La última vez que me tocó anunciar los estrenos en DVD y Blu-ray, apareció este título, que era uno de los de 2011 que me habían quedado por ver. Con críticas tan positivas como las que recibió en este y otros medios, ‘El origen del planeta de los simios’ (‘Rise of the Planet of Apes’, 2011), de Rupert Wyatt, se convertía en insoslayable, así que no tardé en recuperar este film que cuenta en su reparto con James Franco, Freida Pinto, Brian Cox, Tyler Labine y John Lithgow. Tras verlo, coincido con la opinión generalizada en el buen resultado de los efectos especiales, en la potente presencia del simio principal y en su capacidad para transmitir emociones, pero quizá no tanto en las apreciaciones más profundas.
César resulta más carismático que todos los personajes humanos unidos, ya que a estos el guion no les plantea demasiados matices. La personalidad atrayente no solo la consiguen la voz, gestos y movimientos que le presta Andy Serkis, sino también la convincente integración que hace Weta Digital de la figura animada con la imagen real y la expresividad de sus rasgos y su mirada. Aunque no comienza contando con el protagonismo, pues se presenta como un elemento sin consciencia, el primate se apropia de la atención hasta darle la vuelta al punto de vista y lograr, al robar la empatía, que la indignación ante el trato injusto que reciben él y sus semejantes se transmita con fuerza. No es tan raro que un animal se descubra como lo más simpático de una película, pero desde un momento muy temprano, este chimpancé deja de ser percibido como un ser irracional. La manera en la que va evolucionando y creciendo es muy sorprendente y durante buena parte del metraje, la película funciona como la historia de un joven y su compañero. Así, César no solo se torna protagonista por encima de los otros personajes, sino también por delante del contenido argumental. ‘El origen del planeta de los simios’ es antes una historia de personaje (en singular) que un relato de ciencia ficción.
Personalmente, no soy muy partidaria de las cintas o novelas en las que lo que transcurre podría haber supuesto un planteamiento, es decir, aquellas narraciones que terminan donde muchas otras tendrían su primer punto de arranque, independientemente de que se deba a que suscitan una franquicia o a que sirven para ofrecer una respuesta a una antigua incógnita. Si no disfruto de argumentos estructurados de esta forma no es porque necesite más escenas de acción o de entretenimiento, sino porque me paso la película anticipando que se produzca un giro que no llegará hasta el final y eso me provoca una ligera desazón. He comentado lo mismo tras muchas primeras entregas de trilogías y he comprobado que esta preocupación no está muy generalizada, por ese motivo la indico como algo particular mío. No quiere decir que no viese ‘El origen del planeta de los simios’ con interés o que no estuviese entretenida, pero ni el asumir que el levantamiento –que se menciona (“rise”) en el título original, pero que con sabiduría no se ha trasladado a la traducción– no se produciría hasta el final del guion de Rick Jaffa y Amanda Silver minimizó mi impaciencia.
El componente de ciencia ficción, aunque sí está incluido, no tiene el efecto que tenía la traslación a un supuesto futuro de ‘El planeta de los simios’ (‘The Planet of the Apes’). La sensación que produce la de 2011 no es el vértigo ante siglos de desconocidos sucesos que propiciaba la de 1968, no porque lo ignoto se aclare, sino porque se extrae otro tipo de emoción de la ficción científica. No nos encontramos ante las premisas clásicas del género, que te inundan de un arrobamiento casi místico ante teorías, descabelladas o no, sobre mundos alternativos. Se trata de un relato basado en un hecho científico ficticio, pero aventuraría que no apela tanto al espectador amante de la ciencia ficción como a uno más generalista –un público para el que es indiferente no haber visto la saga inicial, pues no es necesario para entender esta “precuela“–. Viendo ‘El origen del planeta de los simios’ eché de menos ese estremecimiento que sí me producen, no solo el film de Franklin J. Schaffner, sino cualquier novela o película de ciencia ficción canónica.
La crítica ecologista que contiene ‘El origen del planeta de los simios’ se me antoja no solo obvia en la forma en la que está planteada, sino también algo ingenua en cuanto al propio mensaje –estoy de acuerdo con criticar las pruebas en animales, pero habrá que ofrecer una alternativa, pues no creo que la solución sea dejar de investigar en medicamentos para la curación de los humanos–. La película pionera, protagonizada por Charlton Heston, ya contenía una poderosa advertencia sobre la manera en la que estamos tratando el planeta. La diferencia es que en aquella ocasión, a pesar de que se hacía de un modo indirecto y nada evidente, resultaba tan eficaz que creaba temblores al respecto.
El dejar el motivo abierto era uno de los valores del film de entonces. No reprocho, no obstante, el ejercicio que supone ahora de plasmar una de las posibles hipótesis, pues lo encuentro un juego curioso que no creo que afecte para nada a la anterior. Y tampoco digo que me habría contentado más cualquier otra teoría –apocalipsis nuclear, calentamiento global, tercera y devastadora guerra mundial…–, siempre que no hubiese adolecido de esa dosis de simpleza. Me convence algo menos que se pierda la noción de que los simios habitarán el planeta tras sufrir los siglos de evolución que a nosotros nos han traído hasta aquí y en lugar de eso partan ya dotados de una inteligencia propiciada, además, por los mismos humanos. Pero estas consideraciones no se refieren tanto a la calidad del presente film, sino a su adecuación en una serie en la que no tiene la necesidad de encajar para ser buena película.
Conclusión
He disfrutado ‘El origen del planeta de los simios’, ya que me ha resultado entretenida y agradable de ver. No se puede negar que es el carisma de César, interpretado por Andy Serkis, la baza que mayor peso tiene dentro de un film más emocional que de género. Se aleja de las cintas iniciales, no tanto argumentalmente, sino en espíritu, lo que no tendría por qué suponer un factor negativo, ya que esta y sus secuelas pueden considerarse como una propuesta alternativa, más que complementaria, que funcionen independientemente, sin necesidad de rendir cuentas a la saga iniciada en 1968. Me interesa todo lo que plantea, aunque podría gustarme más una película que comenzase con todo ello ya establecido, por lo que la siguiente debería satisfacerme más. Me quedo a la espera.
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