajes amorales, coches explosionando y trillones de tiros zumbando por la pantalla. La receta necesaria para convertirla, totalmente por sorpresa, en la película-mojito del verano.
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