Las modas van y vienen, pero en el caso del cine no es raro que dejen para el recuerdo muchas producciones de un interés bastante limitado -no siempre es el caso, ojo-. Eso es lo que ha venido sucediendo con las versiones en imagen real de historias que ya dieron pie a clásicos animados, teniendo aún bien reciente el caso de ‘Las crónicas de Blancanieves: El cazador y la reina del hielo’ (‘The Winter’s War’), una precuela, secuela y spin-off muy deficiente.
Sin embargo, también ha habido alguna sorpresa agradable como ‘Cenicienta’ (‘Cinderella’) -a mi parecer incluso mejor que la cinta de dibujos de 1950-, por lo que siempre quedaba la esperanza de que Disney volviera a saber qué teclas debía tocar con ‘El libro de la selva’ (‘The Jungle Book’). Por suerte para todos, así ha sido, ya que estamos ante un impresionante espectáculo que es también un buen entretenimiento pese a adolecer, eso sí, de pequeños problemillas.
Sus relativas limitaciones
Zoltan Korda dio el pistoletazo de salida a las adaptaciones cinematográficas de la novela de Rudyard Kipling con su cinta de 1942, pero la película que realmente ha permanecido en la memoria colectiva es la versión animada de Disney estrenada en 1967. Compartiendo productora, era de esperar que esta nueva ‘El libro de la selva’ guardase muchos puntos en común con la de Wolfgang Reitherman, y así ha sido finalmente.
En ese punto justo es reconocer que el guion de Justin Marks no arriesga demasiado y que en lo referente al desarrollo argumental no vamos a encontrar nada especialmente sorprendente. Eso tiene la consecuencia de que la película resulta ligeramente impersonal, algo que podría haber limitado de forma sustancial su capacidad para entretener al espectador, pero a la hora de la verdad es un pecado que simplemente le impide alcanzar las mismas cotas a las que llega como espectáculo.
Siendo justos, Marks ha conseguido que la historia avance con gran fluidez, jugando para ello con elementos que podrían haber causado cambios de tono demasiado bruscos entre la comedia, la aventura y algo parecido al terror -no deja de ser una producción familiar, así que tampoco esperéis lo que no es en este último punto-, pero la verdad es que Jon Favreau sabe manejarlo bastante bien para que resulten puntos lógicos en la evolución de la historia.
De hecho, uno de los grandes logros de Favreau y Marks es conseguir una película sin apenas altibajos y muy equilibrada en cuestión de tono. Apenas recuerdo un momento que no me terminase de encajar en este último punto, y en este caso es simplemente porque su dependencia del clásico animado le lleva a recuperar algo que aquí no termina de funcionar. Con todo, ese recurso sí había sido usado minutos antes de forma muchísimo más afortunada.
En líneas generales, ‘El libro de la selva’ funciona casi como un mecanismo de relojería en términos de hacer pasar un buen rato al espectador, pero en mi caso me fue complicado no pensar que podría haber sido más apasionante a poco que se tomase unas pequeñas licencias que la hicieran resaltar más como obra individual. No es algo que llegue a ser grave, pero sí es la diferencia entre estar bastante bien y convertirse en poco menos que un título de referencia.
Las fortalezas de ’El libro de la selva’,
Era de esperar que ‘El libro de la selva’ destacase de forma notable visualmente, ya que conviene recordar que todos los animales y la mayor parte de los escenarios han sido creados digitalmente. Este punto podría haber dado pie a saturar al espectador o incluso a resultar demasiado artificial, pero estamos ante todo un hito en este apartado, ya que es tan espectacular como realista, ayudando así a la inmersión total en lo que sucede en pantalla.
Para nada esperaba que la película supiera encontrar tan bien ese punto de equilibrio, pues parecía lógico dejarse llevar por su faceta como gran espectáculo habiendo invertido la friolera de 175 millones de dólares. Sin embargo, Favreau nunca deja que la sobredosis de efectos visuales se carguen el lado más emocional de la historia, ese imprescindible para que realmente nos importe la aventura de Mowgli más allá de lo vistosa que pueda resultar.
En este punto también resulta esencial la aportación de su reparto, empezando por Neel Sethi, un joven desconocido que tiene el encanto necesario para que conectemos con Mowgli, y siguiendo por su espectacular reparto de voces. En este punto sobresale con luz propia el magnífico trabajo de Idris Elba como Shere Khan, un tigre ya de por sí temible que gracias a la voz del actor llega a dar directamente miedo. Bravo.
No obstante, sería muy injusto olvidarnos también de las aportaciones de Ben Kingsley y Bill Murray como Bagheera y Baloo. El primero aporta su sobriedad habitual y sirve como mentor y guía moral para el protagonista, mientras que el segundo se deja llevar por su vena más juguetona que encaja a la perfección con la naturaleza despreocupada del oso, teniendo también una inesperada muy buena química con Sethi. El resto también cumple de forma notable con su cometido.
En definitiva, ‘El libro de la selva’ puede que no sea muy original, pero sí es una aventura espectacular -poco le faltará si no marca un antes y un después en términos visuales- que no se olvida de mantener intacto el corazón de la historia y de la necesidad de hacernos pasar un buen rato. Muy recomendable, aunque no tengo muy claro que quiera ver esa secuela en la que ya está trabajando Disney.
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