Me sorprende que en Hollywood no intenten explotar más el cine de terror de bajo presupuesto, ya que ha dudado infinidad de alegría a los estudios gracias el éxito de títulos como 'Saw' (James Wan, 2004), 'Paranormal Activity' (Oren Peli, 2007), 'Insidious' (James Wan, 2010) o 'The Purge: La noche de las bestias' (James DeMonaco, 2013). Son películas que cuesta muy poco hacerlas y que casi siempre dan una alegría económica a sus responsables.
La cosa cambia cuando tenemos que hablar del interés artístico de muchas de ellas, ya que es habitual que basen su atractivo en cuatro sustos mal contados o una potente premisa que luego está terriblemente desaprovechada. 'El heredero del diablo' ('Devil's Due', Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillet, 2014) es un buen ejemplo de ello, ya que solamente en su premisa argumental encontramos algo que pueda justificar el humilde éxito económico en el que se ha convertido. Por lo demás, otro sangriento y cansino sacacuartos.
'El heredero del diablo', poco mejor que una tortura
El found footage se ha convertido durante los últimos años en una de las grandes modas del cine de terror, ya que permite abaratar los costes de forma impresionante y también es un buen arma para añadir más verismo a lo que vemos en pantalla. Por desgracia, son muy pocos los largometrajes que realmente sacan provecho de ello, siendo cada vez más una herramienta propia de cineastas perezosos que quieren llamar la atención del público de una forma asequible, siendo precisamente eso lo que sucede en el caso de 'El heredero del diablo'.
Imagino que muchos de vosotros recordaréis que a principios de año os comenté la sorpresa agradable que había sido el visionado de 'Paranormal Activity: Los señalados' ('Paranormal Activity: The Marked Ones', Christopher Landon, 2013), cinta que basaba gran parte de su modesto atractivo en lo mismo en lo que 'El heredero del diablo' fracasa con estrépito: Algo raro sucede a unos protagonistas desconcertados ante la situación y la cosa va enrareciéndose de forma progresiva, y el giro conectándola con títulos como 'La semilla del diablo' ('Rosemary's Baby', Roman Polanski, 1968) tampoco juega a su favor.
Ya todos deberíamos saber que las actuaciones tienden a ser algo irrelevante en una producción de estas características, pero es una lástima, ya que Zach Gilford había demostrado su solvencia en la televisiva 'Friday Night Lights', pero empiezo a sospechar que fue flor de un día. Aquí su cara de circunstancias nunca llega a transmitir lo más mínimo, mientras que supongo que tengo que concederle a Allison Miller que sufre y grita de dolor con cierta correción, pero cuando ha de ser una chica normal no ofrece nada que no fuese a lograr cualquier actriz muerta de hambre que esté trabajando como camarera en algún restaurante de mala muerte de Hollywood.
El guión repleto de lugares comunes de Lindsay Devlin no es que les ayude mucho, pero el trabajo de puesta en escena de Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillet tampoco destaca demasiado en lo positivo. Por un lado, su utilización del found footage es deliberadamente pobre, ya que en ningún momento buscan que resulte algo creíble, sino que lo utilizan como un simple recurso formal que debe gustarles mucho o, si estuviera pensando mal, porque saben que tiene tirón comercial y era una buena forma de empezar con buen pie con su primer largometraje hasta la fecha --antes habían rodado varios cortometrajes y uno de los segmentos de 'V/ H/ S' (Varios, 2012)--.
Más allá de eso, su trabajo de dirección se balancea entre la rutina y pequeñas ideas centradas en conseguir explotar todo el potencial de determinadas escenas --otra cosa es que nunca consiga ser todo lo perturbadora que quiere ser en esos momentos--, todas ellas presentes durante los últimos 20-30 minutos. No hay nada revolucionario o novedoso en ellas, pero al menos consiguen animar ligeramente la función, evitando así que el espectador termine de dormirse tras haber estado peligrosamente cercano a ello hasta entonces.
En definitiva, 'El heredero del diablo' es una mala película que se ha aprovechado de que el cine de terror, sea del tipo que sea, sigue despertando interés en cierto sector del público. Sólo así se entiende que la taquilla de un producto tan rutinario y carente de atractivos vaya ya camino de multiplicar por cinco su presupuesto de 7 millones de dólares. Al menos imagino que será insuficiente para que sigan torturándonos con una secuela que dudo mucho que llegue a hacerse.
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