Por fin llega a nuestros cines, hoy viernes, ‘El luchador’ (‘The Wrestler’), la última película de Darren Aronofsky, realizador de culto donde los haya. Él debería ser el principal reclamo del film, sin embargo, se lo ha arrebatado el actor protagonista, un Mickey Rourke que, según el póster, “resucita” para el cine con su interpretación de Randy “The Ram” Robinson. Si bien en Venecia se premió a Aronofsky, ha sido Rourke quien ha ido coleccionando reconocimientos en todo tipo de certámenes. El Oscar al mejor actor parece llevar su nombre.
Y ciertamente es él, su trabajo, lo mejor y lo más destacable de ‘El luchador’; es todo, en realidad, lo demás está a su servicio. Estamos ante una película que da menos de lo que parece, y es que Aronofsky deja todo el peso en los hombros de Rourke, en lo que el actor pueda hacer con su personaje. La jugada le sale bien, no obstante, ya que Rourke da vida a The Ram de una forma intensa y emocionante. Hace buena la frase de “meterse en la piel”, porque casi parece que sean la misma persona. En cierta forma se parecen, qué duda cabe, ambos pertenecen a otra época, a ambos se les pasó el momento, y ambos se muestran cansados, heridos, en las últimas. Afortunadamente, el protagonista de ‘La ley de la calle’ o ‘Sin City’ parece que, lejos de estar acabado, puede recuperar su carrera en el cine.
Resulta divertido comprobar que, casualmente (o no, no lo sé), ‘El luchador’ se ha estrenado en España la misma semana que se ha puesto a la venta ‘JCVD’; una película que también nos presenta en un “luchador” en declive, en esta caso de verdad, el actor Jean-Claude Van Damme, que hace de sí mismo (más o menos). Ambas, ‘El luchador’ y ‘JCVD’ centran su atención en las personas que hay tras las máscaras de esos guerreros, una vez que su momento de mayor popularidad ha pasado, una vez que la salud comienza a condicionar la profesión; hablan de juguetes rotos, de personas rotas. El porqué Rourke está nominado y Van Damme no puede explicarse por dos motivos: el drama de The Ram es más convencional (y premiable, por tanto), y el nombre de Aronofsky en los créditos.
No es que Darren Aronofsky sea un cineasta popular o atractivo para la taquilla, pero es evidente que en otros círculos, su nombre se tiene en cuenta, especialmente por la devastadora ‘Requiem por un sueño’. Sólo le queda triunfar en Hollywood, y es algo que está en sus manos, especialmente cuando ha sido el elegido para dirigir el remake de ‘RoboCop’, actualmente en fase de desarrollo. Y viendo cómo se las gasta este cineasta, es posible que al final se desvincule del proyecto y fichen a un Brett Ratner o un Louis Leterrier cualquiera. Años le costó a Aronofsky sacar adelante y ver por fin realizada su ambiciosa ‘La fuente de la vida’ (ahí está el cómic para aventurar sobre lo que pudo ser y no fue), su anterior trabajo, para quien esto escribe, una de las películas más fascinantes de los últimos años.
Teniendo en cuenta la complicada producción de ese film, no es de extrañar que el cineasta quisiera embarcarse en algo más sencillo, más modesto. En algo como ‘El luchador’, que no está lejos del campo del telefilm, de no ser por la pericia de Aronofsky y la sentida interpretación de Rourke, que lo da todo tanto en los momentos dramáticos como en el cuadrilátero; y es que se nos muestran varios combates donde Randy se deja literalmente la piel, en unas escenas rodadas de forma muy acertada, muy realistas. La película juega en todo momento con las dos versiones del mismo personaje, mostrándonos su faceta de luchador, de showman en un espectáculo de golpes y coreografía, y también su faceta más humana, la que nos revela que estamos ante un hombre acabado, solo, con problemas económicos, con un cuerpo que está en las últimas. Nada es fácil para The Ram, tiene que emplearse duro en ambos terrenos, sangrar hasta la última gota para poder sobrevivir. No voy a decir nada, evidentemente, sobre el final, sólo que hay que ser de hielo para no sentir compasión por este “broken piece of meat” (“roto trozo de carne”), como llega a definirse el protagonista.
Dos mujeres pueden salvar a este luchador. Una es Cassidy, interpretada por Marisa Tomei (nominada al Oscar, básicamente, y que me perdone, por demostrar su fantástico físico), una madre soltera que se gana la vida como stripper, amiga de Randy; éste intenta que ella sea su chica, pero las cosas no serán fáciles, la vida es dura y no resulta atractivo involucrarse con otra persona que tiene, por lo menos, tus mismos problemas. La segunda es Stephanie, a quien pone rostro (y poco más) Evan Rachel Wood, la hija de Randy, que no quiere verle, que lo quiere lo más lejos posible de su vida; ante el desolador panorama que se le presenta, a nuestro héroe no le quedará otra que intentar arreglar las cosas con la joven, pero, de nuevo, su incapacidad para adaptarse a otro mundo que no sea el de la lucha, le complicará acercarse a ella.
Es una lástima que todo esté montado de forma tan sencilla y previsible, pues la historia resulta emocionante y podría dar más de sí (es la impresión que tiene uno, quizá errónea), pero la película se queda en poca cosa, reincidiendo sobre los mismos puntos, recalcando demasiado los problemas del protagonista, cuando quedan patentes a primera vista. Tampoco ayuda la escasa relevancia del personaje de Tomei (más allá de los bailes eróticos, quiero decir) ni el repelente papel de la hija de Randy, que se mueve de forma abrupta dependiendo de las necesidades del momento (ahora me enfado, ahora te quiero, ahora te odio a muerte). De todas formas, como he señalado, merece la pena ver ‘El luchador’ por la interpretación de Mickey Rourke, inolvidable.
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