Llega un punto en el que una saga de películas se queda sin una forma de evolucionar, lo cual no suele ser problema porque el éxito y los aumentos de salarios para sus estrellas consigue que salgan adelante guiones que darían vergüenza ajena a cualquiera que se para a pensar un segundo en las tonterías que quieren colarnos. Sin embargo, hay veces en las que alguno de los personajes principales no quiere seguir adelante, como en el caso de las horripilantes ‘Speed 2‘ (Speed 2: Cruise Control, Jan de Bont, 1997) y ‘La Momia: La Tumba el Emperador Dragón‘ (The Mummy: The Tomb of the Emperor Dragon, Rob Cohen, 2008), pero simplemente son sustituidos por otros actores. El problema llega cuando hay un único gran protagonista como el caso de la franquicia Bourne y Matt Damon, pero eso no impidió que Universal sacara adelante una cuarta entrega bajo el título de ‘El Legado de Bourne’ (The Bourne Legacy, 2012).
Y la cuestión no fue que Matt Damon quisiera demasiado dinero o se opusiera tajantemente a volver a interpretar a Jason Bourne, pero nadie logró proponer una idea interesante para continuar adelante con algo que quedó bastante bien atado en la notable ‘El Ultimátum de Bourne‘ (The Bourne Ultimatum, Paul Greengrass, 2007). Por fortuna, se decidió que entonces tocaba hacer una película paralela a la tercera aventura de Jason Bourne, consiguiendo al mismo tiempo dejar la puerta abierta para un hipotético regreso de Matt Damon y también otra aventura con mucho potencial para reventar las taquillas de todo el mundo. Ya sólo quedaba saber si el público recibiría a cambio una buena película, y ya os adelanto que la respuesta está más cerca de ser un sí que un no.
Expandiendo el universo Bourne
Era evidente que uno de los puntos fuertes de ‘El Legado de Bourne’ tenía que ser indagar en la trama gubernamental detrás de la creación de superespías como Jason Bourne. Y es que era de ingenuos pensar que no habría diversas experimentaciones a la hora de conseguir crear el superhombre definitivo, ya que, por si no lo recordáis, la Operación Treadstone, de la que salió el personaje interpretado por Matt Damon, era la defectuosa de la que se querían librar lo antes posible. En esta ocasión, pasamos a conocer el Programa Outcome, el cual viene a crear una especie de superhéroes drogodependientes, ya que potencia diversas habilidades (fuerza, agilidad, inteligencia, etc.) a través del consumo regular de determinadas pastillas.
No creáis que Tony Gilroy, director y guionista de esta película, aprovecha esa posibilidad para hacer alegato alguno contra la drogodependencia, ya que es más bien una excusa para forzar al protagonista a salir al descubierto y enfrentarse a aquellos que quieren acabar con él. Vamos, un equivalente a los problemas de memoria de Jason Bourne. A cambio, ‘El Legado de Bourne’ se excede a la hora de decirnos que existen más operaciones misteriosas para conseguir al superhombre definitivo, pero sin profundizar realmente en ninguna, siendo algo especialmente vergonzoso en el caso de la última que se introduce a modo de excusa para escamotearnos un auténtico desenlace al enigma planteado.
Y es que era de esperar que Universal quisiera dejar abierta la puerta a una quinta entrega, pero Gilroy lo permite de una forma atropellada, excesiva y poco satisfactoria en una alargada persecución final con dos grandes problemas: 1- Nos da absolutamente igual el villano al que se enfrenta Cross, ya que acaba de ser presentado en un truco de guión barato (y algo cutre). 2- Las persecuciones son las escenas de acción en las que resulta más complicado mantener el interés del espectador y cualquier error provoca una fácil desconexión por parte del espectador. Aquí coincide el ser poco estimulante a nivel de puesta en escena (algo que ya os comentaba brevemente cuando os daba mis primeras impresiones sobre la película) con lo expuesto en el punto 1 y el detalle de que acaba por hacerse eterna al mismo tiempo que en ningún caso funciona como clímax de la historia. Una pifia tremenda.
Quizá he sido injusto centrándome tanto en el (extremadamente) decepcionante tramo final, ya que hasta entonces podíamos hablar de una película sin mucho que envidiar a sus predecesoras, ya que Gilroy sabe desarrollar la historia manteniendo el interés y creando ciertas secuencias que pasan por méritos propios a formar parte de lo mejor de la franquicia: El interrogatorio al personaje interpretado por Rachel Weisz (y también la matanza que lo precede) o el cara a cara entre el protagonista y otro enigmático agente del programa Outcome (muy acertado Oscar Isaac) en un paraje helado. Son momentos que usan sabiamente la tensión y/o la acción al mismo tiempo que se busca mantener cierto parentesco estilístico con el implantado por Paul Greengrass, pero aligerándolo para que sea más accesible para todo el público.
El reparto de ‘El Legado de Bourne’
Si había un punto que hacía tener confianza en que podía salir algo interesante de ‘El Legado de Bourne’, era su reparto, ya que combinaba prometedoras inclusiones con el rescate de antiguos conocidos de la saga. Por desgracia, ya podéis ir olvidándoos de que estemos ante una propuesta que realmente preste atención a los personajes ya vistos con anterioridad, ya que las apariciones de intérpretes como Joan Allen, Scott Glenn o David Strathairn apenas merecen ser consideradas como meros cameos. Es una pena, pero también es verdad que no habría suficiente tiempo para crear un universo propio por muy complementario que sea con el de Jason Bourne.
De las principales adiciones, lo primero que hay que destacar es el estupendo trabajo de Jeremy Renner, el cual no necesita ni tan siquiera cinco minutos para hacernos olvidar de Matt Damon y apropiarse por derecho propio de ‘El Legado de Bourne’. La credibilidad es lo que marca sus vaivenes entre lo dramático, lo emocional y la sobredosis de adrenalina a la hora de ejercer como héroe de acción, algo que se le había escamoteado bastante hasta ahora. Puede que haya mejores actores por ahí, pero yo no cambiaría a Renner por nadie a la hora de dar vida a Aaron Cross.
La cosa es algo más decepcionante a la hora de hablar tanto de Rachel Weisz como de Edward Norton, pero no por culpa de los propios actores. Me explico, ambos realizan perfectamente su cometido, pero cuentan con personajes a los que Gilroy no sabe terminar de extraer todo el jugo. Ella cuenta con uno excesivamente pasivo, algo comprensible dada la situación en la que se encuentra, pero sin el suficiente interés de cara a ayudar a enganchar más al espectador a la historia. En el caso de Norton, uno de mis actores favoritos, reaparece el hecho de no contar con un clímax de verdad entre su personaje, el auténtico de gran villano de toda la saga (por eso igual es mejor guardárselo para que sirva como rival de una hipotética alianza entre Bourne y Cross), y el protagonista. Hasta ahí, uno echa en falta mayor presencia suya en el relato, pero jugar con sus enigmáticas motivaciones lo justificaban.
En definitiva, ‘El Legado de Bourne’ es un entretenimiento solvente con un eficiente trabajo del reparto (aunque no siempre sus personajes acompañen) y alguna secuencia muy bien resuelta, pero que se hunde forma miserable en un tercer acto que deja una clara sensación de insatisfacción en el espectador. La ausencia de un auténtico clímax y la falta de implicación emocional del espectador en la (demasiado) extensa persecución final hieren de gravedad a una película que, con sus fallitos, iba por el buen camino hasta entonces. Es obvio que querían dejarlo todo abierto para hacer una secuela, pero eso casi se carga la película. Por suerte, el bagaje final sigue siendo positivo, pero mucho menos de lo que sus dos primeros actos prometían, y sería directamente una estafa si finalmente no hicieran una entrega más.