Por fin. Ha tardado, pero ya llegó. El buen cine, el grande, el cine con mayúsculas que suele decirse, hace presencia al fin. Hemos tenido que esperar al 19 de diciembre para poder presenciar una obra verdaderamente valiosa, una película magistral. Para mí, la mejor película de 2008. Claro, la firma uno de los mejores cineastas que ha habido, hay y habrá, el señor Clint Eastwood, quien afortunadamente no para de trabajar (pronto nos llegará ‘Gran Torino’, su siguiente película).
‘El intercambio’ (‘Changeling’, 2008) nos cuenta una historia basada en hechos reales, la dramática desaparición de un niño en la ciudad de Los Angeles, hecho que pondrá en evidencia la corrupción del departamento de policía, que pretenderá resolver el caso de forma chapucera e indignante, llegando a encerrar a la madre del chico en un hospital psiquiátrico.
Desde el principio, es palpable la extraordinaria factura de la película. Estamos ante una obra que no pertenece a este tiempo. Un trabajo dirigido por alguien que usa con experiencia, sabiduría y talento unas herramientas que están al servicio de cualquier cineasta, pero que, quizá por las leyes del mercado, parecen cosas del pasado. ‘El intercambio’ es un film de alma clásica, de apariencia sencilla y profundo contenido, que va a ser minusvalorada por haberse estrenado ahora, en 2008, cuando este tipo de cine ya no se hace.
Es curioso. La mejor película que vi el año pasado fue ‘Cartas desde Iwo Jima’ (‘Banderas de nuestros padres’ me parece bastante inferior). Saliendo del cine, quise recordar la anterior que había provocado en mí semejante cúmulo de emociones. La respuesta fue ‘Million Dollar Baby’. ‘Mystic River’ fue el siguiente título que apareció en mi cabeza. Y volviendo al presente, ‘El intercambio’, el único estreno de este año que me ha emocionado de verdad, que ha logrado que me sintiera dentro de la narración, viviendo la historia de una mujer increíble.
No voy a decir que se merece el Oscar, porque no he visto el trabajo de las demás que competirán por la preciada estatuilla, pero sí que la interpretación de Angelina Jolie es impresionante; su dolor traspasa la pantalla. Realmente, todo el reparto está impecable, pero hay que quitarse el sombrero ante esta actriz, que a pesar de su gran fama consigue que nos olvidemos de quién es, y nos creamos por completo a su personaje, que estamos viendo a Christine Collins, un ser humano que es objeto de una injusticia que, como dicen en la película, no tiene nombre.
Christine es una madre soltera que un día llega tarde a casa, tras un duro día de trabajo, y descubre horrorizada que su hijo ha desparecido. Tras informar a la policía, debe esperar meses hasta que por fin parece que han encontrado a su pequeño. Sin embargo, todo es un montaje, el departamento de policía hace creer a todos que ha resuelto el caso, pero en realidad han entregado a Christine un niño diferente al suyo.
Ella sabe que no es su hijo y tras reunir pruebas y testigos, y que la policía siga manteniendo que todo ha sido resuelto, va a la prensa y denuncia el caso. Acto seguido es internada en una institución donde va a permanecer hasta que dé la razón a la policía. Menos mal que en este mundo aún quedan personas honestas e íntegras, hasta en el rincón más oscuro…
En este sentido, resulta ejemplar la variedad de personajes que tiene la película, todos realistas, complejos, con entidad y personalidad; unos personajes que aparecen en la trama para aportar algo y dejar huella, sin que su participación resulte, en ningún momento, tratada de forma ligera. Atención a cierto individuo, y cómo Eastwood trata su final, de una dureza que impide el disfrute, algo que, en otras películas, contada por otros, se brindaría fácilmente.
He leído por ahí que la película de Eastwood recuerda a los telefilmes de sobremesa, donde abundan las historias basadas en hechos reales donde alguien denuncia algún tipo de injusticia, acabando en juicios y tópicos finales, llenos de buenas intenciones. También que el director reviste de trascendencia una película intrascendente, para mantener sus laureles. Sinceramente, todo esto me parece fruto de una ceguera increíble. La profundidad de ‘El intercambio’ está a años luz de la mayoría de los productos que se ven en la actualidad. La historia, los personajes, los giros del guión, los diálogos, la música, la ambientación… todo está cuidado al máximo y la calidad se nota. Las buenas películas llegan al corazón; las demás, para pasar el rato o para perder el tiempo.
Entretenimiento, indignación, emoción, desesperación… ‘El intercambio’ es un montaña rusa de emociones, una película que te atrapa de principio a fin, algo más de dos horas de puro cine, ése del que ya sólo es capaz un pequeño puñado de directores. Clint Eastwood vuelve a demostrar que es uno de los más grandes, y que el cine, bien hecho, es una gozada incomparable. Qué feliz camina uno después de ver películas como ésta, ¡qué grande es el cine!
En Blogdecine:
‘El intercambio’, el regreso del hijo desaparecido (por Beatriz Maldivia)
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