Creo que ya todos sabréis que no soy el mayor fan de las dos anteriores películas de 'El Hobbit' dirigidas por Peter Jackson, pero sí que disfruté hasta cierto punto con ambas y esperaba que sucediera algo similar con 'El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos' ('The Hobbit: The Battle of the Five Armies', 2015), sobre todo porque todo hacía pensar en un épico entretenimiento que, aunque solamente fuese a ráfagas, pudiera rivalizar con lo conseguido hace más de una década con 'El señor de los anillos'.
Tampoco es que esperase un milagro y encontrarme con una gran película, algo que Jackson quizá habría conseguido si hubiese adaptado la obra original en un único largometraje, pero lo que me resistía a creer es que 'El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos' podría ser la peor película de las seis ambientadas en la Tierra Media. Por desgracia, lo que se está vendiendo como el capítulo definitivo de la historia no es más que un largometraje agotador en el que hasta sientes pena al percibir la decadencia absoluta de la saga.
'El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos', épica sin alma
El hecho de que los combates realmente importantes quedaran reservados para la entrega final daba una gran ventaja a 'El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos' respecto a las dos anteriores entregas, pues Jackson había demostrado en su momento una gran habilidad para mostrar en pantalla las batallas entre las diferentes especies que habitan en la Tierra Media, pero lo que parecía una importante baza a su favor ha acabado siendo uno de sus mayores problemas, ya que la película nunca consigue que realmente nos interesemos en lo que pueda sucederles a los protagonistas, por lo que nuestra implicación emocional durante sus luchas a muerte roza lo nulo.
Tampoco ayuda demasiado que Jackson ponga tanto empeño en conseguir replicar lo conseguido en 'El señor de los anillos', ya que así solamente consigue resaltar aún más la falta de personalidad de una trilogía que ha traicionado por completo el tono del relato original de Tolkien para dar mucha importancia a su naturaleza de precuela. Este sacrificio ha hecho que el auténtico eje dramático no tenga el peso suficiente, y es una pena, porque precisamente la evolución de Thorin es lo único que logró captar mi interés, aunque sólo durante un rato, ya que eso se pierde tras la ridícula escena empleada por Jackson para justificar su cambio de mentalidad.
Lo más llamativo de todo es que la batalla a la que hace alusión el título acabe siendo tan pesada, pues para cuando ha empezado yo ya había desconectado por completo de los problemas de los personajes y de las estrategias de cada bando para salir victorioso. Esa falta de empatía se agrava aún más por la marcada tendencia de Jackson a la saturación durante los combates -¿de verdad hacen falta tantos elfos, enanos, humanos y orcos cuando todo acaba siendo un amasijo digital en el que únicamente se da cierta entidad a un puñado de personajes?-, por lo que apenas son necesarios cinco minutos para que todo se vuelva peligrosamente repetitivo.
Como era de esperar, Jackson echa mano de los recursos habituales de su puesta en escena -esos planos aéreos no podían faltar estando él tras las cámaras- y no voy a negar que consigue crear algún plano con un atractivo visual incuestionable -sería increíble no hacerlo contando con tantos medios como los que ha tenido a su disposición-, pero dista mucho de ser una recompensa suficiente para la indiferencia que sentí durante el 99% de su metraje. Al final eso es lo realmente importante, ya que todo su despliegue visual está al servicio de un producto vacío y carente de alma.
Un cierre deficiente
Por si no fueran pocos todos los problemas mencionados con anterioridad, conviene señalar también que 'El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos' también resulta muy insatisfactoria como cierre a lo que se nos había contado en las dos entregas anteriores, algo evidente desde la muy decepcionante resolución del cliffhanger que nos dejó 'El Hobbit: La desolación de Smaug' ('The Hobbit: The Desolation of Smaug', Peter Jackson, 2013), donde se nos dejaba con la miel en los labios para lo que se intuía como un impresionante ataque al pueblo que acaba al mismo tiempo sabiendo a muy poco y molestando por los excesos digitales utilizados.
Una vez superado eso, Jackson opta por estirar todo lo posible el inevitable comienzo de la batalla sin aportar nada realmente nuevo al espectador, por lo que uno va desesperándose esperando a que realmente suceda algo, ya que ni siquiera su reparto, correcto en líneas generales -los que peor parados salen son todos los que interpretan a elfos- pero sin nada jugoso para explorar, -como ya comentaba más atrás, la única excepción es la forma en la que un atinado Richard Armitage aborda el delicado estado psicológico de Thorin- consigue que nos olvidemos de que se está estirando todo lo máximo posible para justificar que hayan sido tres películas.
Por no haber es que ni siquiera hay una escena tan conseguida que te permita ver con otros ojos sus -numerosos- defectos -lo más parecido que recuerdo es el breve y simpático momento de Gandalf con su pipa-, algo que sí sucedía con la aparición de Gollum en 'El Hobbit: Un viaje inesperado' ('The Hobbit: An Unexpected Journey', Peter Jackson, 2012) y con la charla entre Bilbo y Smaug en la segunda parte. Aquí todo sabe a ya vivido y/o rutinario con el añadido de que los personajes están en su mayoría muy desdibujados, por lo que el hecho de zanjar sus historias pierde relevancia en casi todos los casos.
En definitiva, 'El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos' es una película vacía, cansina y redundante que fracasa con estrépito tanto como cierre de la trilogía como en su intento de dejar claro que se trata de una precuela de 'El señor de los anillos' y también en su naturaleza de lujoso pasatiempo, pues su épica hueca resulta de lo más frustrante cuando esta semana se estrena también un gran entretenimiento como 'Big Hero 6' (Don Hall y Chris Williams, 2014). Hasta nunca, Tierra Media, no te echaré de menos.
- En BlogdeCine | El Hobbit: La desolación del espectador
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