'El Mayordomo' ('The Butler', 2013) de Lee Daniels es una película muy apreciable, tal vez la mejor del cineasta hasta la fecha. Se abre ya con un plano majestuoso, narrativo, con la figura del negro frente al poder en una esquina.
Contando con un guión esquemático de Danny Strong, la historia de Cecil Gaines, el mayordomo afroamericano de la Casa Blanca, abarca desde la gran depresión hasta la elección presidencial de Barack Obama. De 1952 a 1986, Gaines trabajó a las órdenes de los diversos presidentes, lo que da paso a una historia épica de raza, clase y generaciones enfrentadas.
Habrá quien haga énfasis en algunos recursos rudimentarios del guión, pero Daniels tiene algo rarísimo en Hollywood: genuina pasión figurativa y narrativa por su relato, ofreciendo un torrente de grandes ideas cinematográficas y unas interpretaciones memorables.
Forest Whitaker interpreta al mayordomo Gaines con una humanidad insólita.: muestra su dolor pero también su estoicismo dominante para llevar a cabo una vida. Oprah Winfrey da calidez a su esposa Gloria, que trata de soportar la extrañeza de una situación en la que no salen ganando. Y David Oyewolo está memorable como el hijo díscolo y rebelde del mayordomo, afín a los movimientos de derechos civiles.
Junto a ellos, como secundarios, un plantel de actores estupendos da vida a varios presidentes. El peor es un John Cusack demasiado cómico como Nixon. Más gracioso es Liev Schrieber quien si saca un partido cómico y siniestro a su presidente Johnson.
Pero de los presidentes, la película es para Alan Rickman, estupendo como Ronald Reagan, y Robin Williams, en un registro sutil como Eisenhower. James Marsden no sobrevive a su guión, que dibuja a un Kennedy más mitológico que cercano.
Una dirección con fuerza
Pasando por la sencillez y el poder expresivo de Daniels en su composición. Ya al comienzo encuentra modos muy imaginativos de expresar la naturaleza obviamente humillada y periférica de su héroe.
Pasando por la mejor secuencia de la película, la más inteligente de todas. Es un montaje paralelo donde Daniels usa como rima visual la primera rebelión de los Freedom Riders con el comité de bienvenida de los Kennedy. La manera en que une la vida privada del mayordomo con el poder público es sencilla y hermosa.
Encuentra grandes contrapartidas visuales (los planos amplios, magistrales) y no pierde de vista la televisión, la manera en la que la Historia tocaba vidas comunes. Y la comparativa entre un restaurante común donde los negros son humillados y una ostentosa cena presidencial es también muy acertada,
Me impresiona, en ese sentido, la capacidad de Daniels para crear imágenes expresivas y emocionantes, que llenen de hermosura el conflicto entre padre e hijo. Un padre comprometido con el sistema y un hijo dispuesto a reformarlo. Hay una habilidad poco reseñada en Daniels para hacer de su contexto histórico una fuente de emoción interna de la película. Otro ejemplo
Y el plano de cierre, absolutamente hábil, de nuevo demuestran que Daniels es un narrador de factura clásica ampliamente renovada.
El cuadro del presidente blanco en profundidad de campo, pero en primer plano dos afroamericanos tranquilos. No necesita mayor énfasis visual y es interesante la película, iluminada por Andrew Gunn, en su uso de luces más deliberadamente artificales y escenas más íntimas.
Es esta una película extraña. Por su confianza en la vieja narrativa de Hollywood - el melodrama, género extinto en temporada de premios - y por su audacia racial e histórica, que nunca pierde de vista Daniels y que ni siquiera necesita sentimentalizar: confía en sus talentos estrictamente cinematográficos sin estridencias.
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