Ira Sachs dirige 'El juego del matrimonio' ('Married Life', 2007), una adaptación de la novela de John Bingham ‘Five Roundabouts to Heaven’ (cinco atajos para llegar al cielo). Está protagonizada por Pierce Brosnan, Chris Cooper, Patricia Clarkson, Rachel McAdams, David Richmond-Peck, David Wenham y Erin Boyes. El film se estrenará mañana, 3 de octubre.
Por compasión decide Harry (Cooper) envenenar a su mujer Pat (Clarkson) tras décadas de feliz matrimonio: cree que ella no va a poder soportar la noticia de que él desea divorciarse. El motivo no es otro que la joven viuda Kay (McAdams), quien no tardará en despertar el interés del mejor amigo de Harry, Richard (Brosnan).
He procurado contar en esta sinopsis lo menos posible, de hecho cuento menos que en los resúmenes que circulan por ahí. Sin embargo, incluso si se ofrece una breve información, lo que se cuenta es lo que sucede a lo largo de casi toda la película. Y ése es el mayor problema que presenta 'El juego del matrimonio': que en ella apenas ocurren cosas. La trama es una mínima excusa, por lo que todas las situaciones están muy estiradas en el tiempo. Ira Sachs le da mucha coba a instantes que, además de hacerse pesados de ver, se pueden prever desde el inicio y el aliciente de la película no consiste en ir conociendo un devenir novedoso de los acontecimientos tanto como adentrarse en ese mundo de época. Se habla de la película como una mezcla de suspense y humor negro, pero hay que ser muy generosa para conceder cualquiera de los dos calificativos. Es cierto que 'El juego del matrimonio' presenta un tono ligero, nada grave o dramático, y que sus protagonistas son capaces de utilizar el sarcasmo o la ironía de vez en cuando, pero de ahí a decir que la película es una comedia hay un largo recorrido.
Sachs retoma un recurso tristemente abandonado en el cine reciente –no en la televisión—: el suspense, pero no es capaz de lograr que funcione. Su manera de intentarlo es prolongar las situaciones creyendo que así se despertará la intriga, pero el resultado es que las escenas, lejos de cobrar intensidad, pierden su fuerza por convertirse en demasiado largas. Probablemente es ese tono desenfadado lo que hace que no temamos por lo que va a acontecer, pues sabemos que nunca habrá un desenlace fatídico.
En el reparto es donde se encuentran los verdaderos valores de 'El juego del matrimonio' ya que, además estar compuesto por grandes intérpretes, idóneos para vivir una historia de los años '40, son los actores los que confieren una entidad a sus personajes que hace que el film alcance un calado psicológico. Y es este retrato de personajes lo que finalmente prevalece por encima de esas otras supuestas virtudes que se han tratado de vender. Siendo así, es una pena que no se haya sacado más partido a esta vertiente y se haya ido más allá con la historia y las psiques de los personajes.
Aunque por punto de vista los protagonistas sean los hombres, en realidad los personajes femeninos son los que mayor profundidad presentan. Ellas son quienes parecen tener algo oculto, quienes mantienen la capacidad de sorprender. Patricia Clarkson, a quien acabamos de ver en 'Vicky Cristina Barcelona', da vida al personaje menos previsible. Rachel McAdams queda perfecta en su papel: Kay es tan correcta en su forma de hablar y de comportarse que comprendes que Harry y Richard se interesen por ella, pero también puedes imaginártela convirtiéndose en una egoísta bruja en cuanto firme un contrato matrimonial. Los dos hombres protagonistas lo hacen muy bien y es Brosnan quien aporta ese sarcasmo del que hablaba. La única sorpresa la da David Wenham (Faramir), quien aporta un aire refrescante al reparto.
Es una película agradable, sencilla y elegante que probablemente gustará mucho a quienes echen de menos el cine de antes. Pero que, sin embargo, a mí en concreto me dejó algo indiferente.
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