Está claro que Robert Benton no es el que era. Hace tiempo que el ganador de dos Oscars como guionista y uno como director, no nos ofrece una película de la calidad de la magnífica 'Kramer Contra Kramer', dando un parón artístico en el 98 con la estupenda 'Al Caer el Sol'. Después de unos cuantos años de inactividad regresó con ese bodrio insoportable que es 'La Mancha Humana', donde la mano del director no se veía por ningún lado, sorprendiendo a muchos el hecho de que alguien como Benton fuera capaz de filmar semejante engendro.
Con 'El Juego del Amor' (Feast of Love, 2007) los que una vez disfrutamos del cine de Benton estábamos un poco temerosos de que nos volviera a repetir una jugada similar como la del film protagonizado por Nicole Kidman. Afortunadamente, después de su visionado, podemos descansar tranquilos, y sin encontrarnos ante una película de gran calidad, sí es un film lo suficientemente agradable como para disfrutar con su visionado, gracias sobre todo a lo que mi compañera Beatriz comentaba en su crítica: el tono.
'El Juego del Amor' es un film muy parecido en algunas cosas a aquella estupenda película protagonizada por Sean Connery 'Jugando con el Corazón', con la que guarda similitudes sobre todo en intenciones. Retrata las vivencias de varios personajes relacionados de una u otra forma entre sí. El dueño de una cafetería (por cierto, cómo mola esa cafetería) cuya mujer le abandona por otra, pero más tarde encuentra el amor en otra mujer que a su vez mantiene una relación con un hombre casado. En la mencionada cafetería trabaja un exdrogadicto que encuentra el amor a primera vista en una chica que siente buenas vibraciones en dicho lugar. Todo ello, y algo más, supervisado, por decirlo de alguna forma, por un hombre ya maduro que perdió a su hijo hace tiempo.
En lo que sí está acertada la película es en el tono utilizado por su director, quien agrada a todos con el mismo. A pesar de que muchas de las acciones transcurren a una velocidad de vértigo, el director se para de vez en cuando a meditar, por así decirlo, algo que traspasa al personaje interpretado por Morgan Freeman, que como siempre está excelente, con un papel que sólo un actor como Freeman podía interpretar, una especie de mentor, consejero y testigo de todo lo que ocurre, además de ser la suya la voz en off que a veces escuchamos en la película. Detrás de él desfilan un reparto más o menos acertado dentro de las pocas pretensiones del film (otro de sus aciertos). Greg Kinnear es el actor idóneo para sufrir mal de amores, y poner cara de pardillo; Selma Blair sale menos de lo que algunos quisiéramos y su escena lésbica es un regalo para los ojos; Billy Burke, visto en series como '24', y recientemente en 'Fracture', es una de las sorpresas de la película, componiendo uno de los personajes más interesantes y mejor tratados; Alexa Davalos también ha resultado una sorpresa, aunque algunas de sus reacciones están cogidas por los pelos; Radha Mitchell demuestra ser una de las mejores actrices del panorama actual, aunque la desaprovecha todo aquel que la elige para una película.
Una película correcta, con buenas intenciones que se queda a medias en alguna que otra cosa, pero supone en cierto modo un soplo de aire fresco a un tipo de films que cada vez se hacen menos, por lo menos de esta forma, que al fin y al cabo es lo que importa. No pasará a la historia, pero proporciona un rato bastante ameno, y a ratos, emotivo.