Es prácticamente imposible ver una película sin tener algún tipo de expectativa previa sobre lo que esperar de ella, ya sea por vivir en una época caracterizada por la sobredosis de información sobre cualquier cosa o simplemente porque siempre habrá un detalle que nos lleve a preferir ver una cinta por encima de otra. Puede ser, entre otras muchas cosas, el director, la presencia en el reparto de determinado actor o actriz o el mero hecho de que haber oído hablar de ella bien en cualquier sitio, desde un comentario de un compañero de trabajo hasta un entusiasta post en un oscuro foro de Internet.
Lo realmente importante no son los estériles debates sobre la neutralidad con la que hay que afrontar el visionado de cualquier obra cinematográfica, sino el hecho de no convertirse en un esclavo de ellas. No tengo problemas en admitir que hay casos, siendo el más reciente el de ‘Elysium’ (id, Neill Blomkamp, 2013), en los que no es que me hayan hecho disfrutar de la película por debajo de sus méritos reales, sino que han sido determinantes para dejarme una sensación más amarga de la debida. También hay ocasiones en las que me ha pasado todo lo contrario, siendo ‘El llanero solitario’ (‘The Lone Ranger’, Gore Verbinski, 2013) un perfecto ejemplo de ello.
¿Es un desastre ‘El llanero solitario’?
‘El llanero solitario’ ha sido una película con muy mala prensa desde sus inicios, algo de lo que ya os di cuenta cuando las cosas se descontrolaron y se comentó que se estaban haciendo cambios en el guión para que su ya excesivo coste no se disparase hasta el infinito y más allá. La crítica americana no tuvo misericordia de ella y ha acabado por convertirse en uno de los mayores fracasos del año que hará perder cantidades indecentes de dinero a Disney. Prefiero no entrar en la ridícula polémica que se creó cuando varios de los implicados atacaron a los críticos americanos, pero lo que sí tengo claro es que estos últimos han sido muy injustos con una cinta tan excesiva como entretenida.
Lo primero que me gustaría es darle la razón a mi compañera Lucía cuando apuntaba que la película era demasiado larga, pero estamos ante uno de los grandes males del cine de nuestro tiempo. La clave no es tanto el excederse en su metraje como impedir que esto llegue a ser realmente molesto para el espectador, y es ahí donde resulta de vital importancia la presencia tras las cámaras de Gore Verbinski. No voy a decir algo tan exagerado como que Verbinski es un gran director —aunque sí que es mucho más interesante de lo que se le suele conceder—, pero sí que tiene una habilidad especial para el género de aventuras e incluso en sus producciones más decepcionantes —la segunda y tercera entregas de la franquicia ‘Piratas del Caribe’— nos regaló alguna escena para el recuerdo.
En ‘El llanero solitario’ Verbinski demuestra una gran inteligencia al reservar lo mejor para el último acto —cada vez son más los blockbusters que es justo ahí donde más fallan, corriendo incluso el riesgo de cargarse todo lo conseguido hasta entonces—, ya que era entonces cuando la película empezaba a dar ciertos síntomas de agotamiento producto de su metraje de más —algo cada vez más habitual en las producciones de Jerry Bruckheimer—. Sin embargo, la alocada, divertida, frenética y espectacular persecución final a bordo de un tren —brillante la utilización de cierto tema de música clásica al compás de lo que vemos en pantalla— no sólo sirve para redimir a ‘El llanero solitario’ de ese defecto y de otros detalles molestos en los que ya entraré más adelante, sino que permite a Verbinski crear una set-piece para el recuerdo sin rival entre todo el cine estrenado en lo que llevamos de año.
Más virtudes que defectos
No tengo nada en contra de Armie Hammer, es más, me parece un intérprete bastante solvente que no debería tener problema para desarrollar una larga y próspera carrera en Hollywod, pero en ‘El llanero solitario’ demuestra que no tiene el carisma suficiente para llevar la voz cantante en una producción de estas características. Es obvio que el fichaje de Johnny Depp y el aumento de importancia del personaje de Toro —Tonto en la versión original— se debe a que en Disney también existían ciertas dudas al respecto, las cuales se han visto confirmadas una vez estrenada la película: su actuación es buena, pero no tiene el gancho y la presencia necesaria para engancharnos y que así pasemos por alto los fallos en su construcción.
Lo más molesto del caso es que James Badge Dale, que da vida a su hermano en la ficción, se lo come vivo durante los pocos minutos que comparten pantalla, por lo que uno no puede evitar preguntarse cuánto hubiese mejorado ‘El llanero solitario’ si su protagonista hubiese sido el compañero de Jack Bauer en la tercera temporada de ‘24’ (2001-2014). Depp consigue que no pensemos demasiado en ello con una efectiva actuación mucho más alejada de lo esperado de su ya mítico Jack Sparrow en la que también hace gala de su incuestionable carisma —siempre orientado más hacia la comedia que a ejercer domo un héroe al uso— para salvar ciertas soluciones del guión, correcto en términos generales, de Justin Haythe, Ted Elliot y Terry Rossio no demasiado estimulantes.
Sorprende el hecho de que Hammer no es la única apuesta de su reparto por algo diferente en una gran producción, ya que la elección de Ruth Wilson, conocida principalmente por su participación en la televisiva ‘Luther’ (2010-En emisión), es bastante inusual. Por desgracia, esta apuesta por el talento también les ha salido rana, no tanto por su actuación como por el hecho de no tener la química necesaria con Hammer y por el libreto, siendo aquí donde muestra mayores deficiencias —la trama de corrupción aunque previsible, es bastante funcional y no aspira a ser más de lo que es—. A cambio, el apartado de secundarios brilla por su solvencia —aunque el personaje de Helena Bonham Carter no cuaja del todo—, en especial un William Fitchner casi irreconocible que disfruta más con los excesos de aquí que con su rol de arribista burócrata en ‘Elysium’.
Más agradable de lo esperado es que toda la historia forme parte de un inmenso flashback que se corta de forma ocasional para volver al tiempo presente de la ficción. Es éste un recurso muchas veces problemático que sólo sirve para sacarnos de la historia que realmente nos interese, pero el protagonismo exclusivo de Depp en esa parte y las simpáticas gotas de humor, siempre presentes en todo el relato, lo hacen no sólo digerible, sino incluso disfrutable. De hecho, los ocasionales bajones de interés —nada especialmente alarmante, eso sí— se producen durante la trama principal, en especial, como ya apuntaba más atrás, durante los momentos de corte romántico.
Ya he señalado la genialidad que Verbinski demuestra durante su tramo final, una proeza dentro del cine de puro entretenimiento, pero también resulta encomiable su trabajo hasta entonces. No es que ‘El llanero solitario’ estuviese siendo una gran película hasta entonces, pero si mantiene cierta consistencia como entretenimiento pese a sus fallos es gracias a su capacidad para ir saltando entre géneros —algo en lo que también ha mostrado su talento a lo largo de su carrera en lugar de refugiarse únicamente en el cine de aventuras— sin que haya molestos cambios de tono —¿cuántos blockbusters cometen el error de querer ser demasiado trascendentales cuando les ser más dramáticos?— y convirtiendo a la película en un simpático correcalles que va de menos a más y en la que los excesos de puesta en escena están sabiamente dosificados.
Tengo muy claro que el sabor de boca que me ha quedado tras ver ‘El llanero solitario’ es mejor de lo que realmente es la película, pero no por ello deja de ser una película bastante recomendable para quien sobre todo quiera pasar un buen rato en el cine. Ya solamente por su brillante y divertidísimo último acto merecería la pena verla en la gran pantalla y disfrutar como ya casi ni recordaba con una película, pero el resto es suficientemente llevadero y bien resuelto como para que no desconectar antes de tiempo.
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